La baja participación cuestiona la consulta euroescéptica de Holanda

La consulta no vinculante tuvo una abstención de casi el 70 por ciento; el «no» al acuerdo de la UE con Ucrania ganó con el 61 por ciento de los votantes

El vicepresidente de la Comisión Europea (CE), Frans Timmermans, se dispone a votar en el referéndum no vinculante sobre el acuerdo de asociación UE-Ucrania, en un centro electoral de Heerlen, Holanda EFE

ENRIQUE SERBETO

Se planteó como un ejercicio de profundización democrática y de participación ciudadana, como una consulta mas o menos inocua sobre una decisión de política exterior y ha terminado siendo un experimento perverso en el que una minoría puede usar las urnas para causar un terremoto político cuyas consecuencias podrían afectar a millones de personas que no sabían siquiera que los holandeses estaban votando. La consulta celebrada ayer en Holanda es una utilización torticera de un mecanismo ingenuo de participación ciudadana. Y aunque la pregunta era sobre la ratificación del acuerdo de asociación entre la UE y Ucrania , los promotores lo han convertido en un referéndum sobre la propia Unión.

Según los resultados anunciados, los partidarios del «no» al acuerdo habrían ganado el referéndum con una ventaja indiscutible del 61% frente a un raquítico apoyo del 39% . Pero la participación se habría quedado en un 32,2%, con un margen de error del 3%. Los grupos euroescépticos habían celebrado la organización de la consulta como si fuera un anticipo del referéndum británico. De hecho, hasta los partidarios de la salida del Reino Unido como el nacional-populista británico Nigel Farage, han hecho campaña a través de los medios. En Holanda se utilizó un mecanismo novedoso que permite convocar una consulta por iniciativa popular con un número escaso de firmas, sin importar el asunto del que se trate.

Ratificación pendiente

Los votantes tenían que pronunciarse sobre una parte del Tratado de Asociación que la Unión Europea ha firmado con Ucrania que representa la voluntad estratégica de los Veintiocho de vincular el futuro de aquel país con Europa, en contra de la voluntad hegemónica de Rusia. Holanda es el único país que aún no ha completado esa ratificación, pero sin su visto bueno el tratado no puede entrar en vigor y lo que han decidido los gobiernos y parlamentos de los demás 27 países no tendría validez. ¿Acaso los votantes que dieron su «no» al tratado estaban tratando de contentar a Vladimir Putin? El autócrata del Kremlin seguramente ha seguido con regocijo este proceso jaleado por los euroescépticos y llevado a cabo en nombre de cierto concepto de la democracia. Para Ucrania, este acuerdo es el que el presidente prorruso Viktor Yanukovich se negó a firmar por presiones de Moscú, lo que provocó la sublevación proeuropea del Maidan en 2013. Es cierto que se trata de un referéndum consultivo y que el Gobierno no estaba obligado a cumplirlo, pero el primer ministro Mark Rutte -que para colmo ejerce la presidencia rotatoria de la UE este semestre- hubiera tenido que afrontar una situación extremadamente difícil.

Un primer paso

Pero, pese a todo, los euroescépticos se han tomado esta consulta como un primer paso para llegar a plantear en un futuro una pregunta explícita sobre la permanencia o no de Holanda (uno de los miembros fundadores) en la UE. Los electores holandeses ya se pronunciaron en su día contra el proyecto de Tratado Constitucional, aunque entonces lo hicieron después de que los franceses lo hubieran rechazado. El líder populista Geert Wilders ya ha dicho que este referéndum es el comienzo de «una nueva era, porque no son ni Bruselas ni La Haya los que toman las decisiones, sino el pueblo holandés».

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