CLAVES DE LATINOAMÉRICA
Colombia o la falta de una izquierda moderada latinoamericana de peso
El fracaso del bolivarianismo en evolucionar hacia el centro político hace que el descontento no encuentre su cauce institucional en muchos países de la región
Las protestas que vemos estos días en Sudamérica tienen diversas explicaciones. Las hay de tipo económico y social, y también de carácter más político. Mucho se ha dicho acerca de las primeras, apuntando sobre todo a la vulnerabilidad de la crecida clase media latinoamericana , pero se ha hecho menos referencia a otra de las justificaciones del conflicto: la falta de liderazgo regional de una izquierda moderada que pueda canalizar institucionalmente el descontento que existe en parte de la población.
Ya hace unos meses se señalaba aquí mismo que el paso de la izquierda bolivariana por el poder en diversos países de la región ha hecho que los veinte años que llevamos de siglo puedan considerarse como « las dos décadas perdidas de la izquierda americana ». En lugar de aprovechar ese tiempo de gobierno y de largo ciclo de bonanza económica para transformarse en fuertes partidos socialdemócratas, altamente institucionales, los grupos bolivarianos han persistido en su populismo y radicalismo.
Esto último no solo ha conducido a complicadas situaciones en países como Venezuela , Nicaragua y Bolivia , sino que además ha extendido al resto de la región una suerte de referente que dificulta el consenso y la asunción de compromisos. Así, amplios sectores sociales descontentos con su situación en lugares como Chile o Colombia se encuentran huérfanos del liderazgo de una izquierda moderada que sepa vehicular ese malestar hacia canales institucionales. Retar al Gobierno gritando «el pueblo, unido, jamás será vencido» en Santiago o en Bogotá es romper lo sustancial en una democracia: fue el pueblo quien no hace mucho, mediante elecciones limpias, puso en el poder a Sebastián Piñera e Iván Duque .
Referentes radicales y falta de madurez
Si el referente es Lula da Silva llamando a sus seguidores a la calle en Brasil , Evo Morales hablando de golpe de Estado en Bolivia (sin admitir su intento ilícito de reelección) o Rafael Correa alentando la confrontación en Ecuador (sin reconocer que el rescate del FMI se debe a la crisis económica que él dejó), lógico es que las cosas se vayan a un extremo. Los sucesos en Chile prueban el poco liderazgo de la socialdemocracia chilena y su endeble situación interna; los de Colombia muestran que el centro izquierda sigue sin articularse, al menos de momento, dejando un espacio a Gustavo Petro y sus añoranzas bolivarianas.
Se ha afirmado que las protestas en Colombia son la natural respuesta de amplios sectores de la población que antes no salían a la calle debido a la anomalía causada por el conflicto armado. Las movilizaciones sociales estarían encontrando así un cauce democrático, después de décadas en las que el ruido de los fusiles no dejó escuchar el descontento de los colombianos. Pero la persistencia los últimos días de ciertos desórdenes públicos y de las manifestaciones callejeras a pesar del diálogo ofrecido por el Gobierno indica, en todo caso, que la anomalía política que supuso el conflicto armado sigue sin facilitar que el grueso de la izquierda alcance su madurez.
El dilema de los ajustes: crisis o revueltas
Una muestra de esa falta de madurez es no asumir que muchos de los países latinoamericanos necesitan serios ajustes económicos (el epítome de esa insensatez es la demonización del FMI). Se da la paradoja de que algunos líderes bolivarianos generaron crisis (es el caso de Ecuador y Argentina ; veremos cómo evoluciona económicamente Bolivia) que luego sus sucesores han tenido que hacer frente y que al tomar estos las medidas drásticas requeridas para remontar la situación se ven confrontados en la calle, alentados por los ya expresidentes. También en Chile y aún más en Colombia existe necesidad de ciertas reformas y algunas medidas de austeridad.
La cuestión es que entonces los gobiernos quedan ante el dilema de elegir entre crisis o revueltas. Es lo que en Brasil está viendo venir Bolsonaro , que ya ha anunciado una desaceleración en su programa de ajustes. La consecuencia de todo esto puede ser que al no llegar pronto la ansiada recuperación, los votantes se vuelvan contra quienes se quedaron en el intento y entonces regresen los viejos líderes radicales.
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