5 factores que han cambiado la Semana de la Moda
Las tendencias sociales que han llegado a los desfiles de París para quedarse
La moda está siempre unida al cordón umbilical de la antropología social y de la actualidad. Esta última Semana de la Moda de París, con la crisis del coronavirus, muchas cosas han cambiado con respecto a anteriores ediciones. Algunas están aquí para quedarse.
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El concepto de Alta Costura , tan francés aparentemente, lo creó el británico C harles Frederick Worth en París entorno al 1952, cuando con un grupo de colegas del gremio de la moda ejerció esa tan francesa práctica del proteccionismo industrial y económico. Las modelos como tal nacieron en 1958 con la necesidad autoimpuesta de Worth por mostrar sus vestidos en vivo. En 1973 nació la Semana de la Moda como acto oficial. Desde entonces, este mega-evento es el campo de acción de creadores, directivos del mundo de la moda, influencers y otras especies. Pero ahora, cuando incluso Macron anunció la llegada de una epidemia, la ciudad de la luz ha cambiado los hábitos de la moda.
1. La comodidad
Olvídese de los tacones de 11 cms. que han llevado durante años muchas de las grandes redactoras de moda. La que acuda recién levantada o divosa a un desfile con taconazos de aguja lo hace para «cumplir con el papel». La mayoría de las especialistas en moda, trajinando de un lugar a otro y con horarios de trabajo de 12 horas como mínimo, escogen las zapatillas Golden Goose, botines de Gucci vintage o sandalias cómodas suecas . Los kilómetros recorridos compensan el destrozo de estilismo que ya se ha convertido en un nuevo clásico super-fashion. Cuando las compradoras de los grandes almacenes norteamericanos y la prensa anglosajona llegaban a los desfiles y showrooms, se encontraron en cierto modo fuera de juego. Aunque, en el fondo, todo vale.
2. Aperitivos saludables
Nada de crêpes ni de blinis. Nos olvidamos. En la semana de la moda de París, que sienta tendencia, no había ni siquiera camareros. Las mesas accesorias estaban llenas de piña cortada, aguacate, tomatitos aliñados y quesos franceses de poco olor. Semillas de chía, macedonias, lechuguitas rellenas y aceitunas plagaban las mesitas de los cáterings de los after de los desfiles y de los showrooms. Los que invitaban animaban a probar las diferentes delicias, entre cóctels de moda, bellinis y agua con gas. La salud está de moda . Las dietas también. Hasta l@s más flac@s parecen imbuidos por las indicaciones de la Organización Mundial de la Salud.
3. La inclusividad extrema
Estupendo que seamos distintos. Es la vida misma. Incluso en el desfile de Chanel, la modelo de plus size Jill Kortleve desfiló vestida de negro y cargada de perlas falsas. Es estupendo que la moda se ocupe de todos los sexos, estilos y siluetas de sus clientes potenciales. El colmo lo supuso la modelo que desfiló en Kimheikim andando con un gotero de hospital . Con unos vaqueros corrientes y una camiseta con el logo, algunas modelos llevaban las tiritas en el antebrazo y el portagoteros con pinta enfermiza, algo que es habitual en la vida real pero que esta marca utilizó para sacar partido de la situación de los enfermos ingresados y que ha sido criticado por prensa y público. Todo tiene un límite.
4. La ecología en extremo
Todas las marcas de moda abogan por unos sistemas de producción, empaquetado y envío que dejen la menor marca posible en el sistema ecológico. Pero ya comienza a «oler» a manido y preparado su aprovechamiento de las últimas tendencias de protección del ambiente. De este modo, no hay marca viviente que no anuncie la utilización de materias primas recicladas, los sistemas de transporte de poca huella y los embalajes elaborados con subproductos reutilizados. Queda aún la reclamación de un comercio justo de verdad y de un respeto de las leyes más razonables en cuanto a empleo. Balenciaga inundó el foso del estadio donde se realizó su desfile para escenificar el aparente desastre climático.
5. Los nuevos saludos
El temor al coronavirus es tendencia. Tras los anuncios del Gobierno francés, en París se han dejado de llevar los tan habituales besos en las mejillas e incluso el saludo con un apretón de manos. Un mundo más anglosajón, más neutro y menos personal se impone contra los muy latinos arrumacos y besos , que siempre fueron consigna de un mundo creado en Francia e Italia que privilegiaba las afinidades personales. A partir de ahora, o con guante, o con un gesto de ceja, o con una semi reverencia a ambos lados, un beso ficticio que implica menor acercamiento.