Coronavirus

La emotiva carta de una enfermera a un bebé prematuro en la UCI nacido el día que se dictó el decreto de alarma

El bebé nació con un peso de apenas un kilogramo el 14 de marzo, el mismo día que Pedro Sánchez decretó el estado de alarma

La foto del bebé está tomada sin flash en la UCI del Hospital Universitario Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares (Madrid) ABC
Carlota Fominaya

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Lucas nació prematuro, a las 28 semanas y apenas un kilogramo de peso, justo cuando el presidente Pedro Sánchez anunciaba en la televisión el comienzo del estado de alarma. Lleva desde el 14 de marzo ingresado en la UCI del Hospital Universitario Príncipe de Asturias (Alcalá de Henares) , pero ronda ya el 1.700 gramos de peso y evoluciona bien. «Sus padres -asegura Susana Rivero-, son una pareja estupenda, que realmente están teniendo un comportamiento ejemplar, dadas las circunstancias», asegura esta especialista en neonatología. «No pueden estar juntos, y tanto lo bueno como lo malo lo están pasando por separado. Todo son alabanzas hacia el personal», recalca esta enfermera, recién salida del turno de noche de la Unidad de neonatología.

«La historia de ese niño me ha conmovido mucho -admite esta especialista-. Cuando el pequeño nació, su padre, italiano, estaba muy concienciado y no quería ni tocar al niño. Costó días que metiera la mano en la incubadora ». Después, a la semana de nacer, recuerda, «nos dio un susto muy grande. Se puso muy malito, se le hizo la prueba de coronavirus porque las circunstancias nos obligaban a ello, y durante unas horas le tuvimos en aislamiento. Tuvimos que ponernos todos los equipos de protección para poder tratarle, y cumplir con todos los protocolos. Por fortuna, se descartó. Se trataba de una complicación propia de la prematuridad, que se resolvió muy favorablemente».

En estas circunstancias, expone, «todo ha cambiado en cuanto a que no hay visitas de familiares, nos tenemos que poner el EPI cuando vamos a los partos , se trata a todas las mujeres como si fueran positivas desde el punto de vista de la protección de los profesionales y se limitan a un solo progenitor las visitas. Los padres están realmente solos: no tienen el apoyo de nadie de su padre, de su madre de sus hermanos... todo es muy frío». Además, añade, «para nosotras está siendo muy duro el tener que limitar el contacto físico con las familias, porque la confianza a la que llegamos nos invita en ocasiones a darles un abrazo, un beso… A veces los padres necesitan eso, un contacto físico que ahora no podemos tener», reconoce esta enfermera.

« Pensar en ese niño -reflexiona- es pensar en todo lo que estamos viviendo en nuestro país . Llevamos en casa un mes, justo desde el 14 de marzo, cuando el presidente daba el discurso del estado de alarma y Juan venía al mundo de forma prematura». Habitualmente, explica esta especialista, «cuando los bebés cumplen un mes les hacemos una coronita, pero como a mi las manualidades no se me dan nada bien, decidí escribirle una carta. Quise darle una nota de calidez al trato que tenemos con esta pareja».

Aquí la carta completa escrita por la enfermera de neonatología Susana Rivero Viñas, del Hospital Universitario Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares :

«Y EL MUNDO SIGUE GIRANDO…»

Hace poco más de un mes que se paró el mundo en el que vivimos. O eso es lo que pareció. Un nuevo virus cuyo alcance no podíamos ni llegar a imaginar, hacía que se cerrasen colegios, tiendas, bares y restaurantes. Hasta las calles se cerraron al tránsito de quienes no cumpliesen la norma establecida. Parecía todo detenido… Todo, excepto la frenética actividad de los hospitales, donde las horas del día se quedaban (y se siguen quedando) cortas.

Pero no todo se detuvo. Había eventos frente a los que no se podía luchar. No se podía prohibir a las futuras madres que pariesen llegado el momento. Y peor aún: no se podía prohibir a los bebés que naciesen antes de tiempo.

El mismo día en el que se decretaba el estado de alarma, increíblemente de manera simultánea, nacía Juan. A las 28 semanas de gestación llegaba al mundo sin previo aviso, tan solo haciéndole notar a su madre que «se movía menos». Con 1.050g de peso y totalmente ajeno a lo que sucedía a su alrededor, nos hacía darnos cuenta de que seguíamos siendo útiles y necesarios en aquella labor que desempeñamos a diario, que impedía nuestra presencia en otros lugares del hospital, tan saturados y necesitados de personal.

