El Colegio Electoral sella de manera oficial la victoria de Biden en las urnas
La única vía que le queda a Trump es evitar que el Congreso reconozca los votos de los electores
![Miembros del Colegio Electoral en Pensilvania llegan a la votación](https://s3.abcstatics.com/media/internacional/2020/12/15/colegio-electoral-biden-koLE--1248x698@abc.jpg)
La votación del Colegio Electoral para determinar el próximo presidente de EE.UU., celebrada ayer, debía ser un trámite. Como mucho, una celebración de las tradiciones de la democracia más vieja y estable del mundo con esta antigualla -cada vez más discutida- de su sistema electoral. Era el día en el que los electores -los compromisarios que tiene cada estado en función de su peso demográfico, y que votan por el presidente- se reúnen en las asambleas legislativas estatales para formalizar su elección. Su voto no debería ser otro, claro está, que el determinado por la voluntad popular en cada estado.
La votación de ayer, sin embargo, venía con el fondo de escenario de un candidato -y actual presidente del país- que no reconoce la decisión de las urnas y asegura que ha habido «fraude masivo» y «robo electoral». Donald Trump no admite que Joe Biden le derrotó por más de siete millones de votos, y continúa agitando sus acusaciones -sin haber presentado evidencias consistentes- de que la elección fue un «amaño». A pesar de que -con una excepción en Pensilvania para un puñado de votos- los tribunales no le han dado la razón en más de cincuenta demandas. A pesar de que el Tribunal Supremo de EE.UU., el árbitro definitivo, haya denegado en dos ocasiones siquiera considerar las de Trump y de sus aliados. O de que el Departamento de Seguridad Nacional haya considerado las elecciones las «más seguras de la historia» del país o de que William Barr, fiscal general y aliado firme de Trump, haya reconocido que el Departamento de Justicia no ha encontrado pruebas de fraude masivo.
Todo ello redoblaba ayer la atención -y la tensión- en las votaciones del Colegio Electoral. Se celebraba después de un fin de semana con disturbios violentos en Washington y otras ciudades del país protagonizados por seguidores de Trump, que protestaban tras la decisión del Supremo del viernes de no entrar a considerar el intento de dar la vuelta a los resultados de las urnas. El Capitolio de Míchigan, por ejemplo, escenario de protestas en los últimos meses, fue acordonado en previsión de incidentes.
El trámite procesal discurrió, sin embargo, con normalidad. Al cierre de esta edición, la mayoría de los estados habían celebrado sus votaciones, y los electores habían depositado sus votos para los respectivos ganadores en sus estados. Eso incluía a los seis estados más decisivos, donde más ajustados estuvieron los resultados , y donde Trump y sus aliados trataron de cambiar -sin éxito- el signo de las urnas: Arizona, Georgia, Míchigan, Nevada, Pensilvania y Wisconsin.
Muchos de los protagonistas, ayer, fueron autoridades del partido republicano en estos estados, que han tenido que hacer frente a presiones feroces de Trump para torcer la voluntad popular. «Nuestros sentimientos, deseos y decepciones están subordinadas a la salud de nuestra democracia y a la voluntad de la mayoría», dijo Mike Shirkey , líder republicano en el Senado de Míchigan, y al que Trump le exigió que la asamblea legislativa no certificara los resultados en el estado, donde Biden ganó por cerca de 150.000 votos.
En Pensilvania, una de las grandes batallas electorales, se notó el peso de la historia. No solo porque los electores depositaron sus votos a favor de Biden en una caja diseñada por Benjamin Franklin y utilizada desde hace más de dos siglos. También porque su secretaria de Estado, Kathy Boockvar , recordó las palabras del último presidente que perdió las elecciones tras solo un mandato, como le ha ocurrido ahora a Trump. Fue George H.W. Bush , al que derrotó Bill Clinton en 1992, y su reacción fue muy diferente a la que ahora ofrece el multimillonario neoyorquino. «El pueblo ha hablado, y respetamos la majestuosidad del sistema democrático».
En Arizona, la secretaria de Estado, la demócrata Katie Hobbs , atacó a quienes buscaron subvertir el trámite de ayer: «Aunque habrá gente decepcionada porque su candidato perdió, es inaceptable y patentemente antiamericano que los actos de hoy sean algo más que una tradición celebrada con orgullo». Era una referencia a la celebración de votaciones alternativas por parte de republicanos, con sus propios electores, para alargar la contestación de los resultados por parte de Trump.
Votaciones alternativas
Por ejemplo, en Georgia, un grupo de republicanos se reunió en otra sala de su Capitolio y celebró una votación a favor de Trump. Lo anticipó Stephen Miller , asesor de Trump, en una entrevista en Fox News por la mañana, en la que dijo que habría «electores alternativos» en los estados decisivos, que votarían al presidente. «Enviaremos esos resultados al Congreso», añadió Miller. La estrategia parecía una subversión del orden constitucional, pero Miller la defendió para «mantener abiertas todas las soluciones legales» en su lucha por dar la vuelta a las elecciones. Lo mismo dijo Bernie Comfort, presidente de la campaña de Trump en Pensilvania, que se apresuró a decir que los electores alternativos «no suponen de ninguna manera un intento de usurpar o disputar la voluntad de los votantes de Pensilvania».
Es parte de la estrategia de Trump por mantener viva su lucha contra su derrota, que ha prometido no abandonar a pesar de la derrota definitiva en el Supremo y del golpe de realidad del Colegio Electoral. Esos esfuerzos tienen más que ver con la preparación de su próxima empresa política - una potencial candidatura a las presidenciales de 2024 - y con mantener el control del partido republicano que con una opción viable para conservar la Casa Blanca. Su única vía es evitar que el Congreso reconozca los votos de los electores el próximo 6 de enero, cuando se reúna para certificar los resultados. A día de hoy, es impensable.
Noticias relacionadas