Luz Casal «Cada tarde, alguna llamada me deja sin palabras, cuando no sin aliento»

La cantante lleva toda la pandemia haciendo llamadas telefónicas a sus fans personalmente, para mandarles ánimos

Luz Casal EFE
Nacho Serrano

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«Buenas tardes, soy Luz Casal , te llamo para ver qué tal estás». Alrededor de dos mil personas que no lo han pasado precisamente bien durante la cuarentena han recibido una agradable sorpresa de la cantante gallega , que ha decidido emplear dos horas al día no para componer a destajo ni para hacer conciertos online, sino para interesarse personalmente por la situación de sus fans en esta interminable pandemia. Lleva haciéndolo desde la primera semana del estado de alarma, y seguirá haciéndolo hasta el próximo lunes. Para solicitar una de sus llamadas, sólo hay que escribirle un mensaje por privado en sus redes sociales y dar el teléfono de la persona a la que queremos dar una alegría.

¿Cómo surgió la idea de hacer llamadas de ánimo a sus fans?

La situación tan inesperada y grave que empezábamos a vivir, más las noticias sobre la cantidad de fallecidos y de infectados por el virus, me hicieron ver que debía de actuar y ayudar de manera directa a aquellos que lo estaban pasando mal o muy mal así que, anuncié, por mi cuenta de Instagram, mi disponibilidad a llamar a todos los que desearan hablar conmigo y olvidarse de la soledad y el aislamiento durante un ratito.

¿Cuántos segundos suele tardar la gente en creer que de verdad es usted?

Cuando no se esperan la llamada (alguien de su entorno escribe para darles una sorpresa o usándome de puente para decirles que les echan de menos) suceden generalmente dos reacciones: el que reconoce inmediatamente mi voz y entonces es fácil y aquellos (pocos) que aún reconociéndola, no comprenden o desconfían del propósito de mi llamada .

Luz casal, en una sesión fotográfica Juan Pérez-Fajardo

Imagino que incluso al saber que es usted, muchos se quedarán muy cortados…

Sí, hay incredulidad, excitación, risas nerviosas, llantos por la emoción…

Ha notado que la gente joven tiene más ansiedad que la mayor, ¿verdad?

Sí, la gente mayor, sobre todo las mujeres están habituadas a estar más tiempo solas. Los más jóvenes, echan de menos sus amigos, sus ambientes, etc…

¿Cuántas llamadas hace al día?

Hago una media de cuarenta al día. Cuando acabe el día 25 de mayo, se habrán cumplido sesenta días de llamadas y habré superado las dos mil.

¿Notas diferencia cuando hablas con alguien que vive en el campo?

Así es, hay una gran diferencia entre los que han estado en espacios reducidos en una ciudad y sin posibilidad de ver el cielo, o sentir el aire en su cara. Eso ha hecho que el confinamiento sea más duro para ellos, que para aquellos que han podido estar en espacios abiertos.

Estará conociendo historias y casos muy intensos, ¿alguna le ha dejado sin palabras al teléfono?

Cada tarde, hay alguna llamada en la que la enfermedad o la ansiedad por el futuro o el miedo en sus múltiples formas, me deja sin palabras. Cuando no sin aliento. He escuchado muchas realidades y situaciones muy desesperadas .

Juan Pérez-Fajardo

¿A usted quién suele llamarte para darle ánimos?

En estos momentos yo no necesito ánimo, y el que tengo lo comparto con las personas a las que llamo.

¿Usted ha pasado momentos de mucha inquietud por el futuro?

Soy afortunada. Entre mis lemas, está el mirar siempre adelante ante las dificultades. De inquietarme algo pensando en el futuro, sería mi salud.

Durante este confinamiento estamos viendo cosas muy bonitas, y otras muy feas. ¿Qué es lo que más ilusión te genera, y qué es lo que más desazón te da?

Mas que ilusión, la entrega y la generosidad ejemplar de los sanitarios y de todos los colectivos que han seguido trabajando para ayudarnos en el confinamiento, me conmueve. Me inquieta la ligereza, la irresponsabilidad y frivolidad de algunos comportamientos ante el peligro que todavía existe con este virus.

¿Cómo es el momento de los balcones en el lugar donde pasa el confinamiento? ¿Está en Málaga verdad?

Si, estoy en Málaga. Las primeras semanas era emocionante, hasta las lágrimas, ver a tanta gente asomada a ventanas, balcones y azoteas expresando su agradecimiento. Más tarde, la sirena de un barco en el puerto atenuó nuestros aplausos.

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