El islam filipino se revuelve pese a la autonomía que le dio Duterte

Las guerrilla secesionista aumenta los ataques contra el ejército y los católicos

Interior de la Catedral de Nuestra Señora del Monte Carmelo, en la isla de Jolo, Filipinas EFE
Pablo M. Díez

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En medio de una misa, dos bombas reventaban el 27 de enero en la Catedral de Nuestra Señora del Monte Carmelo en la isla de Jolo, al sur de Filipinas en la región musulmana de Mindanao. Además de dejar 21 muertos y más de un centenar de heridos, el atentado intentaba torpedear el acuerdo de paz en esta convulsa zona del archipiélago, ratificado días antes por un referéndum para dotar de mayor autonomía a Mindanao.

Con una amplia mayoría del 87 por ciento, unos tres millones de personas votaron el 21 de enero a favor del acuerdo de paz firmado en 2014 por el Gobierno filipino y el Frente Moro de Liberación Islámica (FMLI), la principal guerrilla musulmana de la zona. A cambio de renunciar a sus aspiraciones independentistas y reconvertirse en un partido político, este grupo rebelde respalda la nueva Región Autónoma de Bangsamoro en la Mindanao Musulmana, que tendrá más competencias y fondos pero seguirá bajo la supervisión del Gobierno central. Gracias a su apoyo mayoritario, la antigua guerrilla del FMLI parte como favorita para las elecciones que se celebrarán en 2022, de las que saldrá un parlamento autónomo con su propio ministro jefe. Con esta solución, Manila persigue acabar con el conflicto separatista que sacude al sur del archipiélago desde hace cinco décadas, y que se ha cobrado 150.000 vidas.

Perseguidos en la jungla

Aunque la nueva autonomía nace con el fuerte apoyo que le dio el referéndum y el compromiso con la paz del FMLI, hay otros grupos armados que se oponen al acuerdo y podrían estar detrás del atentado de enero para sabotearlo. Su objetivo es volver a desatar la violencia religiosa en Mindanao, como se vio días después con la granada arrojada contra una mezquita de la ciudad de Zamboanga, que mató a dos personas e hirió a otras tres.

Entre dichos grupos rebeldes destaca Abu Sayyaf, que ha declarado su lealtad al autodenominado Estado Islámico (EI) y al que las autoridades filipinas acusan del atentado contra la catedral de Jolo, capital de la provincia de Sulu. Tal y como anunció el presidente Duterte , dicha doble explosión fue cometida por una pareja de Indonesia que se inmoló dentro la iglesia y en su exterior, pero el Gobierno de este país no lo ha confirmado todavía. Siguiendo las órdenes de Duterte de « aplastar» a Abu Sayyaf , el Ejército filipino atacó a finales de enero a 150 de sus guerrilleros en las junglas cerca de Patikul, en la misma provincia de Sulu. En los combates murieron cinco soldados y tres terroristas, mientras que otros cinco soldados y 15 guerrilleros resultaron heridos.

Fundado en 1991, Abu Sayyaf tiene en la actualidad entre 300 y 400 guerrilleros y en 2004 cometió el peor atentado de Filipinas al hundir con una bomba un barco con 116 pasajeros . Temidos por sus ataques piratas y decapitaciones de rehenes, los terroristas de Abu Sayyaf retienen en estos momentos a un holandés, dos malasios, un indonesio y un filipino.

Galaxia de grupos

Las autoridades de Manila sospechan que el ataque contra la catedral de Jolo fue planeado por el comandante de Abu Sayyaf Hatib Hajan Sawadjaan . Y, a tenor de algunos analistas, dicho atentado podría haber sido una maniobra de distracción para frenar la ofensiva del Ejército filipino que ha machacado los campamentos del grupo en la provincia de Lanao del Sur, también en Mindanao.

Además, esta zona se encuentra cerca de Marawi, la ciudad tomada en 2017 por cientos de guerrilleros musulmanes, algunos extranjeros reclutados por el Estado Islámico. Para acabar con el asedio, Duterte declaró entonces la ley marcial, que fue levantada tras la conquista de Marawi pero sigue vigente en otros lugares de Mindanao. Tras cinco meses, los combates dejaron más de un millar de muertos - la mayoría guerrilleros - y 40.000 desplazados, reduciendo a cenizas el centro de la ciudad y su mezquita. Finalmente, el Ejército retomó Marawi, pero los rebeldes que sobrevivieron han jurado venganza y la catedral de Jolo podría haber sido su primer objetivo.

El asedio a Marawi fue obra del Grupo Maute , otro de los grupos terroristas que operan en Mindanao junto a Abu Sayyaf, los Luchadores por la Libertad Islámica de Bangsamoro y el Frente Moro de Liberación Nacional (FMLN), una facción rival del FMLI compuesta por pequeñas células terroristas que siguen luchando por la independencia.

Todos ellos son una amenaza para la paz en el sur de Filipinas. Aunque el acuerdo fue suscrito por el Gobierno anterior al de Duterte, su implementación y la puesta en marcha de la nueva autonomía de Mindanao pueden ser los pocos éxitos del polémico presidente. Desde que tomó el poder en el verano de 2016, Duterte no solo ha protagonizado un sinfín de escándalos por sus insultos a diestro y siniestro, sino que ha lanzado una «guerra sucia» contra la droga que se ha cobrado la vida de miles de yonquis y camellos. La violencia, que tanto apoyo popular le ha dado por «limpiar» las calles, se le vuelve ahora en contra con esta rebelión del sur musulmán.

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