Sebastian Vettel vio sentado desde el box cómo Lewis Hamilton le arrebataba a Daniel Ricciardo, su nuevo compañero de box, la primera 'pole' de la temporada 2014. Lo hizo con el ceño fruncido, pensando en qué había fallado para no pasar el corte en la Q2. El decimotercer tiempo -saldrá decimosegundo por la sanción de cinco puestos a Valtteri Bottas debido a la sustitución de la caja de cambios fuera de plazo- es un resultado paupérrimo para el hombre que lo ha dominado todo en la Fórmula 1 de los últimos años. Ni siquiera una eventual remontada podía animar a un Vettel que hace mucho que olvidó qué era eso de tener más de dos o tres coches, a lo sumo, por delante en una carrera.
En el automovilismo hay gestos que dicen mucho más que el propio resultado de la competición a la hora de analizar al piloto. No es la primera vez que se ve cómo Vettel no soporta perder. Ese puño lanzado contra el aire cuando le confirmaban que su crono le dejaba fuera de la pelea por la 'pole' le sentó como un puñetazo en el estómago, y escuchar el rugido de la grada abucheándole le agrió más la situación. En Melbourne no olvidan su trato hacia Mark Webber, y la presencia de otro 'aussie' en Red Bull, Daniel Ricciardo, hacen de Albert Park un terreno poco amistoso para el tetracampeón del mundo.
Las justificaciones, más o menos argumentadas, no tardaron en llegar desde Red Bull. La primera llegó de parte del propio Vettel, cuando confirmó que durante la noche le habían instalado en su RB10 un nuevo software que debía aplacar los problemas de control sobre el coche que sufría. En segundo lugar, en Red Bull se apresuraron a recordar que el accidente de Kimi Räikkönen había impedido a su piloto mejorar su tiempo.
Tanto uno como otro argumento caen por su propio peso. En primer lugar, la comparación entre cómo controlaba Ricciardo el RB10 y cómo se peleaba Vettel con el mismo deja muy a las claras que el australiano se ha adaptado al nuevo estilo de pilotaje requerido por los nuevos motores V6 Turbo y al alemán le está costando mucho más. El segundo argumento, el del accidente de Kimi Räikkönen, fue rebatido por la propia FIA cuando llamaron a Sebastian Vettel, junto a Kevin Magnussen, porque había dudas de que hubiera reducido mientras las banderas amarillas estaban desplegadas en pista. ¿Si Vettel no redujo y realizó su vuelta con cierta normalidad, por qué no pudo pasar a la Q3? Obviamente, los comisarios no castigaron al alemán.
La inmensa sonrisa de Ricciardo
Mientras que Vettel está sumido en un posible inicio de crisis -aún es pronto para enterrar al piloto que ha roto todos los récords- en el box de al lado hay una sonrisa que cada vez se hace más grande. Es la de Daniel Ricciardo. El australiano, recién ascendido a Red Bull, sigue dando muestras de por qué Helmut Marko apostó por él para sustituir a Mark Webber.
No parece que Ricciardo vaya a ser dócil con Vettel. Expresivo como pocos, 'Dan' no pudo ocultar una cierta satisfacción al verse en la rueda de prensa oficial del sábado acompañando a los hombres de Mercedes, mientras que su compañero estaba en el box. «Volveremos al box y veremos qué le ha pasado a Seb», dijo mientras se le escapaba una ligera sonrisa. En la Fórmula 1, tu primer rival es tu compañero. En Red Bull, además, es tu máximo enemigo. Le queda mucho que demostrar a Ricciardo, pero su constancia y su potencial le convierten en una chinita en el zapato de un Vettel que no ha arrancado como quisiera.
Pese a todo lo ocurrido este fin de semana y en la pretemporada, que nadie entone eso de 'fin de ciclo'. Red Bull no ha sabido aún adaptarse a la nueva Fórmula 1, y Vettel está sufriendo más de lo que él mismo había previsto, pero también es cierto que si Ricciardo es capaz de pelear por los puestos de arriba, Vettel volverá a colarse en los puestos altos a no mucho tardar. Quizá, en ese proceso de adaptación que debe acometer el campeón, también debe acomodarse a una Fórmula 1 en la que no siempre va a tener un monoplaza para vencer por aplastamiento. Quizá es por eso por lo que, ahora, no puede evitar torcer el gesto.