Batalla de luces en la frontera entre Polonia y Bielorrusia
El uso por parte de los inmigrantes de luces estroboscópicas para deslumbrar a los guardias fronterizos polacos contrasta con las luces verdes solidarias en las ventanas de las casas para llamar pidiendo ayuda
En la ciudad fronteriza de Bialowieza, entre Polonia y Bielorrusia, hay luces verdes en las ventanas de algunas casas . Es un código que los inmigrantes ilegales que cruzan clandestinamente entienden: pueden llamar pidiendo ayuda . «Está mal lo que está pasando, pero ellos son solo el eslabón más débil de una cadena perversa», justifica Tomek, uno de los lugareños, «les damos algo caliente, ropa seca, medicinas a los enfermos, un bocadillo... y se van». Puede seguirse de noche, en paralelo a la línea fronteriza, un camino de luces verdes que pretenden transmitir esperanza. Se trata de la iniciativa «Luz Verde», una apuesta silenciosa de los habitantes permanentes de la frontera por la solidaridad y la humanidad.
Pero en la misma noche fronteriza brillan otras luces verdes cuyo objetivo es mucho menos filantrópico. Las autoridades polacas han denunciado repetidamente el uso por parte de los inmigrantes ilegales de luces estroboscópicas de este color, junto a punteros láser, para deslumbrar a los guardias fronterizos polacos. Se trata de equipos proporcionados por «agentes bielorrusos», según el Ministerio de Defensa de Polonia, y son utilizados para inmovilizar a los policías de este lado de la frontera, deslumbrarlos y evitar que cumplan con su misión mientras grupos de sirios, iraquíes y yemeníes cruzan de forma clandestina.
En esta zona fronteriza de Polonia, los campos de maíz aparecen ahora abandonados. Los agricultores llevan semanas evitando cosechar con sus pesadas segadoras por miedo a masacrar a los refugiados que se ocultan en estos campos sin darse cuenta. «Los hay que se encuentran demasiado débiles para salir de su escondite o que no han logrado contactar con los traficantes de personas a este lado de la frontera», explica Kamil Syller, al que se considera fundador de la campaña de las luces verdes solidarias . Vive a solo cinco kilómetros de la frontera exterior de la UE, en el borde occidental del Parque Nacional Białowieża, en una sencilla casa de madera de estilo rural sencillo. Hace años, este abogado de 48 años se mudó deliberadamente con su esposa, que es pintora, lejos de Varsovia.
Sabe muy bien que, incluso fuera de los campos de maíz, pasar varios días al aire libre en esta zona y en esta época del año, sin el equipo adecuado, puede convertirse rápidamente en una trampa mortal. «Desde el verano los vemos a diario, cruzando el pueblo a escondidas… si te fijas puedes verlos como cervatillos entre los arbustos. Pero con la bajada de las temperaturas propia de estas fechas su situación se ha vuelto mucho más difícil, por eso comenzamos a iluminar la ventana con una luz verde, era una forma de decirles, en la noche, 'Aquí puedes llamar a la puerta, aquí te ayudarán. Aquí no hay que temer que llamen a la policía de fronteras'», relata Kamil Syller.
«El detonante fue el hallazgo al lado de casa de una mujer de 48 años, que acababa de sufrir un infarto, un hombre de 26 y una niña de cuatro, que yacían en el suelo, exhaustos». Después de llevarlos al hospital más cercano en su propio coche, decidió que «tenía que cambiar algo y hacerlo de forma rápida y pragmática, sencillamente para evitar que la gente muera en el bosque». «Sé que lo que hacemos, ayudar a inmigrantes ilegales que han cometido un delito y que están siendo perseguidos, nos coloca en una cuerda floja al borde de la ilegalidad y averigüé con colegas cómo podían argumentar los fiscales y cómo podían reaccionar los tribunales», reconoce, aunque asegura tener la certeza jurídica de que ningún tribunal puede atacar a los refugiados que realmente lo necesitan.
Luces prohibidas
Las otras luces, las luces verdes estroboscópicas, están prohibidas en el tráfico, tanto en Polonia como en Bielorrusia, y «son utilizadas como armas contra nuestros policías y nuestros soldados en la guerra híbrida declarada en la frontera», lamenta un portavoz de la policía fronteriza, que relata que son utilizadas para deslumbrar a los agentes, que después son golpeados con piedras mientras los grupos de inmigrantes ilegales cortan tramos de la valla e intentan cruzar. Cada noche resultan heridos varios agentes polacos.
Syller diferencia ente familias indefensas y grupos violentos de inmigrantes, asegura que entiende perfectamente el trasfondo político del problema, pero insiste en que no puede dejarse de lado la respuesta humanitaria. «Hace unos días, una mujer afgana dio a luz a un niño directamente en la zona restringida del suelo del bosque. El bebé habría muerto con toda seguridad si no hubiesen pedido ayuda. Cuando se dan cuenta, al cabo de unos minutos, de que en realidad solo queremos ayudar y no tenemos nada que ver con la policía fronteriza, incluso los hombres adultos estallan en sollozos. Eso es lo que nos ha llevado a hacer pública esta ayuda en Facebook, para que más gente participe si quiere», señala. Tuvo miedo de la reacción de los vecinos, pero «fue un día muy especial cuando el alcalde de Michałowo, donde se encuentra la sede de la policía fronteriza polaca, anunció que participaría personalmente en la acción. Eso envía una gran señal».
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