Josep Prat, periodista: «No hay conciencia sobre los regímenes autoritarios del sudeste asiático»
En su libro 'Los herederos del opio' (Península, 2021), el reportero desvela el rostro menos amable de los países de una región que se ha convertido una nueva meca del turismo
Como se puede comprobar en las redes sociales, los paisajes paradisíacos del sudeste asiático se convierten cada vez más en un destino soñado por los turistas, encantados de disfrutar de sus días de asueto en lugares difíciles de olvidar. Con frecuencia, el autoritarismo que impera en Vietnam, Camboya, Tailandia o Laos, donde el respeto a los derechos humanos se suele pasar por alto y la libertad de prensa es poco más que una quimera, no figura en las explicaciones de las guías de viaje. Para solucionar esa falta, concienciar y dar a conocer realidades difíciles, el periodista Josep Prat (Sabadell, 1993) acaba de publicar ' Los herederos del opio ' (Península, 2021), un libro que es una aventura, pero también la aproximación a países desconocidos y sufridores. Así lo pudo comprobar ABC durante una conversación con el reportero, en la que recordó sus peripecias lejos de su tierra.
El sudeste asiático tiene una vinculación colonial y un pasado común y conflictivo con Francia y Estados Unidos, pero no con España. ¿Cómo decidió interesarse por países como Laos, Vietnam o Camboya? ¿De dónde nació esa preocupación?
Decidí hacer el primer viaje al sudeste asiático en 2017, cuando empecé a tener un interés especial por la gente que vivía en las aldeas remotas de Indochina. Al llegar a una provincia del norte de Laos, vi que había fotografías de 2006, de once años atrás, en las que todavía se veían campos y montañas llenas de opio . Me pregunté qué había pasado, porque ya no quedaba nada. Pregunté a la gente que vivía allí, y me dijo que el cultivo se había ilegalizado y las plantas habían desaparecido. Las busqué como un loco, y lo que acabé encontrando, en otras regiones de Laos y Vietnam, fue que todos los hijos de las personas que cultivaban opio tenían unas vidas muy miserables.
Cuando lo cultivaron para los franceses y los estadounidenses, el opio les dio cierto poder económico y también político. Eso les proporcionó una autonomía que no tenían antes. Cuando los estadounidenses decidieron irse de Asia, dejaron a la gente tirada. Perdieron todo el poder que tenían y empezaron a ser perseguidos . Algunos intentaron emigrar desde Laos, pero hubo una masacre al salir hacia Tailandia. Otros se refugiaron en Estados Unidos o se quedaron atrapados en la selva y decidieron seguir dando la batalla. Todavía quedan decenas de personas con AK-47 en la selva de Laos. Otros se han rendido y están en campos de concentración, en prisiones sin muros, rodeados de militares. El caso de Vietnam es el más curioso, porque allí no apoyaron ni a los colonialistas, ni a los franceses ni a los estadounidenses. Desde la toma de poder de Ho Chi Minh, empezaron a tomar decisiones bastante malas, como una cadena de infortunios. Se vincularon con el cristianismo, porque les llegaban ondas radiofónicas desde Manila, y empezaron a convertirse. Al ser una religión occidental, comenzaron a ser perseguidos.
En un fragmento del libro, cuenta que las grandes plantaciones de opio han sido sustituidas por plantaciones de caucho, que es un material que interesa especialmente a China. Parece que el país ejerce una influencia muy poderosa sobre la región.
La influencia de China en Laos es muy potente, porque es un país con pocos recursos económicos. El caso de Vietnam es muy distinto, porque es un país fuerte y siempre hay choque geopolítico. En Laos, sin embargo, China ejerce mucho poder. Al norte, hay empresas chinas que entran para arrebatar al país lo más importante que tiene: la naturaleza . Por ejemplo, obtienen energía del río Mekong. Hacen lo mismo con las plantaciones de caucho. Es una forma de colonización moderna.
La influencia no es exclusiva de la actualidad. Por ejemplo, el libro recuerda la influencia que tuvo China sobre la Camboya de los jemeres rojos.
Es muy curioso. China siempre ha jugado a todas las bandas posibles, consciente de la geopolítica de la zona. Camboya y Vietnam han sido países enfrentados, porque piensan mal el uno del otro. En Camboya, creen que los va a invadir Vietnam, para sumarlos como territorio. Por eso, a Camboya siempre le interesa tener una buena relación con China a nivel político, porque es la manera de protegerse de lo que pueda intentar Vietnam.
China quiere países que le permitan terminar la ruta de la seda que está haciendo en todo el mundo, para obtener acceso al mar. Por eso, invierte muchísimos recursos en esos países.
También habla de la etnia Hmong, que aparece como la gran perdedora en esta historia. Enfrentados con sus vecinos, terminaron siendo abandonados por los Estados Unidos, sus patrocinadores en el extranjero.
Lo primero que he vivido en Laos ha sido el miedo a hablar. La gente que vive en la selva tiene unas radios que se cargan de forma solar , unos móviles por satélite. Con ellos, informan cada dos o tres días a sus contactos que tienen en Estados Unidos, gente que se fue allí como refugiados. Para acceder a información sobre ellos, tienen que confiar mucho en ti.
Hasta el último momento, no supe si iba a poder hablar con ellos o no, ni qué me iba a encontrar. Hay otra cosa que me parece un poco triste. Esa gente lleva 40 años en la selva, esperando que los Estados Unidos vuelvan y les ayuden, porque les dejaron tirados, y a que la ONU mueva ficha. Esperan tener derecho a la autodeterminación , a pesar de que quedan pocos y están sitiados por el Ejército. Casi todos han muerto o han sido enviados a prisión. Me sorprende que tengan esperanza en un cambio.
En los países que menciona, la libertad de prensa, al igual que otros muchos derechos humanos, suele ser la gran ausente.
Es una discusión que tengo mucho con las organizaciones internacionales de ayuda. Siempre están esperando permisos para entrar en la zona. Si esperas que un gobierno, un régimen autoritario, te garantice el acceso a gente que no tiene asegurados sus derechos, no vas a conseguir nada. Como periodista, me he arriesgado muchísimo, porque he creído que alguien tenía que contarlo. Hay áreas, tanto en Vietnam como en Laos, que están restringidas. En Vietnam, pobladas por policías de paisano . En Laos, por soldados . En el caso de Vietnam, la primera vez que me pilló un policía de paisano estaba grabando con la cámara una conversación con una familia de cristianos perseguidos. Me lo comunicó la mujer a la que estaba entrevistando, porque el tipo que nos estaba grabando en secreto, era el mismo que había detenido a su esposo. Primero, pensaba que era una paranoia, pero al día siguiente, en mi hotel, me registraron, y vi que había policía en la entrada. Cuando me di cuenta, cogí la moto, con el traductor detrás, y viajamos durante ocho horas sin parar, hacia el norte. Me acabé refugiando en una ciudad de la frontera con China. En una calle, hay un hotel donde no piden el pasaporte, porque es de prostitutas. Me quedé allí tres días, en 'shock'. Al día siguiente, me contaron que habían amenazado con meter a toda la familia en prisión. Vietnam es un país con mucho músculo en seguridad. Al final no pasó nada.
El segundo susto fue con un policía de paisano en una aldea remota de Laos. Cuando has vivido una primera experiencia, lo detectas rápido. Había dos tipos de gabardina, de pie, sin sonreír. Mi traductor me dijo que eran del gobierno y nos fuimos. Con el tiempo, te vas curtiendo, pero, si no lo sabes, te expones a un riesgo importante.
Estas historias de represión, de ausencia de derechos, de persecución de minorías y pobreza, se producen en países que empiezan a ser considerados paraísos turísticos. Cuenta una anécdota un poco disparatada, sobre
Es lo que más me choca, aunque también lo entiendo. Cuando viajamos, no queremos que nos bombardeen con historias tristes. Estos países están considerados paraísos turísticos . Los españoles están yendo muchísimo al sudeste asiático. La percepción que se tiene es que todo el mundo es majo, sin conciencia de que hay un régimen militar en Tailandia, un régimen autoritario comunista en Laos y Vietnam, y que Camboya es una semidemocracia, donde prohíbe a los opositores.
Uno de los casos más duros que vi fue en Sapa , un pueblo de Vietnam, que es muy turístico. Se hacen muchos viajes étnicos, en los que vas a conocer a familias de la zona y te quedas tres días en su casa. Nadie sabe que esas familias tienen hijas que han sido traficadas en China y de las que no se ha vuelto a saber nada. Si los turistas lo descubren, si el tema empieza a ser sensible para Vietnam y se hacen menos viajes, si se expone lo que está pasando y se demuestra que es una vergüenza, se puede cambiar algo. Es lo que intento con el libro.
¿Cree que es posible que los países de los que habla en su libro emprendan el camino de la democratización?
Creo que no. En el caso de Laos, imposible. En Vietnam, hay ciertas personas que se están moviendo en ese sentido, con personas que se dan cuenta de que viven en un régimen represor. Pero el movimiento es todavía muy minoritario y está muy controlado.
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