En breve:
Rubio, 27 años, sonrisa agradable, milimétricamente desaliñado, con una barba de tres dias impecablemente descuidada y con un apellido que habla por si solo en la Fórmula 1. Rosberg. Sí, es Eric Nicolas (Nico para los amigos) Rosberg, el hijo del campeón de Fórmula 1 Keijo (Keke para los amigos) Rosberg y de la intérprete Gesine Gleitsmann Dengel (Sina Rosberg para los amigos).
Nico Rosberg nació alemán, en Wiesbaden, un 27 de junio de 1985. Tres años antes, su padre se había proclamado campeón del mundo con el equipo Williams. Su infancia se desarrolló en Mónaco, esa pequeña ONU de millonarios, de ciudadanos del mundo sin apego a raiz alguna salvo al dinero. Por ello, para desenvolverse con naturalidad en ese particular y elitista mundillo su madre se empeñó en que aprendiera idiomas y nadie mejor que ella para supervisar su educación. Así, Nico habla perfectamente alemán, inglés, francés e italiano y ahora está estudiando español. Pero a la vez ese mismo exclusivo mundo le imprime una sensación de falta de arraigo a país alguno. Nace en Alemania, vive en Mónaco, sus primeras carreras las gana en Francia y empieza a competir como finlandés pero su pasaporte es alemán. Al fin y al cabo, su padre nació en Estocolmo, compitió por Finlandia y vivió desde siempre en Mónaco. Y es que don Keke Rosberg ha marcado y mucho la vida de su hijo Nico. Desde los seis años le ha llevado en volandas para ser piloto de Fórmula 1. Y bien sabe de qué va esto porque fue el manager del bicampeón Mika Hakkinen y también de los pilotos como Letho y Panis. Nico Rosberg ha crecido escuchando los sabios consejos de su padre, que le ha colocado siempre en los mejores equipos. Él solo necesitaba hacerlo bien, ser rápido. Probar un F-1 con 17 años no está al alcance de cualquiera, o mejor dicho, de nadie. Pero si te apellidas Rosberg o Piquet es más fácil. Renunció a sus estudios de aerodinámica para marcharse a la recién creada GP2, con el mejor equipo del momento, el Art Gran Prix, donde militaron Hamilton, Sutil, Vettel, etc, y evidentemente, ganar el título.
Nico Rosberg es el paradigma del niño perfecto. Del niño criado y creado para ser una estrella. Siempre políticamente correcto, con la sonrisa siempre a mano, con el desaliño perfectamente estudiado, un metrosexual contenido, sin alardes, siempre en la vanguardia pero nunca rebelde, sabedor de lo mucho que debe a su cuna.
Inició su carrera en la Fórmula 1 en el mitíco equipo Williams que coronó a su padre pero desde el 2010 abanderó el nuevo equipo Mercedes-Petronas, aunque siempre a la sombra del mito Michael Schumacher. Y sobrevivió. De hecho ha sido Nico Rosberg el único que ha dado alegrías a la escudería germana con el único triunfo de las balas plateadas hasta el momento. La victoria en China y el segundo puesto en Mónaco auparon a este joven piloto que ha sabido tener la paciencia imprescindible para aguantar la sombra del heptacampeón y la capacidad de aprendizaje necesarias para convertirse en uno de los pilotos más rápidos de la parrilla que cada año se supera a si mismo. Ahora tendrá de compañero a Lewis Hamilton, con el que compartió volante en la GP2. Son los dos niños mimados de la F1. Criados por y para correr. Y con el nuevo Mercedes darán más de una sorpresa en las calificaciones para intentar colarse entre los McLaren, Ferrari y Red Bull en busca de los puestos de podio.
Sigue con su novia,Vivian Sibold, alemana, con los mismos 27 años que Nico. Se conocen desde niños. Sus padres se conocen desde siempre. Ella es decoradora de interiores. Son tal para cual. Son el centro de atención de todas las fiestas ‘fashion’ de Alemania y del Principado.