La disparidad de decretos y de medios ahonda en la descoordinación entre los países de la UE

El resultado es un mapa heterogéneo en el que hay fórmulas de respuesta diversas. Desde el confinamiento extremo por el coronavirus y la paralización de la actividad económica (Italia o España) a las cuarentenas más o menos laxas (Alemania, Austria, Holanda)

Última hora en directo sobre el coronavirus

El gobierno alemán y las autoridades locales han intensificado las medidas para detener la propagación de la nueva enfermedad por coronavirus EFE

Colpisa

Cuando el coronavirus era una epidemia solo con rostro asiático, cuando apenas asomaba en Europa, Bruselas, el centro del poder Ejecutivo de la UE, mantenía su acción solidaria con China (enviando material sanitario) y África (para evitar allí un brote). Destinaba partidas puntuales a la investigación de la vacuna y centralizaba la expatriación de ciudadanos europeos desde la provincia de Hubei. Todo cambió cuando el Covid-19 comenzó a expandirse en el norte de Italia. Se convirtió en crisis. Y una vez más una crisis abrió las fisuras del proyecto común. Saltaron las alarmas. El nerviosismo pasó a ser histeria y la Comisión Europea fue apartada a codazos. Las capitales comenzaron a ir por libre.

El resultado es un mapa heterogéneo de Europa en el que hay fórmulas de respuesta diversas. Medidas contra el Covid-19 que van desde el confinamiento extremo de sus ciudadanos y la paralización de la actividad económica (Italia o España) a las cuarentenas más o menos laxas (Alemania, Austria, Holanda). También está la apuesta sueca: recomienda a los grupos de riesgo quedarse en casa, pero mantiene toda su actividad comercial y hostelera en un arriesgado experimento que busca agotar los susceptibles de contagio.

Y luego está Hungría. Su presidente Viktor Orbán se ha sacado de la chistera una 'ley del coronavirus' que le permitiría perpetuarse en el poder de forma indefinid a (él decidirá cuando pasa la situación de emergencia), suspender leyes y erosionar aún más la libertad de prensa. Por no haber, no ha habido coherencia en la activación de los estados de alerta ni en mensajes tan básicos como si el uso del ibuprofeno es recomendable o no con la infección por coronavirus , o si las mascarillas han de ser de uso obligatorio en la calle (en la República Checa, por ejemplo, lo son).

Ni que decir tiene que la dependencia de suministros de China (las propias mascarillas, pero también respiradores, guantes médicos, trajes de protección, etcétera) ha desatado una carrera por conseguir toneladas de material, que ha llevado a los Estados a reforzar sus propios pasillos logísticos sin mirar al de al lado. Y con las prisas, ha llegado material no homologado , inutilizable e incluso operaciones fraudulentas de algún suministrador.

Sin poder efectivo, y con capacidad limitada para juzgar las acciones de los Gobiernos nacionales, la Comisión Europea de Ursula von der Leyen continúa hoy a remolque. En ocasiones, incluso demasiado. La alemana, este martes mismo, evitaba mencionar a Hungría en una declaración crítica con su reforma: «Es de enorme importancia que las medidas de emergencia no se produzcan a expensas de nuestros principios y valores fundamentales». De perfil.

Solo parches

Y con los famosos coronabonos ha tenido incluso que desdecirse. De considerarlos «eslogan» en una entrevista -molestando aún más a los al menos nueve países que los defienden como herramienta verdaderamente solidaria-, a asegurar que todas las opciones de respuesta fiscal conjunta van a estar encima de la mesa en la videoconferencia que los ministros de Economía y Finanzas mantendrán en menos de una semana.

En la práctica Bruselas solo ha puesto parches . Primero, al cierre de fronteras descoordinado ante la expanción de la epidemia del coronavirus . Un par de días después de criticar el veto de Estados Unidos, la UE bajaba la barrera exterior y se lanzaba a imponer controles interiores. Segundo: al bloqueo de algunos países a permitir la venta de material preventivo a otros socios -Alemania y Francia tuvieron que dar marcha atrás-. Y tercero, al gasto de emergencia para reforzar los sistemas sanitarios. La Comisión Europea ha articulado una ayuda de 37.000 euros de fondos de cohesión (ya presupuestados) y hace un par de semanas, otorgó libertad a los Estados para que no se vieran condicionados por los rangos de déficit (3%) y deuda (60%) que recomienda el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Qué menos, con el torrente de víctimas.

El Ejecutivo comunitario ha decidido recientemente ampliar a 18 el número de proyectos que financia para el desarrollo de antivirales y de la propia vacuna (en torno a 200 millones de euros). Expertos médicos han reclamado en la publicación 'British Medical Journal (BMJ)' un mayor esfuerzo en esa línea y más poder para el Centro Europeo para la prevención y el control de enfermedades (ECDC, por sus siglas en inglés), conectado con los sistemas de salud de toda Europa.

Los líderes están de acuerdo en que las prioridades hoy son contener la propagación, reforzar el equipamiento médico, promover la investigación y tratar las consecuencias económicas post-pandemia. Pero la incoherencia en las respuestas recuerda a aquella Europa a la que en 1918 golpeó la mal llamada 'gripe española' o que no hace mucho, en 2009, se enfrentó a la H1N1 (Gripe A) con la misma descoordinación. El Covid-19 no será la última pandemia.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación