LIBROS

Odiseas, insectos y microguerras

Que el pequeño elefante Babar sea una lectura para niños, nadie lo duda. O un personaje como Alicia Caediza, que no hace más que tropezar. Pero ¿y «La odisea»? Pasen y lean

Ulises, Babar, el príncipe indio, el reloj de Gombronia y Alicia Caediza David de las Heras

PALOMA TORRES

En un homenaje que le dedicaron en la clausura del Festival Iberoamericano de Literatura Infantil y Juvenil de 2014, la escritora Montserrat del Amo recordaba el escándalo que produjo entre algunos «barones y baronas» el que los niños y los libros infantiles llegaran a ocupar los salones nobles de la Biblioteca Nacional. Se enlazan en este hecho algunos temas profundos en los que Montserrat del Amo fue pionera y defensora: la consideración de la literatura infantil y juvenil y también el fomento de la lectura.

Ella contaba una anécdota durante el acto del homenaje. Un día se le estropeó el coche y lo llevó a un taller que estaba justo enfrente de su casa. Al tomarle los datos, le preguntaron su nombre. Y al escuchar «Montserrat del Amo», un chico joven salió de debajo de un coche y corrió a saludarla emocionado con las manos todavía manchadas. Ella había estado en su colegio y les había leído un cuento. El que tomaba los datos, que era hermano mayor del chico, le dijo a la autora: «Muy bueno tenía que ser el libro para gustarle a este, porque es muy bruto».

Un príncipe «normal»

Montserrat del Amo murió hace unos pocos meses. Son recomendables muchas de sus obras conocidas («Rastro de Dios y otros cuentos», «Los hilos cortados», «Zuecos y naranjas», «Álvaro a su aire» o «Cuentos para contar»). Ahora SM (El Barco de Vapor) edita «El turbante rojo» (7,50 euros), que trata sobre un príncipe indio que cree que no le sirve de nada ser un príncipe y decide hacerse pasar por un niño normal de la calle. Escritora de la vida cotidiana, merecería muchas líneas.

Pero, ampliando el espectro hacia una mirada más general, un observador atento de las novedades de literatura infantil y juvenil del año 2015 detecta, en mi opinión, dos ausencias. Con muchas excepciones, pero dos ausencias. Una es básica: la ausencia de la historia . De entre los miles de libros infantiles y juveniles que se editan al año, en general de manera cuidada y magnífica en su factura, son muy pocos los que contienen una historia contada. Una historia que mantenga la tensión narrativa necesaria para la adhesión a la lectura del niño, una historia que contenga un acontecimiento revelador, una aventura que quede en el recuerdo. Muchos libros actuales de niños tienden a lo conceptual y también a plegar la historia a segundos intereses , algo literariamente inaceptable por muy loables que estos sean (promover el respeto al medio ambiente o dar a conocer una enfermedad, o educar para la tolerancia, por ejemplo). Muchas historias languidecen entre páginas hermosas y de aspecto atractivo.

Siempre puntuales

Un libro combativo a este respecto y que sí rescata una gran historia clásica es «La odisea» , de Homero (en la excelente adaptación de Charles Lamb ) que publica, ilustrada, la editorial Gadir (19 euros). En esas páginas se encuentra Ulises, el héroe, y el encanto del viaje, están los ideales y las batallas interiores en las que también se reconocen el niño y el adolescente de la actualidad. La intensidad de una historia que, como escribe el editor en el prólogo, es también desconocida por muchos lectores adultos.

Otra buena historia: «Alicia Caediza» (Editorial Picarona, 12 euros). Escrita por el italiano Gianni Rodari , autor mítico de «Cuentos por teléfono» o «Gelsomino en el país de los mentirosos», es un cuento lleno de humor sobre una niña que tiene tendencia a caerse mucho, como indica el título. Cae dentro del despertador, en una botella, en el bolsillo de su padre...

Otra obra recomendable, esta de un autor reciente, es «La microguerra de todos los tiempos» , de Andrés Barba (Siruela, 14,90 euros; e-book: 7,99 euros). Este libro sorprende por el hecho sencillo (según se mire) de que cuenta bien una historia, y porque consigue tejer un trasfondo de fina reflexión sobre el tiempo. Sucede que en el pueblo de Gombronia, donde los habitantes son siempre puntuales, se ha estropeado el reloj más importante. Dos niños, Manuel y Mara, descubrirán el misterio.

Soy pequeñito

Y, por último, la recuperación de un personaje entrañable, que forma parte de la conciencia lectora de varias generaciones: se trata de «Babar» , de Jean de Brunhoff (Blackie Books, 22 euros), en un recopilatorio con prólogo de Sendak que contiene todas las historias del pequeño elefante (también la editorial Milenio lanza una de ellas: «Babar y Papá Noel» ; 18 euros).

Hablábamos de una segunda ausencia en el panorama actual de la literatura infantil y juvenil. Esta (de nuevo con excepciones) es la ternura, el afecto con el que se mira el mundo por primera vez, y cuya presencia es más infrecuente de lo esperado en los libros infantiles y, aún en menor medida, en los juveniles. Vienen a la cabeza, como paradigmáticos, «El principito», de Antoine de Saint-Exupéry, o «Platero y yo», de Juan Ramón Jiménez, y un ejemplo moderno, muy alejado en estilo y extensión de los anteriores: el álbum ilustrado «Soy pequeñito» , de Juan Arjona y Emilio Urberuaga (A Buen Paso, 16 euros).

Ulises, el héroe, es el encanto del viaje, los ideales y las batallas interiores

Para terminar estas líneas, dos libros que están destinados menos al buscador de historias y más al lector-investigador. Uno es «La calle mayor» , de Alice Melvin (Corimbo, 14,96 euros), ilustradora muy reconocida. Es un libro hermoso y original, en el que se acompaña a una niña por la calle principal de una ciudad cualquiera. El lector ha de levantar distintas solapas, contemplando el interior de las tiendas y las curiosidades que allí suceden.

Y, por último, el «Inventario ilustrado de insectos» (Kalandraka, 16 euros), editado con mucho cuidado, que reúne 65 especies de insectos que proceden de Europa y del resto del mundo y da información e ilustraciones de estilo científico. Forma parte de una colección más amplia de inventarios (de los mares, de los árboles, de animales con cola), que ayudan a hacer descubrimientos del mundo que nos rodea. Algunos de ellos, por su intensidad, permanecen, como le sucedió al chico mecánico que no pudo evitar saludar con emoción a Montserrat del Amo, que había visitado su colegio, y le había leído un libro.

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