Carmen de Carlos - EN EJE

Castigados

Los seguidores de AMLO arremetieron contra las movilizaciones que calificaron de «fifi», pijas

EFE

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Las sociedades hastiadas se rebelan. Es cuestión de tiempo. Las prisas y el modo de hacerlo lo determina su idiosincrasia y el bolsillo. En México lo escenificaron en «carro», bicicletas y motos. En 30 estados y 72 ciudades se esforzaron –con escaso eco en los mass media- en hacerle estallar los tímpanos a López Obrador. El presidente acusó recibo el mismo domingo y reaccionó a lo Chávez: «No coman ansias, en 2022 viene la consulta sobre revocación de mandato, reforma constitucional que yo promoví, para que la gente decida si me voy o me quedo.» Los seguidores de AMLO arremetieron contra las movilizaciones que calificaron de «fifi», pijas pero no tanto como para recurrir al, «O sea, tía», de Irene Montero.

En Brasil , la gente de a pie, prefiere las cacerolas y el paso ligero sobre el asfalto abrasado. Los que llevan toga, como Celso de Mello, decano del Tribunal Supremo, encuentran en la prensa, la plataforma de impacto donde colocar mensajes impropios de su cargo. Después de comparar a Bolsonaro con el nazismo en «Folha de Sao Paulo», el magistrado aseguro que existe un deseo de imponer, «una dictadura militar despreciable y abyecta en Brasil». La gente no parece coincidir con él. Según Datafolha. sólo el 43 por ciento de los brasileros, cree que la gestión del exmilitar, pese a los más de 30.000 muertos por Covid-19, es mala o muy mala.

El escenario de su vecina Argentina (un problema por el contagio) se construye de acuerdo al patrón de crisis de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias (más Alberto Gentili e Iván Redondo). Alberto Fernández sigue un «cronograma» a imagen y semejanza del Gobierno de España aunque… el país tiene menos de 600 muertos por coronavirus. Fernández (los dos) exprimen políticamente el «aislamiento» y lo prolongan hasta el 7 de junio. La imagen, en ocasiones, resulta «casi teatral», como lo describe en su último informe la consultora Starkelabs. Horacio Rodriguez Larreta, jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, comparte tarima con Fernández y el inefable Axel Kicillof, los dos reparten mandobles a los suyos mientras Larreta pone cara de poker. La misma de Fernández cuando la gente se manifiesta, en una decena de provincias, para denunciar la falta de «libertad, pan y trabajo», después de más de 70 días castigados en sus casas.

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