Borja Cardelús - Destellos de Hispanidad

El secreto de Colón

¿Es posible que Juan Pérez, monje de La Rábida y confesor de la Reina quebrantara el secreto que en confesión le había confiado Colón?

Retrato de hombre, óleo sobre lienzo de Sebastiano del Piombo, fechado en 1519.

Por Borja Cardelús

Un día cualquiera de la década de 1480. Un barco, maltrecho tras una larga travesía, arriba a uno de los puertos de la isla de Madeira , de soberanía portuguesa. Los tripulantes han muerto, y el único superviviente llega en estado agónico, siendo recogido por un hombre que le acoge en su casa.

Muere poco después, pero antes tiene tiempo para relatar a su salvador las circunstancias de su extraño viaje. Era marino de uno de los muchos pesqueros andaluces que se adentraban en el Atlántico en busca de caladeros, cuando unos alisios sostenidos empujaron mar adentro al barco por aquel océano terrorífico y temido, supuestamente habitado por monstruos marinos y asolado por infernales borrascas y calmas inextinguibles .

El viento persistente los había arrastrado hasta unas tierras desconocidas, pobladas por gentes de rasgos exóticos. Al contacto con ellas contrajeron la sífilis, y emprendieron a toda prisa la vuelta a casa, pero solo pudieron llegar hasta Madeira.

Mas antes de morir, el marino tuvo tiempo de narrar a su anfitrión los pormenores y las claves de aquellas tierras, que este fue anotando con sumo cuidado. Ese último superviviente de tan extraña peripecia se llamaba Alonso Sánchez , natural de Huelva, y quien le recogió y oyó su aventura se llamaba Cristóbal Colón.

La certidumbre del llamado «marino anónimo», se encuentra en la propia redacción de las Capitulaciones

Se explica pues la extraña convicción de Colón sobre su proyecto. Colón sabía que había otras tierras allende el océano. Arropó científicamente su plan y logro transmitir su certeza a los monjes de La Rábida, y con su ayuda fue cultivando las demás adhesiones, hasta culminar en las famosas Capitulaciones para el Descubrimiento.

Se tiene por cierta la existencia del predescubridor, porque lo avalan los hechos. Así, la soltura con que Colón se mueve por las Antillas a partir de un cierto momento; la existencia en las islas de algunos nativos con rasgos blancos, fruto quizá de los marinos anteriores; y sobre todo la seguridad con que Colón encara la ruta de vuelta, el tornaviaje, arrumbando hacia el nordeste en busca de los contralisios, fijando la ruta que sería definitiva en los viajes de retorno de América.

Pero por encima de todo, la certidumbre del llamado «marino anónimo», se encuentra en la propia redacción de las Capitulaciones. Pues en ella los Reyes otorgan títulos a Colón sobre las tierras «que ha descubierto». ¿Que ha descubierto? En esta frase se insinúa veladamente el secreto de Colón, y se explica el extraño viraje de los reyes, que convocan de urgencia a Colón cuando ya le habían despachado por sus excesivas pretensiones («márchese en hora buena»), y estaba abandonando España para ofrecer su proyecto a Francia. ¿Fuera posible que Juan Pérez, monje de La Rábida y confesor de la Reina quebrantara el secreto que en confesión le había confiado Colón? Quedaría justificado tal pecado: Al fin y al cabo estaba en juego una empresa de tanta trascendencia como la evangelización del Nuevo Mundo.

*Borja Cardelús es autor de la obra 'América Hispánica' y cada domingo firmará en ABC Historia un «destello» de Hispanidad.

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