Francisco Verdú y Ángel Acebes, el «calvario» del caso Bankia contado por ellos mismos
El exconsejero de la entidad y el abogado detallan a ABC como afrontan su absolución y cómo el proceso judicial afectó a su vida familiar durante nueve años
Cuando casi a los 60 años Francisco Verdú se vio obligado a empezar su vida profesional de cero, el exconsejero de Bankia tras la salida de la entidad a Bolsa dejó a sus dos hijos en Mallorca y viajó con su mujer 8.000 kilómetros para instalarse en Miami . Desde entonces viven a caballo entre Estados Unidos y Suiza, donde se encontraban el pasado martes cuando se dio a conocer la sentencia de Bankia y supo que había sido absuelto .
Entre fase de instrucción, vista oral y redacción de la sentencia, el caso Bankia ha durado nueve años . Desde que se vio implicado en esta causa tan mediática, Verdú tomó como una obligación pasear cien minutos al día . «El estrés hay que quemarlo andando, sobre todo la ansiedad», cuenta a este periódico al otro lado del teléfono. A orillas del lago Lemán , en Ginebra , se encontraba el martes dando su paseo diario cuando recibió la llamada de un amigo desde España. Nunca olvidará que descolgó el teléfono en el kilómetro 7,4 de su recorrido . «Me pilló volviendo a mi casa. Estaba en el lago, frente a un paisaje hermoso de una mañana bella de hace cuatro días, fresca y agradable para caminar», relata con el alivio de quien siempre se ha sabido inocente. En un día normal, Verdú habría tardado 40 minutos en llegar a casa, pero esa mañana se demoró una hora y media: «No paró de sonar el teléfono y vine en volandas a mi casa, sin saber muy bien ni por donde caminaba».
Ahora mismo Verdú se encuentra « en fase de descompresión ». Cuando él llegó a Bankia la salida a Bolsa ya se había hecho «con las bendiciones de todas las autoridades» y, además, puede presumir de haber sido el único banquero que dijo «no» a las «tarjetas black» de Miguel Blesa y Rodrigo Rato , pero nadie le quita el sufrimiento de los últimos nueve años: «Nunca me ha quitado el sueño mi estancia en Bankia, pero solo pensar en el tema anula tu libertad, tu alegría y tu ilusión. Este caso me ha destrozado la vida ».
Verdú dimitió una vez admitida a trámite la querella del caso. Fue a principios del verano de 2012 y se fue de vacaciones más o menos tranquilo. Los problemas para él llegaron en septiembre, cuando acostumbrado a trabajar catorce horas al día en un sector en el que empezó desde abajo y había llegado a director general de BBV o Argentaria, se vio sin nada. Siguió levantándose a las seis y media de la mañana y, tras pasear cien minutos por El Retiro, volvía a casa, se duchaba, desayunaba... «a las diez y media ya no tenía más contenido para llenar mi día». «Poco a poco empecé a darme cuenta de que esa ausencia de trabajo me estaba llevando a un principio de depresión . Mi debilidad y mi falta de ilusión venían por el golpe de interrumpir una dinámica de treinta años», apunta.
Apoyo fundamental
Pese a tener ofertas en bancos de Latinoamérica, estar procesado en el caso Bankia le forzó a rechazarlas porque su honestidad como profesional estaba en entredicho. «Buscar nuevas fuentes de ingresos y relaciones, porque llegamos a Miami sin conocer a nadie, no fue fácil. Tuvo una parte estimulante. Uno aprende hasta en las situaciones más difíciles, pero ha sido un proceso complejo», cuenta Verdú. Para él fue difícil ver que su mujer renunciaba a su trabajo para acompañarle y dejar a sus hijos aquí. Sufrió por su madre, que a los 84 años no entendía por qué su hijo salía en el telediario «como el gran criminal ». A todos los ha mantenido al margen del foco mediático. « He necesitado ayuda médica , ayuda de farmacopea que afortunadamente he ido quitando y ahora estoy en una cuarta parte de lo que tuve que tomar para poder dormir y no tener una ansiedad permanente y síntimas de depresión». Lamenta que en este tipo de procesos la opinión pública se posicione de forma inquisitorial contra los procesados: «La gente no es consciente de que detrás hay personas. Lo importante para ellos es la sangre... la venganza como justificación de las frustraciones colectivas . Yo entré en banca viniendo de una familia humilde y nadie me regaló nada. La gente piensa que los banqueros somos millonarios. Alguno habrá por herencia, pero uno no se hace rico en banca. Yo me fui sin nada y renuncié a mi indemnización. Pero hasta de lo malo, malísimo, se sale. Ahora soy más fuerte. No sé si más sabio, pero sí más sensible y humano».
Según el escrito de la Sección Cuarta de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, no hubo estafa a los inversores ni falsedad documental en la salida a Bolsa por parte de los 34 acusados del caso Bankia que han quedado absueltos. La sentencia dedica doce páginas a un «argumento exculpatorio de preferentísima aplicación» para el ex ministro de Interior y Justicia, Ángel Acebes, quien reconoce que esta historia ha sido «un calvario».
Cuestionar su honorabilidad
« Esta sentencia es un alivio, pero no es una alegría », apunta Acebes a ABC. Aunque considera que el fallo ha servido para «poner las cosas en su sitio», ha pasado unos años muy duros, «sobre todo a nivel personal y familiar»: «Cuando has sido ministro en un momento de la lucha contra ETA tan dura, tienes calculadas muchas cosas que te pueden pasar, pero que cuestionen tu honorabilidad y decendia en el comportamiento de cualquier reponsabilidad, para mí ha sido muy duro».
Abogado de profesión, siente especial orgullo por el despacho que ha fundado con José María Michavila. «Lo he pasado muy mal, pero no me he rendido», cuenta.
-¿Cuánto hay que trabajar en España para que la presunción de inocencia sea una realidad?
-Muchísimo. A veces es más dolora la propia pena del telediario y la pena de banquillo. Verte en los titulares, como si aquello ya fuese una condena... Desgraciadamente ya hemos visto muchos procesos de estas características que luego acaban en absoluciones. ¿Cómo se repara? ¿Quién lo repara? El daño personal, el reputacional, el profesional... eso no lo repara nadie. La presunción de inocencia es un derecho fundamental que permanentemente es obviado y vulnerado.
No le ha faltado el apoyo de los suyos, sobre todo de su mujer, Ana Pérez Martín y sus hijos, Ángel y Ana . «Una de las grandes experiencias que saco de todo esto es ver cómo han respondido ellos. En algún momento se han tragado tanto o más que yo para no preocuparme», cuenta. Para Acebes todo ha sido «tremendo» . «Aunque sea un proceso dilatado en el tiempo, no hay ni un solo día en el que olvides que tienes ese nubarrón en la cabeza. Todos los días hay un momento en el que piensas en ello. Pasa lo mismo cuando te levantas todos los días», concluye.
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