El edificio Liebigstrasse 34: los okupas de Berlín libran su última batalla
El desalojo definitivo está anunciado para mañana viernes, pero varios y disímiles grupos de izquierda han anunciado resistencia y han quemado un tranvía y atacado una comisaría de policía
En la zona este de Berlín, en el barrio de Friedrichshain, ha comenzado ya una batalla campal entre la policía y los okupas del edificio Liebigstrasse 34. El desalojo definitivo está anunciado para mañana viernes, pero varios y disímiles grupos de izquierda han anunciado resistencia y han empezado con acciones «parciales», como quemar un tranvía y atacar una comisaría de policía. Las calles alrededor del edificio, que lleva 30 años ocupado, han sido cerradas al tráfico.
«No, usted tampoco puede pasar, aunque sea periodista, es por su propia seguridad», dice uno de los agentes que vigila la zona acordonada. Muchos de los habitantes de los edificios aledaños han dejado sus casas por unos días . «Desde el martes, aquí no hay quien aguante. Y mañana y el fin de semana será todavía peor, así que me voy a casa de unos amigos en Spandau», explica Lena, que arrastra una maleta hasta su coche, «puede ser hasta peligroso… el coche, eso está claro, no puede quedarse aparcado aquí». En una carta que la Policía Criminal del Estado ha hecho llegar a los vecinos, se dice que «no se puede descartar que estén en posesión de armas de fuego».
Los propietarios del edificio, cuyos nombres no se publican porque han recibido reiteradas amenazas de muerte , llevan 30 años sin poder entrar en su propiedad ni disponer de ella. El número 34 de la Liebigstrasse es uno de los últimos edificios ocupados en el verano de 1990, inmediatamente después de caer el Muro de Berlín , por un movimiento ya desaparecido. A finales de 1990, después de semanas de graves disturbios, los ocupantes firmaron contratos de alquiler a precios irrisorios que después se negaron a pagar. En Berlín llegó a haber en los 90 hasta 130 edificios en condiciones parecidas , pero después del desalojo del mítico Tacheles y de la caída del vecino de la Rigaer Strasse ya solo queda este. En muchos de los edificios, se llegó a acuerdos de compra que, si bien exigieron precios muy por debajo de mercado, al menos regularizaron la situación de los inmuebles y pudieron abordarse trabajos de mantenimiento y mejora, como la instalación de calefacción de gas, en lugar de las antiguas chimeneas de carbón, y red de telefonía actual.
Liebigstrasse 34, en cambio, se resistió al acuerdo. En 2008 y tras varios incidentes con heridos, la sociedad de herederos de los propietarios vendió el edificio por 600.000 euros a la inmobiliaria berlinesa de Gijora Padovicz, cuyas empresas poseen alrededor de 200 edificios en Berlín. Seis ofertas consecutivas al ayuntamiento del distrito, para que se haga con el edificio lo utilice como un centro para actividades sociales y culturales, han sido rechazadas una tras otra. Nadie se atreve a meter mano al asunto . En 2019, Gijora Padovicz presentó finalmente una acción de desalojo que, tras varios retrasos a causa de los recursos y la pandemia, será ejecutada este viernes.
«Los hombres no son bienvenidos»
Hoy viven allí unas 40 personas que se autodenominan «Proyecto de vivienda anarco-feminista ajeno a la estructura patriarcal» y en la escalera principal luce un gran cartel: «Los hombres no son bienvenidos». Afirman también que el edificio, ya casi es ruinas, es «un foco de resistencia contra la gentrificación» y la «explotación humana a través del precio de la vivienda», pero un reportaje del programa Kontraste, de la televisión pública ARD, ha documentado la realidad violenta y poco civilizada de una comuna que tiene aterrorizado al barrio. «Un anciano golpeado a plena luz del día, mujeres masturbándose en los balcones a la vista de todo el mundo, jueces amenazados al estilo de la RAF, agentes de policía que no pueden seguir a delincuentes al interior del edificio, a los que persiguen porque nos roban, porque la maraña de recursos judiciales les obliga primero a llamar a la dirección para obtener permiso… Este es nuestro día a día en el barrio», se queja Charlotte, que trabaja en una droguería en una calle paralela.
«Los vamos a reventar, los vamos a machacar, esa es mi única declaración», dice una de las habitantes, o quizá simpatizantes, del edificio a los periodistas que intentan hablar con los manifestantes. «¡Resistencia!», gritan varias acompañantes, tras conocerse, apenas 24 horas antes de expirar el plazo para abandonar el edificio , la sentencia en última instancia del Tribunal de Apelación Berlín-Friedrichshain. «Acompañaremos al alguacil para hacer cumplir la decisión con asistencia administrativa», dice por su parte un portavoz policial. El jueves, un equipo especial de la policía con equipos de escalada examina el edificio. Desde las ventanas les lanzan piedras, botellas y latas de pintura. El viernes se esperan miles de policías que llegarán desde varios estados federados. «Esperamos disturbios ya esta noche, porque ellos también cuentan con refuerzos que llegarán de grupos de izquierda radical de otras zonas de Alemania», adelanta un policía, «pero la parte más dura será mañana y no será aconsejable pasar por estas calles».
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