Lucía Bosé, de la alta sociedad a la vida modesta

La muerte esta semana de la matriarca del clan deja a los Dominguín-Bosé sin su mayor referente, una mujer que ya rompía moldes cuando llegó a España, en los años 50

Lucía Bosé llevaba años viviendo en Brieva (Segovia), en una casa azul llena de las plantas

Pilar Vidal

Lucía Bosé falleció el pasado lunes a los 89 años de edad en un hospital de Segovia donde llevaba días ingresada. Aunque se la incluyó en el listado de víctimas del coronavirus, la familia no lo ha querido confirmar. Se le hizo el test, pero se marchó antes de conocer los resultados. Lucía padecía una enfermedad pulmonar crónica que se había agravado en las últimas semanas. Su hija Paola Dominguín se trasladó desde Valencia, donde reside, para ingresar a su madre en el hospital. Permanecieron juntas hasta el último momento. Sus otros dos hijos, Lucía y Miguel , no pudieron despedirse por las medidas de confinamiento general. Los pésames on line no se hicieron esperar, el primero fue el de su hijo Miguel Bosé, que compartía un emotivo mensaje: «Queridos amigos, os comunico que mi madre, Lucía Bosé, acaba de fallecer. Ya está en el mejor de los sitios». Su querida Italia natal le rindió homenaje en las portadas de los principales periódicos y proyectando el martes un fotograma de una de las 39 películas de su filmografía, «Las muchachas de la plaza de España», de 1952, donde compartía escena con Marcello Mastroianni .

Lucía Bosé, en la casa que tenía en Somosaguas, con sus hijos: Miguel, Lucía y Paola Dominguín RP

Siempre se consideró una diva , porque lo fue, aunque según ella desde que se abrieron supermercados ya no había divas, sólo famosos. Llevaba media vida en nuestro país, por eso le molestaba que la trataran como si fuera extranjera y reivindicaba que era española y vivía en Castilla. Hacía años que se había refugiado en la sierra de Brieva, en una casita donde predominaba el azul y las plantas, otra de sus grandes pasiones junto al golf y la artesanía. Aunque recibía la visita de sus familiares y amigas, su asistente Ana era su compañía permanente, que por cierto no tenía reparos en reconocer que la pagaba su hijo.

La pareja del franquismo

La vida de Lucía Bosé cambió el 1 de marzo de 1955 cuando contrajo matrimonio con el torero Luis Miguel Dominguín primero por lo civil en Las Vegas y el 16 de octubre de ese mismo año por la Iglesia, en la finca familiar de Villa Paz, en el pueblo conquense de Saelices, con mantilla y embarazada.

La matriarca del clan posando junto a su hijo Miguel Bosé en la década de los 70

Se convirtieron en la pareja más popular de la vida social del franquismo. A ella le costó acostumbrarse a la represión de la época y a perder la independencia con la que se había criado en Italia. «El torero», como se refería ella siempre a Dominguín, le daba órdenes y quería convertirla en una ama de casa clásica. Tuvieron cuatro hijos, Miguel, Lucía y Paola, y un cuarto hijo, Juan Lucas , que murió al mes de vida por una infección vírica. La diferencia de caracteres no fue lo único que hizo mella en la pareja, sino los cuernos que sistemáticamente le ponía Luis Miguel. Le perdonó muchas y sonadas infidelidades, como el apasionado romance con Ava Gardner , pero la paciencia se le agotó cuando en 1967 descubrió que su marido estaba liado con su prima hermana Mariví , 20 años menor, y a quien había criado en su casa como una hija más. Cuentan que Lucía intentó matarla con un cuchillo, y que amenazó al torero con una escopeta para que le cediese la casa y la custodia de los niños. Fue el divorcio más sonado del país, entre otras cosas porque aún estaba prohibido. Ella consiguió lo que se propuso, pero lo pasó mal muchos años porque la sociedad le dio a la espalda. Volvió al cine para dar de comer a sus hijos, como ella misma contó en muchas ocasiones.

Después del torero vivió un apasionado romance con un diplomático italiano que conoció en París y cuyo nombre nunca desveló, a pesar de que murió poco después de conocerle. Luego tuvo aventuras, pero nada importante. En 1997, un año después de la muerte del torero y a pesar de llevar 30 años separados, Lucía se tiñó el pelo de azul , como una especie de ritual por la pérdida de una de las personas más importantes de su vida.

Lucía y Jara Tristancho, paseando por las calles de Brieva (Segovia) en 2017

A sus hijos les exigió libertad a los 17 años. Les dijo que hiciesen lo que quisieran, pero que la dejasen en paz. Siempre renegó de la familia, pero siempre les apoyó en los momentos difíciles. A Miguel lo adoraba y, aunque hubo épocas en las que no se hablaron, fue la que más estuvo a su lado tras la separación de su pareja Nacho Palau , con quien aún tiene pendiente un juicio por la custodia y manutención de sus hijos. «Yo le creé sus clubs de fans, le teñí las camisetas de colores, le conseguí las bambas, fui su enfermera cuando estuvo mal de salud...», decía de Miguel.

Con sus hijas tuvo siempre una buena relación. La muerte de su nieta Bimba , en 2017, le marcó tanto que decidieron pasar el duelo toda la familia, a excepción del cantante, encerrados en casa durante casi un mes.

Modelos y artistas

Ahora la saga continúa con sus nueve nietos y dos bisnietos. Olfo Salvatore , Jara y Lucía Tristancho (esta última modelo), hijos de su hija Lucía. A Olfo lo acusó de vago y fue muy crítica con él por ir hablando mal de la familia en platós de televisión. Otro de sus nietos, Nicolás Coronado , actor y modelo, fruto de la relación de su hija Paola con José Coronado . Y Alma Villalta , menos conocida, se dedica al maquillaje de caracterización. Y los hijos de Miguel, los gemelos Diego y Tadeo , e Ivo y Telmo , que nacieron por gestación subrogada. Sus bisnietas June y Dora Postigo , que ha conseguido hacerse un hueco en la música a pesar de su juventud.

Dora Postigo y Nicolás Coronado

Lucía concedía entrevistas y aparecía en programas del corazón para cubrir los gastos de su modesta vida. En noviembre de 2018 volvió a acaparar titulares al ser denunciada por las sobrinas de Reme , su «tata» de toda la vida, que le reclamaban un retrato que Picasso le había hecho a su tía. Lucía aclaró en la Audiencia Provincial que ese dibujo lo vendió en una subasta por 198.607 euros porque la «tata» se lo regaló a ella porque no le había gustado cómo la había pintado. Fue declarada inocente.

No pudo reabrir su fallido Museo de Los Ángeles en Turégano (Segovia). Una antigua fábrica de harina que llenó de estos «seres de luz que nos protegen y nos acompañan», decía Lucía. Ahora, ya vuela con ellos.

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