El crimen de los marqueses de Urquijo: incógnitas y cabos sueltos 40 años después

ABC consulta los casi 3.000 folios de los sumarios del caso para recordar un suceso de la crónica negra española

Rafael Escobedo
Angie Calero

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«Agradezco mucho que os pongáis en contacto conmigo, pero prefiero no hablar sobre el tema. Que salga mi nombre y el apellido de mi familia cada 1 de agosto es una tortura ». Quien dice esto, al otro lado del teléfono, es Myriam de la Sierra Urquijo . A primera hora de aquel día de 1980, cuando ella solo tenía 24 años, recibió una llamada que le alertó de la peor de las noticias: sus padres, María Lourdes Urquijo Morenés ( V marquesa de Urquijo ) y Manuel de la Sierra y Torres , habían sido asesinados esa madrugada con dos tiros y uno a quemarropa, mientras dormían en su chalet de la urbanización de Somosaguas, a las afueras de Madrid. A Juan , su hermano, que entonces tenía 23 años, el suceso le pilló en Londres, donde se había instalado meses antes para aprender inglés y estudiar un master en finanzas.

Juan y Miriam de la Sierra, hijos de los marqueses de Urquijo EFE

Aquel día Myriam y Juan de la Sierra Urquijo pasaron de ser los hijos desconocidos y de perfil bajo de los propietarios del banco Urquijo a protagonizar titulares acompañados de sus fotografías en todos los periódicos. En los próximos días volverá a ocurrir lo mismo porque el 1 de agosto se cumplirán 40 años del asesinato de los marqueses de Urquijo , un suceso que marcó la crónica negra de la recién estrenada democracia en España porque contenía todos los componentes y personajes necesarios para escribir el mejor de los thrillers: la mala relación de los hijos de los marqueses con sus padres, los extraños movimientos del turbio administrador del marqués, la chica de servicio que aquella noche durmió en la casa y no escuchó nada y Boly, el caniche de la familia, un perro lleno de mala leche que casualmente aquella noche no ladró. Vicente , el mayordomo que se recorrió todos los platós hablando sobre el mal ambiente que había en Somosaguas, y el hecho de que el crimen fuera el 1 de agosto −cuando en las redacciones escasean los temas−, hicieron el resto.

La sentencia de folio y medio firmada por Bienvenido Guevara en julio de 1983, condenó al exmarido de Myriam, Rafael Escobedo , a 53 años de cárcel por matar a sus suegros . En palabras del juez, aquella noche Escobedo «por sí solo o en unión de otros» accedió al interior del chalet haciendo un agujero en el cristal del ventanal de la piscina. Con un soplete hizo un boquete en la puerta que daba acceso a la casa, metió el brazo y accionó la manivela por fuera. Subió hasta los dormitorios, entró en la habitación del marqués, se acercó hasta oírle respirar y le mató de un solo disparo. Tal y como Escobedo confesó a la policía, «lo de la marquesa fue un accidente»: dormía en una pequeña cama en el vestidor de la habitación y cuando él salió del dormitorio tropezó con la moqueta y disparó contra un mueble. La marquesa se despertó, se incorporó y preguntó «¿quién anda ahí?». Le había descubierto. Se acercó y le disparó dos veces.

Rafi −como le llamaban sus amigos y desde el crimen también los medios de comunicación− fue el único condenado por asesinar a los Urquijo. Sin embargo, los inspectores que llevaron el caso nunca creyeron que su motivo para acabar con la vida de los marqueses fuera únicamente pasional, aunque tuviera sus motivos: meses antes del crimen, Myriam le había dejado por Dick Rew , el jefe de ambos en la empresa Golden. Rafi siempre culpó al marqués de su separación porque nunca aprobó que su hija se hubiera casado con un chico [Rafi] sin oficio ni beneficio.

