Kimi Räikkönen, durante el GP de Australia./Paul Crock (AFP)
Ha vuelto. El tipo intransferible de la Fórmula 1, auténtico y original envuelto en una personalidad única. Kimi Räikkönen está de regreso después de un par de años en los rallis en los que no veía las carreras «porque siempre tenía cosas mejores que hacer». Ejemplar puro y que siempre ofrece la versión genuina de sí mismo, el finlandés dejó su sello en el acto inaugural de la temporada. Serias dificultades con la comunicación. Se lió con los mensajes internos en la radio de su equipo, Lotus, y anticipó nuevos episodios que recuerdan estampas del pasado, aquel helado en el box en medio de la tormenta de Malasia cuando todos los pilotos estaban en su coche o aquel gin-tonic descamisado en un yate de Mónaco cinco minutos después de retirarse.
«¿Por qué me sacan a mí todas las banderas azules?», preguntó aturullado por el team radio. Confusión en Melbourne, estupor en el garaje de Lotus, risas sin mofa en la F-1 ante la reaparición del genial nórdico. Nadie le estaba advirtiendo a él, sino a otros conductores doblados que debía dejar paso a sus perseguidores.
La turbación se apoderó desde ese momento del box de la escudería francesa y la comunicación se instaló en la nebulosa.
Unas vueltas más adelante, Kimi Räikkönen volvió a accionar el intercomunicador con sus estrategas apostados en el muro. «Hay un problema en el alerón del coche», anunció con su hilo de voz grave tan característico. «No pasa nada. ¿Nos comprendes, Kimi? ¿Lo has entendido?», le replicaron desde el garaje.
Pero esta vez el campeón del mundo tenía toda la razón. No se estaba refiriendo al alerón de su Lotus, sino a la tablilla del coche de Kobayashi, que circulaba unos metros por delante de sus narices. El japonés de Sauber tenía, en efecto, problemas en la parte posterior de su monoplaza. El ojo clínico del perenne despistado había detectado la anomalía. Esta vez Kimi no se estaba liando, sino que temía lo que pudiera pasarle si el alerón que tenía delante suyo salía por los aires.
Su crónica despreocupación respecto a los problemas no es una leyenda urbana. Kimi vive confiado en las bondad de un mundo feliz, donde la gente disfruta y no se altera por los síntomas alcahuetes del qué dirán. Como bien recuerda de cuando en cuando Pedro de la Rosa, es el único piloto de la historia capaz de preguntar a qué hora son los entrenamientos de los viernes cuando los entrenamientos de la Fórmula 1 llevan años, incluso décadas celebrándose siempre a las diez de la mañana en su horario europeo.
Kimi ha vuelto y de su calidad como piloto, por algo es uno de los seis campeones del mundo en activo, se espera también lo mejor. Veremos.