El legado de Al Bagdadi guía al yihadismo
El Departamento de Estado estadounidense estima que al Daesh le quedan entre 14.000 y 18.000 combatientes operativos, una cifra alejada de los 80.000 que pudo tener en sus mejores días según el Observatorio Sirio de derechos Humanos
Abu Baker Al Bagdadi (Samarra, 1971 – Barisha, 2019) es historia y con su muerte comienza la leyenda y la caza de su sucesor, Abú Ibrahim al Hashimi al Qurashi , que pasa a convertirse en el « terrorista más buscado ». Donald Trump ha logrado la victoria militar contra el califato establecido por el grupo yihadista Estado Islámico (EI) y se ha colgado la medalla de la muerte de su líder, pero la creciente inestabilidad en Siria e Irak ayuda al deseo del grupo de rehacerse, una situación que en el pasado resultó clave para su ascenso. El sueño del califato duró apenas cinco años y este es el gran legado que deja Al Bagdadi, una herencia que «se ensalzará y solemnizará ya que logró crear un marco de espacio, tiempo y libertad en el que islamismo más radical llegó a ser capaz de autogestionarse, algo con lo que ni soñaron otros líderes como Osama Bin Laden , pero no lo consiguieron», opina el investigador del Real Instituto Elcano, Sergio Altuna.
Gracias a Al Bagdadi, el EI ha pasado de grupo terrorista en sus comienzos en la insurgencia contra la ocupación de Estados Unidos en Irak, a liderar de forma temporal un protoestado del tamaño de Gran Bretaña en el corazón de Oriente Medio, para terminar convirtiéndose en una idea tangible en el imaginario yihadista. «Es una gran victoria religiosa que da argumentos a sus seguidores a luchar por volver a conseguirlo, porque ahora saben que es posible», considera el analista Ibrahim Al Marashi , profesor de Historia en la Universidad de California, en declaraciones recogidas por Al Jazeera.
El Departamento de Estado estadounidense estima que al EI le quedan entre 14.000 y 18.000 combatientes operativos, una cifra alejada de los 80.000 que pudo tener en sus mejores días según el Observatorio Sirio de derechos Humanos (OSDH), pero que supone una seria amenaza para la estabilidad regional. Ya no hay un espacio físico que defender, han vuelto a la clandestinidad, el espacio donde crecieron y donde mejor se manejan, y funcionan como células independientes con capacidad de golpear a base de atentados cuando lo consideren oportuno, una estrategia que desarrollaron a la perfección en Irak hasta el establecimiento del califato.
A esta especie de Ejército en la sombra en Oriente Medio, hay que sumar las provincias extranjeras del califato donde grupos yihadistas juraron lealtad al califa. Egipto, Somalia, Libia o Afganistán cuentan con brazos del EI operativos. La otra cara de la amenaza internacional a corto plazo, la ponen los «lobos solitarios», los seguidores animados por la propaganda del grupo para convertirse en «guerreros santos» a base de atentados que pueden hacer con un cuchillo o al volante de un vehículo. Es la yihad de «háztelo tu mismo» predicada por el EI, que han sufrido Europa o Estados Unidos.
Cinco líderes en 16 años
Es la cuarta vez que Estados Unidos descabeza a este grupo nacido como Al Qaeda en Irak durante la invasión post Sadam Husein . Su fundador y primera bestia negra de Washington fue el jordano Abu Musab Al Zarqawi, muerto en un bombardeo selectivo en 2006. Su testigo lo recogió Abu Ayyub al-Masri, un egipcio experto en explosivos que decidió ceder el puesto de líder de la insurgencia iraquí a un combatiente local como Abu Omar Al Bagdadi y cambiar el nombre del grupo a Estado Islámico de Irak. Ambos murieron en otra operación estadounidense en 2010 en Tikrit y entonces llegó el turno de un hasta entonces desconocido Abu Baker Al Bagdadi, que formaba parte de la shura (consejo de mando) del grupo y que en tan solo cuatro años aprovechó el desconcierto en su país y la guerra en la vecina Siria para proclamar el califato y atraer a miles de combatientes de todo el mundo a su causa.
«El EI quiere reconstituirse y aunque le costará ser lo que fue, en zonas donde hay inestabilidad puede ser capaz de hacer daño. Zonas como el noreste de Siria donde no sabemos si se quedan los americanos o se van, qué pasará con los kurdos y los turcos, la llegada de las fuerzas de Assad… EI creció tan rápido gracias al caos imperante en Irák y en Siria y puede volver a aprovecharlo en el actual vacío de poder», advierte Seth Frantzman, analista del diario The Jerusalem Post y autor del libro «After ISIS», publicado este mismo año.
Antes de conocerse el nombre del nuevo líder, diarios como The Washington Post informaron sobre los posibles candidatos al puesto del califa. En la terna del diario estadounidense se encontraban el saudí Abu Saleh al-Jazrawi, el tunecino Abu Othman al-Tunisi y un iraquí, Al-Haj Abdullah Qardash, turcomeno de Tal Afar. Cualquiera de ellos puede ser la persona que se esconde tras el sobrenombre de Abú Ibrahim al Hashimi al Qurashi adoptado por el nuevo califa.
Fugas de prisiones
Junto a las situaciones de inestabilidad y vacío de poder, otro de los factores que han ayudado al EI a reforzarse son las fugas de islamistas radicales de prisión. Sucedió en Irak en 2003, se repitió en Siria en el verano de 2011 cuando, según la denuncia de los grupos armados de la oposición, el Gobierno liberó a yihadistas que habían combatido en Irak, y en 2013 el grupo sorprendió a las fuerzas de seguridad en Bagdad en un asalto a dos prisiones de la capital en los que liberaron a 500 combatientes. Cuando Turquía lanzó su operación contra el norte de Siria, las fuerzas kurdas anunciaron que la vigilancia de los centros de detención dejaban de ser una prioridad y orientaron sus esfuerzos a la defensa de sus poblaciones cercanas a territorio turco. En las primeras horas de desconcierto se produjo la fuga de al menos cinco yihadistas, según fuentes kurdas, tras un ataque próximo a una prisión de Qamishli, pero tras el acuerdo entre Recep Tayyip Erdogan y Vladimir Putin parece que la situación se ha reconducido y la seguridad ha vuelto a estos centros en los que permanecen combatientes y sus familiares.
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