Charlène, la nadadora que siempre estuvo triste
Esta pareja siempre fue una duda de pareja
Alberto de Mónaco viaja a Disneyland Paris con sus hijos
Lunes
El acuerdo de separación de Charlène y Alberto de Mónaco no es necesariamente la noticia, sino que había ahí un matrimonio por deshacer . Lo digo porque esta pareja siempre fue una duda de pareja. Asomaban juntos de vez en cuando, y la foto de felicidad conyugal servía para crónicas donde siempre se conjeturaba si estos dos ilustres eran o no eran felices. La separación, ya digo, nos recuerda que fueron matrimonio, algún día. Charlène pasó tres meses en Sudáfrica, su tierra. Ya hubo quien quiso leer más allá de eso que Charlène había regresar a sí misma, dejando la familia orillada en Europa. Dijo que veía a los hijos por internet. Del marido no dijo nada. Igual siempre hubo razones suficientes para pensar en esta pareja un divorcio , pero esta pareja es una pareja exótica que nunca sabes si está contenta o triste. Era. Nunca supimos ni siquiera si estaban mejor alejados que en compañía. Charlène fue nadadora de profesión, y su obsesión era el deporte, y no el protocolo. Su vocación era llegar primera a la meta, y no quedar finísima en cócteles de marquesas. Pasó de particular de buena lámina a la consorte de Don Alberto de Mónaco, o sea, una princesa. O sea, un relevo de Grace Kelly , con pasado de piscina. No la recuerdo alegre. Igual en su pasado está su futuro.
Martes
«Yo soy mi herencia», escribió Goethe. Vale para Morante de la Puebla .
Miércoles
Rosa Villacastín y Miguel Angel Almodóvar desclasifican algunos secretos del Mayte Commodore, hoy Commodore a secas, renovado como un barco sideral, mientras un almuerzo en el sitio. Fue previsiblemente amena la cita, y soleada, y esclarecedora, porque ambos saben el latín de casi todos los baúles, y el archivo de las gastronomías y el copeo de las confidencias. Commodore es un clásico del hondo Madrid eterno, y ahora esta viviendo un relumbrón a cualquier hora, porque lleva renovadamente el menú de jaleo no gastronómico David Felipe Arranz, que es diablo de sapiencias, y no se cansa. Ahí mismo bailó en su día un bolero Fernando Fernán Gómez , ese gigante pelirrojo, con María Félix, la belleza de ojos de dulce espanto. A la segunda copa se solía quedar entredormido Edgar Neville, y el Che Guevara se escoró allí, con su copa de escoltas, respirando esa media luz de noche que el local tuvo, incluso de día, sobre todo en el día. Ahí fotografiaron a Juan Domingo Perón, y a Don Juan Carlos. Fue acaso el restaurante principal de la vida madrileña, durante los setenta. Tuvo unos premio de Teatro, y Taurinos, que acuñaron época, como recordó Villacastín, y ahí se conspiró en adulterios y comunismos. No fue, este sitio, sólo un acierto gastronómico sino más bien una conquista social, porque al Commodore no se iba sólo a probar el bistec al whisky, sino a celebrar las deshoras a cualquier hora, ahí donde alternaban Fraga o Carrillo, José Sacristán o Lola Flores. Se llevaba entonces el alterne de postín y las costumbre de boite. Se llevaba mucho la palabra postín y la palabra boite. Hoy es un buque de gran vidriera donde se celebran álbumes de versos y tertulias sobre la ciudad ebria, trasnochadora y cabaretera.
Jueves
«Conocer a Marisol fue como ver a Jesucristo». Palabra de Amaia, cantante embelesada.
Viernes
En medio del espumillón promocional, preguntan a Chanel quien es su rival, y dice que ella misma. La respuesta es inteligente, y yo creo que incluso verdad. La chavala viene cumpliendo una campaña de atleta, y resulta tan simpática ante los medios competentes, y hasta incompetentes, como insomne en las ganas de afinar lo suyo. Yo estoy con ella, desde el principio, entre otras cosas porque es clamorosamente mejor que sus detractores. Se aprecia que ama su oficio, y eso es ya una victoria. Para Eurovisión, y para siempre. Aunque en Eurovisión el talento suele quedar muy orillado entre musas talluditas, barítonos de bingo, amanerados de lamé y alguna gogó que no sé qué pintaba ahí. Lo que ha pasado a menudo con Eurovisión, por rachas, es que resultaba un orfeón de frikis que todavía no se habían dado cuenta de que lo eran. Pero Eurovisión es Eurovisión. España siempre cumplió, porque hemos enviado incluso a un friki propiamente dicho, Chikilicuatre, y quedó como si fuera un intérprete, el tío. El resto de veces, por lo general, hemos enviado a un cantante, desde Pastora Soler a Betty Missiego, o Julio Iglesias, o Raphael, y el gran éxito fue que nuestro artista no resultara un friki. Si nos ponemos serios, casi diríamos que algunos han seguido sus carreras respectivas a pesar de Eurovisión. Pasará con Chanel. Gane o no.
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