Los islamistas paquistaníes ponen en su diana a China con un atentado en Quetta
La bomba en un hotel de lujo, que dejó cuatro muertos, buscaba al embajador chino que se aloja en sus instalaciones
Los islamistas radicales de Pakistán -noqueados a mediados de los 2000 tras la muerte de Osama bin Laden- han vuelto a mostrar que están de vuelta con el atentado de hoy contra un hotel de lujo en la ciudad de Quetta , donde se aloja el embajador chino, que ha dejado cuatro muertos y varios heridos. Desde hace años, la expulsión de China -a la que acusan de «expoliar los recursos naturales»- es uno de los objetivos del islamismo tanto político como terrorista paquistaní. Pekín ha aprobado la inversión de unos 42.000 millones de euros en la región paquistaní de Baluchistán en el marco de su macroproyecto de las Nuevas Rutas de la Seda . Los talibanes paquistaníes denuncian, a través de sus partidos políticos afiliados en Islamabad y sus grupos terroristas en el oeste, que la intención de China es expoliar los recursos energéticos y minerales de la pobre región de Baluchistán. Sin dejar nada a cambio, porque los trabajadores de sus proyectos son también chinos.
El ataque de Quetta contra el régimen de Pekín se suma a la campaña de los islamistas paquistaníes contra Francia para lograr la expulsión de su embajador. París e Islamabad libran desde hace semanas un pulso político a raíz de la recomendación de la Embajada francesa en Islamabad a sus nacionales y empresas de que abandonen el país ante la amenaza de sufrir atentados. El prólogo había sido la declaración del presidente Macron en la llamada 'guerra de las caricaturas de Mahoma' . El jefe del Estado francés repitió que su país «nunca renunciará a la libertad de expresión». Poco después, el primer ministro paquistaní, Imran Khan, llamó al mundo del islam a «defender con uñas y dientes el nombre del profeta». «Si los 50 países musulmanes se unen y advierten que no comprarán bienes a quien insulte al profeta, veremos qué efecto tiene», amenazó Khan en una declaración recogida el pasado día 19 por la cadena Al Yasira, en la que llamaba abiertamente a declarar un boicot musulmán mundial contra Francia.
El regreso del islam radical a la escena política paquistaní, con sus sendos desafíos a Francia y a China, coincide con el inesperado giro de la política del primer ministro Imran Khan, que en su día se presentó como un valladar frente al extremismo y un amigo de Occidente. La antigua estrella del criquet paquistaní, en una situación cada vez más inestable en el Parlamento de Islamabad, ha acabado plegándose al chantaje de los partidos islamistas, que condicionan su apoyo a que acepte el discurso fundamentalista.
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