Tras investigar la posibilidad de que el crimen hubiera sido un encargo de alguien del banco Urquijo, pues el marqués era el único que se oponía a su fusión con el Hispanoamericano; la única opción que quedaba era que el motivo hubiera sido pasional y económico, y Rafi parecía cumplir todos los requisitos para ser el asesino. Según su abogado, José María Stampa Braun , en abril de 1981, cuando detuvieron a Rafi en la finca de su familia en Moncalvillo de Huete (Cuenca), tras encontrar allí una serie de casquillos que coincidían con los hallados en la escena del crimen, su cliente sufrió todo tipo de vejaciones. Después de horas y horas de interrogatorio, Rafi se declaró culpable. Pero desde que ese día salió de la comisaría y hasta el final de su vida, Rafi aseguró que él no lo hizo , que estaba allí esa noche pero que no apretó el gatillo. Una afirmación que rubricaron los médicos forenses afirmando que la persona que accionó el arma era un profesional con mucha sangre fría y acostumbrado a matar. Los psicólogos y psiquiatras que examinaron a Rafi certificaron lo mismo en el juicio: que Escobedo era «incapaz de matar a una mosca».

Bombazo informativo

En octubre de 1983, dos meses después de conocer la sentencia firme contra Rafi, el caso Urquijo dio un giro inesperado. La revista «Interviú» colocó en el disparadero a Mauricio López-Roberts , V marqués de la Torrehermosa , al publicar que él −muy amigo de Rafi y un apasionado de la caza que, por tanto, sabía disparar− encargó días antes del crimen un silenciador para un arma en un taller de Lavapiés. López-Roberts explicó que esa pieza era para un rifle y se pudo comprobar su coartada para la noche de autos. Cuando habló con la policía, declaró todo lo que Rafi le contó sobre los asesinatos. «Lo digo ahora porque quiero que se haga justicia », afirmó, al tiempo que aseguró que su amigo era «inocente» y estaba «pagando el pato» por otros.

Mauricio López-Roberts

López-Roberts aseguró a los inspectores que aquella noche, después de cenar en El Espejo y tomar unas cuantas copas, Rafi llegó a Somosaguas en compañía de su amigo Javier Anastasio . Le dejó en la puerta y se fue, pero dos días después quedaron y Rafi le pidió a Anastasio que se deshiciera de una bolsa donde había una pistola. Javier la tiró al pantano de San Juan. Su teoría (la que nunca pudo demostrar por el afán de Rafi por no involucrar a nadie más) siempre fue que aquella noche en la casa se produjo una especie de «romería» en la que, al menos, participaron cinco personas.

El bombazo informativo de López-Roberts supuso la apertura de un segundo sumario del caso Urquijo, donde se procesó a Anastasio como presunto coautor de los crímenes . En diciembre de 1987, tras cumplir el máximo de prisión provisional, Anastasio salió en libertad a la espera de juicio, le devolvieron el pasaporte y se fugó a Brasil, donde no había tratado de extradición. Siempre defendió su inocencia y, además, dijo en varias ocasiones que aquella noche acercó a Rafi a Somosaguas porque él había quedado allí con Juan de la Sierra. La policía nunca demostró que el hijo de los marqueses estuviera aquella noche en Londres.

Javier Anastasio ABC

El 26 de febrero de 1990, López-Roberts fue condenado a diez años de cárcel por encubridor. El juez Félix Alfonso Guevara , hijo del que había juzgado a Rafi, consideró que cometió este delito al no contar a la policía lo que sabía desde el principio y por prestarle a Javier 25.000 pesetas cuando detuvieron a Rafi en 1981. Cuarenta años después, al doble homicidio de los Urquijo se le podría considerar como «el crimen perfecto», en la medida en que los otros autores materiales e inductores no fueron juzgados. ¿Por qué Rafi se involucró en un crimen que no cometió? ¿A quién protegió? ¿Qué le prometieron a cambio de cargar con dos muertos? El 27 de julio de 1988, derrotado al ver que el caso Urquijo no se había investigado lo suficiente y que nadie creía en su inocencia, deprimido al ver que aquellos que le prometieron que en un año saldría de prisión le habían abandonado, el cuerpo sin vida de Rafi apareció colgado en su celda de El Dueso, en Santoña (Cantabria). Regaló a sus compañeros su ropa y sus pájaros, pero no reveló la verdad. Se llevó a la tumba quién estuvo detrás del crimen, aunque siempre se creyó, que no contó la verdad por amor .

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