Hoy Lucas cumple un mes. Ha estado recibiendo la compañía únicamente de papá y mamá. Pero, además, jamás juntos. Si ella está en el hospital, él espera su turno pacientemente en casa. Si es él quien acompaña al niño, la madre se extrae la leche en su hogar para luego llevársela a su retoño. La información médica es escuchada por uno de los dos en la más absoluta soledad : no hay abrazos que consuelen, no hay un hombro sobre el que sostenerse cuando hay malas noticias. Se digieren durante el trayecto coche de camino a casa. Con suerte ese día no le parará la Guardia Civil y no tendrá que detenerse a dar explicaciones.

El padre nunca ha visto a su mujer con el bebé en brazos . La madre jamás ha sido testigo del piel con piel de papá e hijo . Jamás el uno ha visto al otro dándole el biberón al bebé . Ahora Lucas está iniciándose en la lactancia materna: su papá no puede deleitarse con la escena como lo hacemos las que tenemos el placer de trabajar aquí. No existe foto de familia . «Hay tiempo» , pensamos todos. «Lo realmente malo es cuando el tiempo se ha terminado» .

Un niño de casi cinco años espera en casa, siempre en casa, la llegada de su hermanito. Ha comprendido desde el principio que no puede ir al hospital a conocerle. La paciencia, que nunca fue una virtud infantil, se hace presente ante la situación vivida. Seguro que madurará antes de tiempo, seguro. Abuelos en la distancia, con las fronteras cerradas, que conocen a su nieto a través de una pantalla , que siguen su evolución mediante WhatsApp y llamadas telefónicas. Que amplían cada imagen hasta que los píxeles no dejan ver de manera nítida. Que sufrieron desde la lejanía en su nacimiento, su empeoramiento a la semana de vida, la sospecha de que él también hubiese sido atacado por tan odiado virus. Que sufren el doble, por su nieto, y por sus hijos. Que anhelan ese abrazo que todos anhelamos, algunos por la pérdida, ellos por suerte, por la llegada al mundo de un gran luchador.

Quizá en unos meses nos encontremos por la calle y no nos reconozcamos. Nuestros rostros ocultos bajo mascarillas solo nos permitirán recordar esos ojos , esas miradas. Miradas de ansiedad, de preocupación, de temor, de anhelo. Ojos que buscan otros que les digan, «tranquilos, todo va a salir bien». Ojos inolvidables. Muchos días hablando mirándonos solo a los ojos. Creo que los reconocería entre cientos.

El estado de alarma sufre prórrogas. Aún hay tiempo antes del alta . ¿Saldrá Lucas en régimen de confinamiento? Es probable que sí. Pero, ¿acaso importa? Algunas cosas han dejado de tener importancia. A otras les damos mucho más valor que antes. Lucas es solo un ejemplo de los cientos de bebés prematuros y con otras patologías que están naciendo en estos días de desolación y tristeza infinita. Esos bebés en los que volcamos todo el amor que guardamos dentro, con la esperanza de poder compartirlo pronto también con nuestros seres queridos, a los que tanto echamos de menos.

Mientras, en el resto del hospital, la vida sigue para quienes tienen la suerte de vencer. Cientos de pacientes aplauden cada día, al unísono con la población, a un colectivo al que el virus ha vencido mucho más de lo deseado. Compañeros que se han quedado en el camino, esos a los que muchos llaman «héroes», para mí son el referente de la responsabilidad, la humildad y el sacrificio. Porque elegí ser enfermera y cuidar a los más pequeños por pura vocación . Porque esa vocación hace que viva esta pandemia desde el otro lado, viendo nacimientos -aunque sea bajo batas, gafas empañadas y mascarillas- y no muertes.

Acompañando en los primeros momentos, y no en los últimos. Es biológicamente imposible para un mamífero nacer solo, por muy adversas que sean las circunstancias. Y es cruel e inhumano morir solo, por eso las manos de cientos de sanitarios están acogiendo esa última caricia , ese último aliento… mitigando la soledad de quienes se marchan a diario en los hospitales del mundo entero. Ese mundo que sigue girando… a pesar de todo.

14 de abril de 2020.

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