Día mundial del niño prematuro
«Es muy duro llegar a casa sin tu bebé y no estar a su lado mientras lucha por su vida»
Jaime y Mariví, de 36 años, explican lo duro que resulta tener una hija en la semana 28 de gestación y con 880 gramos de peso
Jaime y Mariví han sido padres a los 36 años. Nunca imaginaron que el nacimiento de su bebé sería tal y como ocurrió el pasado 8 de septiembre. Aquel día, los médicos les aconsejaron hacer una cesárea de urgencia porque Mariví tenía una infección que podía afectar a la pequeña que venía en camino . La noticia les causó un gran impacto y muchas lágrimas; Salma solo tenía 28 semanas de gestación y 880 gramos de peso. «Todo hemos oído hablar de niños prematuro s, pero cuando nos explicaron todo lo que hay detrás de este concepto no dábamos crédito. Nos asaltaron miles de dudas: ¿cómo va a nacer? ¿qué la va a pasar? ¿Cómo será su desarrollo?... Sabíamos que nuestra hija corría muchos riesgos y nos hundió en un mar de nervios y tensión», confiesa Jaime.
Con el cuerpo aún vapuleado por aquella apresurada decisión, Jaime pudo ponerse una bata y asistir al parto, que fue natural con epidural. «Verla nacer fue increíble porque cabía en la palma de mi mano. Nos advirtieron que vendría con problemas respiratorios al no tener sus pulmones bien desarrollados , pero parecía respirar bien y no se la llevaron corriendo, sino que pudo estar encima de su madre unos instantes. Después, fue directamente a la UCI y, efectivamente, su respiración no ha dejado de darnos sustos».
Jaime recuerda el primer día de UCI con gran emoción ya que pudo tener a su hija en su regazo, piel con piel, durante una hora. «Fue emocionante —asegura—. Me dio mucho respeto. Tenía hasta miedo al cogerla por ser tan pequeña y delicada y, sobre todo, por todos los tubos que llevaba conectados, pero a la vez sentí una gran felicidad».
Después de los tres días de ingreso de rigor de la madre, los recientes padres se marcharon a casa. «Es muy duro llegar sin tu bebé en brazos. Tienes una gran sensación de vacío y te llegas a sentir culpable de no estar a su lado mientras lucha por su vida ». Las semanas pasaron y la pequeña logró salir de la UCI para ir a cuidados intermedios «con menos máquinas a su alrededor», y donde sus padres entraban por turnos porque las medidas anticovid les impedían estar los tres juntos al mismo tiempo.
Durante ese tiempo, la pequeña Salma tuvo amneas, momentos en los que dejaba de respirar y que ponían en alerta a todo el personal sanitario. Su madre se sacaba la leche de su pecho y se la daban a la niña a través de una sonda porque al ser tan pequeña aún no sabía succionar el pezón materno para alimentarse. Empezó con un milímetro y ahora toma 45 mililitros.
El pasado puente de noviembre se levantaron las restricciones de visitas por el Covid en el hospital y los abuelos pudieron entrar un ratito por turnos a conocerla, lo que fue un día emocionante para todos. Poco a poco, la niña ha ido estabilizando su respiración y, gracias a ello, el pasado jueves 11 de noviembre salió del hospital camino de su nuevo hogar. «Estamos súper felices, pero bien es cierto que también sentimos la tensión de estar observándola a cada instante para comprobar que está bien. Mi mujer y yo hacemos turnos por la noche para vigilarla. Da un poco de vértigo saber, después de todo lo que hemos pasado, que ahora depende completamente de nosotros y que no tenemos como hasta ahora al personal sanitario pendiente para cualquier duda o problema».
Esto padres miran con gran ilusión su futuro , pero eso sí —matiza Jaime— «tenemos por delante un la larguísima lista de citas médicas y revisiones para observar que todo marcha bien».
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