Cataria

Piedra, placer, hoguera

Pedro A. Cortés

Cuesta recordar que todo diamante fue una piedra o que Paul Newman y Sophia Loren fueron una vez sólo una célula. La naturaleza tiene una capacidad inmensa para ocultar su simple fuerza en bellas y sofisticadas formas, creadas siempre con elementos básicos. Pues me acordé con los platos de Cataria. Del mar o el campo, con extrema selección y poco proceso, pero dificilísimo de cuadrar, pasan por el fuego y la piedra . Este memorable lugar logra convertir la brutalidad natural en sofisticación, en placer y sabores primitivos presentados de forma sublime. Alimentarse es una necesidad. Aquí hablamos de algo que va más allá de tal rutina y del hecho de llevarse algo a la boca. Es satisfacer un deseo inmemorial, disfrutar de la conexión telúrica, de esa parrilla como una cancha de baloncesto que hipnotiza primero la vista, a la entrada, y luego marca el paladar con una magia vieja que llega al plato, a la copa, el entorno y la compañía. A la salida.

Cádiz tiene todos los ingredientes para alimentarnos. A veces, hay que poner empeño en encontrarlos. Aquí lo ponen. Le tenía ganas y acerté. Poco o nada cabe decir de la costa chiclanera, de La Barrosa, del respetuoso Novo Sancti Petri. Aún gana más con esta broma tan afortunada, un trocito del norte en el sur, en uno de los pocos hoteles de cinco estrellas con los que cuenta la provincia. El Iberostar Andalucía Playa acoge a Cataria, un a sador de esencia vasca pero con los mejores productos de por aquí . Su oferta estrella es el pescado y, menos, las carnes sin caer en el compromiso forzado con la vaca retinta. Instalada la mesa de magia y llamas en la misma terraza del restaurante, el comensal puede disfrutar del trabajo del maestro parrillero antes de que llegue al plato el manjar señalado. La carta del Cataria, hermano pequeño de Elkano en Getaria (una estrella Michelín) , es digna de la marca, amplia y centrada en el mar: ortiguillas, urta, acedías, besugo, bocinegro, borriquete, salmonetes, mero, atún o morena…Todo pasado por las brasas, como el pulpo de roca, los langostinos de Sanlúcar o el bogavante y la langosta.

Para abrir boca, aceite de oliva firme y un buen pan de campo, serrano y bien buscado, como acompañamiento de los platos, que se incluye en el servicio por comensal. De entrante, ostiones de San Fernando abiertos al momento y templados a la brasas con suave escabeche marino. Tan largo nombre de plato se perdona porque fue un placer delicado que sumergía la boca en las más limpias aguas atlánticas. Las que también nos regalaron de segundo entrante los gambones a las brasas. De buen tamaño y en su punto exacto. Para los amantes del marisco, una voltereta inmóvil. Se cobran por unidad, me hubiera trajinado un kilo. Pero no es lo mismo comer que alimentarse.

Por recomendación del camarero, disfrutamos de un marmitako de choco y atún. Plato de cuchara fina, elegante. Nada de gran cantidad, sí de mayor intensidad. Tersura deliciosa de sabores que reaparecen en la memoria. Terminamos con un cogote de corvinata que compartimos entre dos. Medio kilo de pescado blanco en su punto perfecto de braseado. Todo acompañado de una manzanilla en rama de Sanlúcar y un riesling, otro norte y sur, que terminó de alegrar la noche. Por cierto, carta de vinos extensa y felizmente rebuscada, como la carta, pensada, cavilada: espumosos, blancos y tintos de gran nivel. Algo más breve en la selección de dulces, con predominio de Pedro Ximénez.

Me quedé con ganas de probar cómo tratan las carnes en la parrilla, especialmente la chuleta de vaca gallega, sin más, sólo a las brasas prodigiosas que maneja el gurú de la tribu. Pero confío en repetir. Sueño.

El servicio y las instalaciones, una sala diáfana y sencilla, animan a disfrutar. Hubo un apagón -afectó a toda la costa turística de Cádiz esa noche- que impedía pagar con tarjeta. El apuro del personal, la búsqueda de soluciones durante muchos minutos, y las sonrisas, el apuro, convirtieron un problema en una muestra de profesionalidad . Hermosa, romántica, terraza ensalzada por el mobiliario de forja y los jardines clásicos.

Chiclana Piedra, placer, hoguera
Valoración
Muy buena

Comida

5/5

Servicio

4/5

Ambiente

4/5
Datos útiles
  • Dirección: Restaurante Cataria, Calle Amílcar Barca, Urbanización Novo Santi Petri, España

    Mapa
  • Horarios: Lunes de 13:00 a 15:30 horas. Jueves de 20:00 a 23:30 horas. Viernes, sábado y domingo, de 13 a 15:30h y de 20:00 a 23:30 horas.

  • Teléfono: 664150752

    Llamar
  • Web: https://www.restaurantecataria.com/

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