La emotiva historia de Artiel, el sastre que tejió una lección de vida para sus hijas

A sus 91 años, Artiel siempre afrontó con gran calma que algún día se iría al otro barrio y, para ello, quiso dejarlo todo atado

Laura Peraita

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Artiel nunca quiso ser sastre como su padre y su abuelo. «Yo quería ser electricista —asegura con gran orgullo y rotundidad—, pero mi padre decía que eso de "juntar cables" era una tontería , así que no me quedó más remedio que seguir la saga familiar y formar parte de la tercera generación de sastres en mi familia», explica Artiel, de 91, e ingresado en la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital de Cuidados Laguna .

Hasta este lugar llegó derivado del Hospital Universitario de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid por una leucemia grave. «Aquí me encuentro fenomenal. Estoy encantado. ¡Como en un hotel de cinco estrellas! —afirma muy animado—. Me despierto, me ducho me cambio, desayuno... Todo yo solo auqnue hay unas enfermeras estupendas que me tratan y me cuidan con mucho cariño. Estoy muy tranquilo y entretenido. Tengo muchas cosas por hacer. De momento ocupo muchas horas releyendo y editando un libro que he escrito "Tratado de satrería" y que se va a publicar en varios idiomas. Se trata de un conjunto de indicaciones sobre patronaje y otras cuestiones que durante muchos años expliqué a los 3.500 alumnos que tuve en la Academia Superior de Sastrería».

Artiel con un varias enfermeras en el Hospital de Cuidados de Laguna en Madrid

Pero no es el único libro que ha escrito, cuenta con al menos otros diez manuales y, como amante de la lectura, quiere donar su extensa colección de libros y revistas al Museo del Traje, «de eso se encargará una de mis cinco hijas» . Explica que en su casa de la calle Mayor de Madrid tiene dos bibliotecas. «Es una casa muy grande donde aún conservamos el taller de costura, los probadores... Por eso aquí me encuentro más recogido, con todo más a mano. Mi mujer y mis hijas me traen lo que necesito cuando vienen a verme cada día».

«¡Un día nos van a echar de aquí!» , apunta su mujer Isabel. «No para de pedir que le traigamos cosas de casa. El otro día su ordenador para poder seguir haciendo cursos que ve en internet y, hoy, la guitarra». «¡Me encanta la guitarra!», añade él mientras le indica a su hija que la saque de su funda.

Artiel toca la guitarra en presencia de su mujer Isabel y su hija Amanda

Artiel la agarra y no duda en ofrecerse en medio de la entrevista a deleitar a todos con unos acordes . Mientras se dispone a hacerlo para un momento y se disculpa: «mis dedos ya no me dejan tocar igual que cuando era joven» . Aún así, prosigue orgulloso y se lanza por unos instantes. No duda en apuntar que se trata de una guitarra de gran valor fabricada en 1923 , «toda una joya que también donaré cuando ya no esté en este mundo», confiesa.

Artiel no tiene miedo a la muerte. «Viviré todo lo que Dios quiera mientras me dé salud. Aquí estamos de paso. Tener miedo es de tontos. El problema es que hay gente a la que le gustan mucho las cosas materiales y temen perderlas. Reconozco que yo tengo fe en Dios y eso me ayuda, pero no hay que engañarse porque todos sabemos que estamos de paso. Eso sí, me quiero ir al otro barrio con todo bien organizado, sin dejar cosas pendientes. Tengo cinco hijas y cada una sabe lo que debe hacer cuando yo no esté: Ana, encargarse de la biblioteca; Amanda, de los papeleos y el notario...».

«Tratado de Satrería», el libro que ha escrito y muestra con orgullo

Al final de la entrevista confiesa muy ilusionado que le queda un sueño por cumplir. «Vestirme muy elegante con un traje que tengo precioso, que venga mi hermano "el pijo" con su coche descapotable y me lleve a dar una vuelta en avioneta para ver Madrid desde el aire y así despedirme de la ciudad. Yo me lo paso bomba volando y, además, me río mucho porque a mi hermano no le gusta nada volar y lo pasa fatal, lo que me hace más gracia —bromea—. Y si no puede ser una vuelta en avioneta, pues en globo», añade sin reparos.

Sin embargo, Artiel no pudo dar la última puntada a su vida con ese viaje en avioneta o en globo. Falleció al poco arropado por el amor inmenso de su familia. En ellos ha dejado la gran lección de vida de vivir con esperanza, ilusión y optimismo hasta el último suspiro. Un regalo que se teje poco a poco, pero que perdura en la eternidad.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación