Testimonios del Coronavirus
Capítulo séptimo del ingreso de Ramón: «No todos somos iguales, aunque tengamos un Ministerio de Igualdad»
Tres ingresos, una neumonía, una tromboembolia y un derrame pleural después... Consiguen hacerle el primer test
Séptimo capítulo con las reflexiones de Ramón Pinna , ingresado por tercera vez en un mes en el Hospital General de Villalba, de Madrid, por coronavirus:
«NO SOMOS TODOS IGUALES»
Y es así, aunque tengamos un Ministerio de Igualdad .
O es quizás que lo tenemos precisamente por eso... y sucede que nos falta aún mucho por recorrer en esta carrera -que es de todos- por ser libres e iguales entre nosotros y ante la ley.
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Anoche, como cada noche justo antes de cenar, me puse el termómetro en casa. 37,8. Sentí volar libre un vértigo por mi habitación hasta que se posó en mis hombros todavia flacos de todo lo vivido. Repetí varias veces la prueba implorando un error, un mal ajuste... un algo -lo que fuera- que cerrara las puertas de un abismo nuevo... o de mi viejo abismo ya conocido .
María terminó de cenar con los niños y nos bajamos de nuevo al Hospital de Villalba a entregarnos en las manos sanadoras y en el espíritu generoso de todo su equipo.
A diferencia de otras veces, llegaba tranquilo, con sensaciones de no estar especialmente mal, convencido de que volveríamos a casa con un antibiótico y a seguir con la recuperación.
En la sala de espera de fuera, no había nadie. Me trasladó a la normalidad el ver salir a un señor al que le habían atendido de una contusion y pensé: «ojalá sea pronto así de nuevo...»
Pasé el control de enfermería, y dentro era otra cosa. En la sala habría unas diez personas de las que al menos nueve, estaban allí con un origen común.
Eran las 21.30 de la noche.
Un rato más tarde me senté con una doctora a la que no había visto en veces anteriores, pero que venía «cortada» por ese patrón de persona maravillosa que deben trabajar en la «sala de diseños» del Hospital de Villalba, para la que, cuando pase todo esto, pediré sin duda una visita.
Nuevas radiografías de tórax, nuevas analíticas, y a esperar. Conseguí pasar el tiempo cruzando algún mensaje con María, apostando ambos por la hora a la que llegaríamos a casa... los dos.
A la una y media de la madrugada me llamó la doctora a consulta... «Ramón, te tienes que quedar. Lo siento. La placa y la analítica han salido regular, peor en todo caso que cuando marchaste. Parece que todo se debe a un derrame con infección en la pleura».
No podía cerrar los ojos, ni tampoco dejar de mirarla. Me levanté despacito, le di las gracias y salí a despedirme de María, a la que esta vez vi un poquito más emocionada que a mi mismo.
A las dos de la madrugada entré de nuevo en un Box de urgencias para iniciar todo el proceso, cargando desde el minuto uno toda la artillería curativa.
La enfermera me reconoció detrás de la mascarilla. Y yo a ella, Andrea. El día de mi primer ingreso, llevaba su nombre escrito en la mascarilla de seguridad. La vi durante horas cogiendo vías y calmando corazones, siempre amable y alegre. Ejemplar .
Y ahora estaba allí, atendiéndome como si fuera su propio hermano. Al terminar de ponerme todo, casi a las cuatro, se acercó, sacó una varita de un bote y me dijo: «Te voy a hacer el test, Ramón, ¿te parece?»
- Claro, le dije.
Me quedé solo y pensativo. Después de 34 días enfermo, de más de 20 días aislado, de 14 días hospitalizado de momento, de fiebre, de una trombosis pulmonar, de una neumonía y de un derrame pleural, por fin tenía el test .
(En todo este tiempo, los mismos médicos que me salvaron la vida, no me pudieron hacer el test antes por falta de existencias, por no tener si quiera para ellos mismos para salvaguardar su propia seguridad , o por que los pocos que había quedaban exclusivamente para los enfermos que llegaban en estado más crítico. Desde el principio me diagnosticaron por mi clínica como positivo por COVID y acertaron, como en cada cuidado y desvelo que han tenido conmigo).
En cualquier caso, traté de encajar noticias como las de los test masivos que se quieren hacer ahora, las de los test fallidos, las de los test que no llegan... pero solamente reposaba en una de ellas:
Cada vez que un diputado, un senador o un cargo político , ha tenido un síntoma leve de coronavirus, ha accedido al test de inmediato... y además nos lo ha contado a todos por twitter: tanto el test de inicio, el del final, e incluso las repeticiones que se estimaban necesarias.
No me tengo por necio y comprendo que el Jefe del Estado o el del Gobierno deban tenerlos asegurados, como deben tener una habitación preparada en un hospital porque ambos representan a nuestras mas altas instituciones y nos representan a todos
Pero salvando su excepción, iguales todos.
Sin colores, ni siglas, ni cargos, porque en todas partes... ya se han cocido habas.
Bueno, iguales no. Antes incluso que todos los iguales, deben primar los verdaderos servidores públicos que nos cuidan y protegen y junto a ellos, todos nuestros mayores, vulnerables ante este virus asesino.
Creo que soy una buena persona, al menos igual de buena persona que el mejor de nuestros políticos. Creo que tengo un compromiso social tan elevado como el más elevado que pueda tener cualquiera de nuestros diputados, senadores o cargos electos o nombrados.
Aunque sea por cuestión de edad y de trayectoria, he aportado seguro a nuestro sistema fiscal y a nuestra seguridad social, más que la mayor parte de ellos, y además lo he hecho siempre con orgullo. Pero yo no silbo y tengo un test.
Y también tengo un trabajo, unas responsabilidades laborales y personales que asumir, y sobre todo una familia expuesta a mi enfermedad. Pero yo no silbo y tengo un test.
No es cierto, no. No somos todos iguales. Hay unos que son más iguales que otros, y otros que silban y si tienen un test... y con el test todo lo que te puede cambiar la vida por ello, o todo lo que ya te ha cambiado sin retorno posible.
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