Esfuerzo contrarreloj para salvar la reforma sanitaria republicana

El mal cálculo del líder republicano en el Senado, la división entre sus filas y el liderazgo errático de Trump impiden por ahora el desmantelamiento de Obamacare

Un grupo de senadores demócratas dan una rueda de prensa frente al Capitolio para informar de los efectos que tendría la reforma sanitaria de Trump AFP
Javier Ansorena

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Mitch McConnell , el líder de la mayoría republicana en el Senado, es un legislador avezado, con fama de negociador implacable, capaz conseguir cerrar los acuerdos más difíciles . La reforma sanitaria que él mismo ha impulsado -con el gran objetivo común de los republicanos de desmantelar la del anterior presidente, Obamacare- se ha convertido, sin embargo, en un hueso muy difícil de roer.

Su propuesta fracasó este miércoles, después de que McConnell intentara expeditar su votación, ante las claras diferencias entre los senadores republicanos: varios no están de acuerdo en el impacto que la reforma sanitaria tendría en la población con menos recursos de sus estados y otros opinan que deja demasiadas partes de Obamacare vivas.

Pero ayer McConnell ya trabajaba contrarreloj para revisar el texto de su plan y poder someterlo a la Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO, en sus siglas en inglés) antes de que acabe esta semana, obtener su análisis a la mayor brevedad y retomar las negociaciones. La CBO advirtió en su análisis que el plan de los senadores republicanos dejaría sin cobertura a 22 millones de estadounidenses en una década, lo que confirmó la oposición de algunos legisladores moderados.

La situación dibuja una mayoría republicana disfuncional , incapaz de encontrar puntos en común para ejecutar una promesa de todos los republicanos desde hace siete años: acabar con Obamacare. La presencia de un presidente republicano en la Casa Blanca debería servir para conseguir un acuerdo entre los senadores. Normalmente, los senadores arriman el hombro a la voz del presidente para beneficiarse de su capital político: tenerle en contra complica la siguiente reelección a la cámara alta. Pero Trump tiene los índices de aprobación muy bajos -a pesar de que entre sus bases no ha perdido el apoyo- y, como explicaba un análisis de ‘The Washington Post’ después de hablar con un puñado de legisladores republicanos, el presidente no provoca ni respeto ni miedo. También tiene que ver en ello su conducta errática sobre la reforma sanitaria : después de celebrar la aprobación de un plan de la Cámara de Representantes se dirigió a los senadores de su partido para decirles que era «mezquina» y favoreció la negociación para conseguir una reforma «con corazón». En su reunión del miércoles por la tarde con los senadores republicanos, una vez constatada la suspensión de la votación de la reforma sanitaria, demostró no conocer al detalle las posiciones de los legisladores díscolos. Por otro lado, el presidente prometió antes y después de las elecciones una reforma que no afectaría a Medicaid, la cobertura pública para personas de bajos recursos, y que no haría subir las pólizas: el plan incumple ambas, según la CBO.

El problema para McConnell es que su mayoría en el Senado es escasa -solo se puede permitir dos defecciones- y que cualquier concesión conservadora o moderada tiene el riesgo de provocar más oposición en el bando contrario. El líder republicano advirtió que si los republicanos no se ponen de acuerdo, la única solución sería perjudicial para todos: mirar al otro lado de la bancada. Si no hay acuerdo entre republicanos «nos tendremos que sentar con el senador Schutmer», dijo en referencia al líder de la minoría demócrata en el Senado. «Y mi sospecha es que las negociaciones con los demócratas no incluirán las reformas que nosotros buscamos».

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