Coronavirus

Capítulo VIII del ingreso de Ramón: «¿Para qué todo esto en mi vida?»

Las reflexiones de Ramón Pinna durante sus distintas estancias en el hospital, donde está ingresado por Covid-19

Ramón Pinna

Octavo capítulo con las reflexiones de Ramón Pinna , ingresado por tercera vez en un mes en el Hospital General de Villalba, de Madrid, por coronavirus :

La luz apagada del box de urgencias me regala el reflejo de mis constantes vitales en el vidrio de enfrente, y la sinuosa sucesión de picos y valles que dibuja mi frecuencia cardíaca.

No me resulta entretenido seguirlo con atención, pero me ayuda a no pensar por qué estoy de vuelta, por qué otra vez, por qué sin mi familia nuevamente.

No sé lo que es un derrame pulmonar en la pleura, como no supe antes lo que era una embolia . No sé cuánto de grave es, ni qué más puede desencadenar.

A las 5 de la mañana mi cabeza se detiene al fin y engancho un sueño mediocre del que despierto helado, empapado en un sudor también helado. Las sábanas el pijama, todo me hiela... trato de arroparme entre cables y sábanas revueltas.

Mi silencio no tiene más respuestas y yo ya no tengo nada que ofrecerle, ni siquiera preguntas... ya no tengo preguntas...

Quedo mirando vago al mismo vidrio y a los mismos datos y dejo pasar por fin a mi escena a esa hermana de la vida, de la que nadie quiere oír hablar, pero que rezuma nuestra existencia: la incertidumbre .

Reviso en el catálogo de recursos imprescindibles para la supervivencia humana en tiempos de tribulación y miedo, y me quedo con dos de los diez primeros de la lista. La paciencia y la esperanza.

Voy tejiendo horas de pensamientos positivos agarrando al vuelo cualquier señal de la vida que nunca deja de emitir.

Recibo así, y me abrazo, a la señal de no tener fiebre, a la de empezar a comer con ganas, a la de no marearme mucho al levantarme, y a la de las sonrisas y el ánimo de cada rostro que entra a saludarme, sea para lo que sea.

Y por fin mi doctora, sabiduría y humanidad. Un diagnóstico , un porqué razonable, una expectativa positiva y un refuerzo de esperanza.

Hay camino, hay salida, y habrá esfuerzo... sobre todo para no tratar de entender demasiado y concentrarme en avanzar.

Hemos construido un mundo de certezas e indicadores. De referencias claras y objetivos exactos y concretos. Pero la vida , la de verdad, no sabe nada de eso. Su curso sigue y avanza como avanza el agua de un torrente cargado en primavera, con ese ruido y con esa lógica.

La vida no me pregunta ni qué días es hoy ni qué quiero que pase. La vida me pasa y solamente yo, puedo intentar interpretarla correctamente si acierto con las preguntas.

No necesito un porqué. No necesito mirar atrás ni entender más. Mi pregunta es ¿para qué? ¿Para que ha sucedido esto en mi vida?. ¿Qué sentido quiero que tenga?, ¿Cómo quiero recordarlo? ¿Cómo querrán mis más cercanos que esto me mejore?

No soy otra persona distinta a la que era hace 40 días . No sé más, ni creo haber crecido.

Pero el espejo ahora me devuelve cicatrices con forma de pregunta... y todo esto, ¿para qué en tu vida?

Hoy no tengo la respuesta, pero sé que existe y cualquier día no lejano me toparé con ella por sorpresa, y ella conmigo.

Y la vida lo sabe, y en primavera baja muy cargada de agua.

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