Ecuador, conmocionado ante el grado de salvajismo empleado en la masacre en una cárcel
Los expertos analizan la espiral de violencia que llevó al asesinato de más de un centenar de reclusos, algunos de los cuales fueron decapitados y mutilados

Aún en estado de estupefacción, los ecuatorianos empiezan a asimilar el horror de la masacre del martes último, en la que murieron 118 reclusos y 80 fueron heridos , y la crueldad con la que se actuó. Lo del 28 de septiembre, en la antigua Penitenciaría del Litoral, en Guayaquil , fue un ritual de barbarie. Expertos señalan que se usaron técnicas militares, con francotiradores, que cubrían a los atacantes, que usaban hasta granadas para dar muerte a sus rivales, después de lo cual actuaron con sevicia: apilaron los cuerpos y los incineraron o decapitaron. Los vídeos que se han difundido son indescriptibles, cuentan quienes los han visto.
El enfrentamiento protagonizado por bandas nacionales, vinculadas a los cárteles mexicanos de la droga, duró tres horas. El asalto provino desde los bloques 8 y 10 para atacar al bloque 5. La lucha es entre Los Tiguerones, Los Lobos y Los Choneros .
En la Penitenciaría del Litoral se han juntado todos los males. La adicción afectaría al 50% de los detenidos, entre los cuales la mayoría están vinculados a las bandas delictivas , o se ven obligados a adherir, para lograr protección. Los privados de la libertad están a merced de los capos, porque el Estado ha perdido el control, de esta cárcel sobrepoblada, en la que el hacinamiento es infrahumano.
Conforme pasan los días, más historias de sufrimiento, producto de la matanza del 28 de septiembre, conmueven a la sociedad. Hay madres que buscan completar los cuerpos de sus hijos, que han sido desmembrados. Los médicos legistas hacen chequeos antropológicos y se aprestan a realizar pruebas de ADN . La tarea es tan compleja y durará semanas.
La presión del ambiente
¿Cómo puede un ser humano volverse tan cruel y despiadado para decapitar cuerpos, incinerarles y degradarles? Jaime Costales, psicólogo transpersonal y docente de la Universidad San Francisco de Quito, habla de un fenómeno que se llama «invasión de la sombra». Ocurre cuando el oscuro de la naturaleza inconsciente te invade y puedes llegar a cometer actos de crueldad inmensos. Dice que no solo los enfermos mentales pueden hacer este tipo de cosas, sino que personas que se les podría considerar sanas o equilibradas, en un ambiente altamente destructivo se pueden convertir por imitación, por presión, amenaza o persuasión, en personas altamente destructivas. «Es el ambiente el que induce».
Lo ocurrido en la Penitenciaría del Litoral, la forma en que se decapitó, la grabación de los hechos y luego la transmisión de los mismos, más allá del atroz incremento de la violencia, se trataría también de «homicidios mensaje», dirigidos a los competidores, a las bandas rivales, hacia la Policía y al Estado, para decir quién manda en las cárceles, sostiene Fernando Carrión, investigador que ha estudiado el narcotráfico regional. En esa línea, hasta los medios de comunicación serían utilizados como alfiles, para que reproduzcan la información y expandan el miedo. Se trata de un ejercicio psicopolítico, que va en cadena y se genera sensaciones ya no subjetivas, sino objetivas de inseguridad, comenta a ABC María Fernanda Noboa, decana de la Escuela de Prospectiva Estratégica del Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN), quien habla de que el problema es regional.
En las calles y en las cárceles
Lo que curre adentro de la prisión es un reflejo de lo que pasa en las calles de Guayaquil, donde la violencia criminal está en alza, por la disputa del territorio para comercializar la droga, que abunda en el país. Se trata de un enorme mercado de micro-dosis, que es la forma como Los Choneros y Los Lobos logran hacer dinero en efectivo, porque los cárteles para los que trabajan les pagan en droga y deben venderla para tener ingresos. Así, el consumo interno del país está en aumento de forma alarmante. Las cifras más recientes hablan de entre 80 y 100 toneladas anuales. En este escenario y siendo un país dolarizado, los cárteles lo utilizan también para lavar dinero. Los expertos mencionan cifras colosales: entre 3.500 y 4.000 millones de dólares estadounidenses anuales.
La complejidad de los hechos, en una región en la que los cárteles ejercen una enorme influencia, la matanza de la semana pasada en Guayaquil tendría otra finalidad: sembrar el miedo y el terror y, a partir de allí, provocar el caos y, hasta el desplome de las estructuras democráticas, que den libre acceso al narcotráfico . El profesor Jaime Costales arriesga la hipótesis de que no sería sorprendente que «la geopolítica del socialismo del siglo XXI y los carteles estuvieran relacionados, en busca de desestabilizar al Gobierno ecuatoriano».
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