El milagro tras la terrible erupción del Timanfaya que duró seis años y arrasó la mitad de Lanzarote en 1730
La expulsión de lava se prolongó hasta 1736, sepultó once municipios, levantó montañas y obligó a la mayoría de la población a exiliarse. Los pocos que se quedaron se beneficiaron del inesperado auge que provocó la ceniza en la economía, la agricultura y el turismo de la isla hasta el día de hoy
Cuál ha sido la erupción de un volcán más larga en Canarias
El 1 de septiembre de 1730, las bocas del Timanfaya , en Lanzarote, comenzaron a expulsar lava. Aquel día, a los vecinos ni se les pasó por la cabeza que aquel fenómeno de la naturaleza que les amenazaba iba a durar nada menos que seis años, sepultar hasta once municipios, levantar montañas donde antes no las había y crear una línea de kilométrica de fisuras que arrasó con casi la mitad de la isla canaria.
La mayoría de sus habitantes huyeron de Lanzarote. Estaban convencidos de que la vida se había terminado allí para ellos como consecuencia del volcán. Perdieron toda esperanza. «El fuego corrió por los lugares de Tingafa, Mancha Blanca, Maretas, Santa Catalina, etc., destruyéndolos todos y cubriendo con sus arenas, lava, cenizas y cascajos los de Asomada, Iñaguadén, Gerias, Macintafe, San Andrés… El estrépito de aquellas explosiones era tan fuerte que se oyó en Tenerife, a pesar de distar 40 leguas de la isla», explicó en aquellos años el célebre historiador canario José Viera y Clavijo .
Lanzarote contaba en aquel momento con dos mil personas, el 25% de las cuales residían en las aldeas que más sufrieron las lenguas de lava. Estos municipios eran los más importantes desde el punto de vista económico y en ellos vivían los empresarios y agricultores más pudientes, puesto que su entorno estaba formado por las tierras más fértiles. Las consecuencias fueron terribles para la isla. No se tienen noticias de que hubiera experimentado un fenómenos igual en su historia, pues provocó una reestructuración del territorio, de su jerarquía social y de su modelo productivo. Todo cambió.
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Sin embargo, los pocos valientes que se atrevieron a resistir en Lanzarote tuvieron una gran recompensa. Muchos hablaron de milagro según las creencias de la época, puesto que las zonas cubiertas por la arena volcánica y las cenizas más finas, tal y como ocurre ahora con el volcán de Cumbre Vieja , en La Palma, se volvieron más fértiles y empezaron a crecer plantas. Esto se deriva, al parecer, de la capacidad para absorber y retener la humedad de este material.
«Los laboriosos campesinos conejeros supieron sacar buen provecho y sustanciosa utilidad del inicial cataclismo, consiguiendo para la agricultura de la isla nuevos cultivos y más rentables», contaba el mencionado historiador canario.
El más importante fue el cultivo de la vid, que impulsó la rica zona de la Geria , en el centro de la isla. Fue así como nació el característico vino de la zona que aún se produce y es uno de los motores de Lanzarote. Para obtenerlo, los campesinos tuvieron que apartar la arena volcánica hasta llegar al suelo antiguo, sembrarlo, cubrirlo con piroclastos y protegerlo con muros circulares, con el objetivo de que la arena filtrara el rocío de la noche y evitara que la calima secase las plantas.
La agricultura de Lanzarote dejó de depender del cereal y, por ejemplo, comenzó a exportar a diferentes partes del mundo la planta de la que se extraía sosa para la elaboración de jabones, que se conoce como barrilla. La pesca también mejoró debido a que la lava penetró en el mar y transformaron una costa de la isla especialmente rica en recursos marinos. Y otorgó un paisaje tan novedoso y extraordinario que acabó convirtiéndose en una gran atracción turística. De hecho, el Parque Nacional del Timanfaya, con 25 volcanes activos, es el más visitado de España con casi dos millones de entradas al año. Se puede decir, por lo tanto, que la economía de la isla recibió uno de los empujones más importantes de su historia gracias a la erupción de 1730... tras la inicial catástrofe.
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