Pedro Rodríguez
Amiguito ruski del alma
En sus 500 días como presidente, Trump logra que Putin se ofrezca a Europa como un aliado fiable
en virtud del forzado aprendizaje de idiomas durante la Guerra Fría, Putin habla alemán y Merkel habla ruso. Los dos con bastante fluidez, aunque Angela se cuida mucho de hacerlo en público. Gracias a esa complicidad lingüística, se dice que casi una vez por semana, la canciller alemana llama al Kremlin para ponerse al día con el líder-para-siempre de Rusia. Lo cual, según la ironía de un gran amigo con sentido de humor muy británico, debe ser el equivalente a mantener una cita semanal con el dentista.
Tras 500 días de Trump en la Casa Blanca, Europa y Rusia parecen tener más ganas de hablar que nunca. Merkel ya lo dijo todo sin citar nombres en mayo del año pasado: «Los tiempos en los que nos podíamos fiar completamente de otros están llegando a su fin». Un demoledor dictamen sobre hasta qué punto el presidente de EE.UU. está logrando redefinir el mundo, las reglas del juego internacional y el liderazgo americano.
Apalancado en el trumpismo sin fronteras y en los rusófilos que gobiernan en Grecia, Hungría, Italia y Austria, Putin se pasea estos días por Europa para capitalizar la frustración colectiva generada en buena parte del Viejo Continente por el America First (and only). Con unas relaciones trasatlánticas cada vez más complicadas por un creciente memorial de agravios que abarca desde la lucha contra el cambio climático hasta el acuerdo nuclear con Irán, pasando por la peligrosa guerra comercial iniciada por Washington.
Ante tanta paradoja y confusión, se olvida que Putin hasta hace cinco minutos era parte del problema y no de la solución. Por sus intervenciones en Ucrania, Crimea y Siria. Por su injerencia en toda clase de elecciones y conflictos europeos, siempre a favor de las opciones populistas o nacionalistas más impresentables. Por su virtuosismo intoxicador a base de «fake news». Y por envenenar (literalmente) a sus opositores con armas de destrucción masiva.
Gracias a Trump, Putin se puede dar el lujo de presentarse ante Europa como un fiable aliado y seguro socio comercial. Todo un amiguito ruski del alma.
Noticias relacionadas