Niños y rabietas: los terribles dos años
Durante los dos primeros años es habitual que los niños comiencen a tener rabietas constantes que a menudo son difíciles de gestionar por los padres. Te ayudamos con ello
Nuestro bebé ha alcanzado sus dos primeros añitos y con ellos, se da cuenta rápidamente de que puede manejar la frustración a su antojo, demostrar su enfado e insistir en conseguir lo que quiere con facilidad. Es por ello que los padres de los niños de 2 años nos preguntamos constantemente cómo gestionar los berrinches de nuestros hijos. Para responder a estas y otras cuestiones contamos en esta ocasión con la ayuda de Marta Fernández Francés, Maestra de Educación Infantil en el colegio Ceu San Pablo de Valencia . «El niño está en una etapa de crecimiento y maduración vertiginosa, por ello, considero más respetuoso y efectivo tratar de ponerse en sus zapatos para entender su frustración y darle herramientas para canalizar ese torrente emocional que le desborda. Si se siente comprendido y acompañado en todo momento desarrollará un apego seguro que le permitirá explorar el mundo y desarrollarse. De esta manera, con el tiempo, irá aprendiendo a actuar, comportarse y gestionar aquello que siente de manera más autónoma», explica la experta.
Lo primero que debemos hacer para manejar una rabieta de un pequeño de dos años es comprender el punto de desarrollo en el que se encuentra. Según Marta Fernández, «a los dos años los niños comienzan a desarrollar las habilidades lingüísticas; les escuchamos decir palabras e incluso algunos se lanzan con frases cortas y pensamos que son capaces de expresar aquello que sienten pero su lenguaje todavía es inmaduro. Su forma de comunicarse con el mundo exterior es a través del grito, la pataleta o el llanto; podemos entenderlo entonces como una forma de supervivencia ya que de esta forma nos hacen saber qué es lo que necesitan en cada momento».
Y es que no solo se trata de un periodo en el que los niños viven grandes cambios a nivel intelectual, sino también social, afectivo y de aprendizaje que le permiten conocer el mundo que les rodea. «Su lenguaje irá evolucionando y enriqueciéndose, y aprenderá a poner nombre a lo que siente, que es el primer paso para aprender a gestionar sus emociones», añade la maestra de Educación Infantil.
Anticípate a su llanto
Teniendo en cuenta todo esto, lo cierto es que es normal que empiece a descontrolarse, a probar los límites, a querer hacer cosas por él mismo y todo esto acaba significando que se presentan a menudo berrinches y episodios de enojo y frustración. Sin embargo, nosotros como adultos que somos, podemos posicionarnos en un lugar de apoyo y sobre todo intentar anticiparnos antes de que el pequeño arranque a llorar. «Las rabietas forman parte del desarrollo del niño y, aunque cueste creerlo, tienen su parte positiva pues le brinda oportunidades de crecimiento y evolución», opina Marta Fernández. Por tanto, conviene aceptarlas (a veces nos empeñamos en luchar contra ellas) y acompañar a nuestros pequeños mostrándoles comprensión y afecto. Pero seamos prácticos, algunas se pueden evitar ¿cómo? «actuando antes de que llegue la tormenta. Conocemos muy bien a nuestros niños y somos capaces de anticiparnos, por ejemplo, a sus necesidades de hambre, frío o sueño», añade la maestra.
Una rabieta intensa, en especial en público, puede hacer que perdamos los nervios , que se quede fuera de control. «En estas situaciones los niños salen de su zona de confianza y tienen que hacer un esfuerzo por adaptarse a un nuevo lugar, a personas desconocidas y a estímulos distintos a los que perciben normalmente. En este escenario en el que se sienten inseguros, nerviosos y alerta cualquier pequeño detalle puede desencadenar una rabieta. La clave para afrontarla está en nuestra mano ; de nuestra respuesta dependerá su comportamiento en el futuro. Si los niños detectan que sus rabietas fuera de casa tienen un efecto distinto en nuestro comportamiento no podrán predecir nuestra actuación y se sentirán inseguros», nos explica Marta Fernández. Pero ¿cómo ayudarles?: «Debemos guiarles con coherencia en esta etapa de su desarrollo empleando los ingredientes adecuados (amor, respeto, empatía y mucha paciencia)», añade la experta. No debemos olvidarnos de que nosotros somos los adultos y debemos mostrarnos tranquilos en todo momento, no importa si estamos solos con él o tenemos un grupo de gente observando la situación.
Rabietas y cansancio
La falta de descanso es un motivo de rabieta frecuente ; cuanto más cansados están, más fácil es que los niños tengan una rabieta. «Si en el momento de esa explosión irracional conseguimos mirar más allá de lo que está sucediendo (gritos, lloros, pataletas…) comprenderemos que muchas veces son señales de sueño o cansancio. A través de esas conductas nos transmiten su malestar y, a su manera, nos piden ayuda para gestionar aquello que están sintiendo», comenta Marta Fernández.
«Llegados a este punto, debemos, en la medida de lo posible, mantener la calma y acompañar a nuestros pequeños en esa incomodidad que sienten. ¡Qué duro debe ser para ellos seguir el ritmo que marcamos los adultos! Podemos también anticiparnos a la situación y establecer en casa unas rutinas de sueño que ayudarán a los niños a saber lo que va a ocurrir en cada momento y así sentirse seguros», añade.
Noticias relacionadas