Begoña Oro: «Los niños se merecen un relato de la pandemia abierto a la esperanza»

Publica «Los días en casa» un libro infantil que reúne «lo mejor» del confinamiento

La escritora Begoña Oro Toñi Galán

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En lo más alto de la curva de la pandemia , cuando nuestras emociones caían en picado en dirección contraria al ritmo vertiginoso de contagios y fallecimientos . Justo en esos días de angustia, cuando los datos no daban tregua y solo la incertidumbre cabía entre las cuatro paredes (siempre las mismas cuatro paredes; siempre la misma incertidumbre). En ese preciso momento nació «Los días en casa» (RBA) . Begoña Oro concibió este libro como un oasis emocional para los niños , los grandes escondidos de toda la crisis sanitaria, económica y social. De un día para otro, se quedaron sin colegio, se quedaron sin abuelos , se quedaron sin amigos , se quedaron sin parque , se quedaron sin calle... y sin respuestas.

La propia Oro se quedó sin ellas porque el mismo día que sus editoras contactaron con ella para proponerle llevar a cabo un álbum que reflejara los aprendizajes de estos días, recibieron la noticia de la muerte de un familiar. «Me encantó el enfoque y sentí que encajaba con mi necesidad de poner palabras a esto y dárselas a mi público “natural”: los niños y niñas. Aun así, dudé. Dudé por la dificultad , por el momento de angustia que estábamos viviendo...».

Pero la autora de «La pandilla de la ardilla» o «Tú tan cáncer y yo tan virgo» quería retomar su estrecho vínculo con niños y jóvenes como siempre lo ha hecho, con la literatura , el sentido del humor y cierto toque poético . Por sus páginas pasan balcones, bizcochos, telecolegio y teletrabajo , videollamadas a los abuelos, papás malitos, y la hora del aplauso. Pequeños y pequeñas reales y con escenas del propio confinamiento. « ¡Hemos estado haciendo todos lo mismo! Cada casa es un mundo, pero la globalidad de esta pandemia ha hecho que estos nuestros mundos se asemejaran mucho más que antes. Durante un tiempo, hemos estado más unidos que nunca en ese aplauso que era un momento de merecidísimo agradecimiento a quienes tenían que salir de casa para cuidarnos, pero también era nuestro boquear diario desde nuestra pecera, un momento de fiesta vecinal, un “no estamos solos”».

«La vida siempre se abre paso». «A la tristeza y al miedo les gusta estar quietos. Lo mejor de moverse es que te libras de ellos». Cada situación que se les ha podido hacer cuesta arriba viene acompañada de una ilustración y de una frase que le dan la vuelta y la convierten en oportunidad. En los dibujos de Núria Aparicio ( @lapendeja ) todos sonríen y hay una luz ... «Son maravillosos. No me quejo de mi vecindario, que es estupendo, pero no estaría nada mal vivir en uno pintado por ella», confiesa la escritora.

Con respecto a las «moralejas», Begoña lo tiene muy claro: «En realidad, muchas de esas cosas nos las han enseñado los niños a los adultos . Su capacidad de adaptación es admirable. Mira, la niña que envió el reto de la harina (no puede celebrar el cumpleaños con sus primos y les desafió a hacerse una foto embadurnados) es nieta de aquel familiar fallecido que comentaba. Eso no invalida su sufrimiento, solo muestra que la vida efectivamente se abre paso».

En mitad de la tragedia, el hilo con el que Oro ha tejido cada escena ha sido: «Buscar “lo mejor” de los días en casa . Ese es el estribillo del libro. La enfermedad está ahí , como trasfondo, porque no se trata de negar la realidad. Y en un momento dado, el color verde, como la esperanza, está a punto de acabarse. Pero se busca la fórmula para tener más, claro, porque los niños se merecen un relato abierto a la esperanza . Ya lo decía Gianni Rodari : “Hace falta que el niño haga reserva de optimismo y de confianza para enfrentarse con la vida. Y así, no descuidamos el valor educativo de la utopía. Si no confiásemos , a pesar de todo, en un mundo mejor , ¿por qué razón iríamos al dentista ?”».

Ella misma ha seguido esta filosofía en la intimidad de su encierro familiar: «Tengo un hijo que cumplió quince años durante el confinamiento . ¡Y qué difícil ha sido también para todos esos adolescentes (y sus progenitores )! Hemos discutido, hemos hecho muchos mimos, hemos relajado ciertas normas, hemos mantenido otras, nos hemos ayudado con nuestros respectivos deberes (él también leía lo que yo escribía), hemos montado sobre vaivenes emocionales como si fuéramos surfistas australianos profesionales».

De hecho, La escritora quiere que «Los días en casa» se convierta en un testimonio de agradecimiento : «Me encantaría que el libro fuera un regalo de padres a hijos como agradecimiento por todo lo que nos enseñaron. Ellos, que muchas veces han sido olvidados, han sido lo mejor de estos días en casa y se merecen mil libros y aplausos. Es verdad que gran parte de su incombustible alegría proviene de su inocencia y del esfuerzo de muchos adultos que andaban aguantándose las lágrimas . A esos padres y madres que han hecho ese enorme esfuerzo en medio de un caos vital, personal, laboral... vaya desde aquí mi aplauso ».

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