Brianda y Jacobo Fitz-James Stuart: «No somos bohemios, somos gente responsable»
Ella es ilustradora y él, galerista. Los nietos de Cayetana de Alba, evocan su infancia, una mezcla entre aristocracia y heterodoxia
Recuerdan Jacobo y Brianda Fitz-James Stuart que cuando iban al cine en compañía de su abuela, Cayetana de Alba , «si había una flecha apuntando a un ciervo, había que salir inmediatamente de la sala». Creen los hijos de Jacobo Fitz-James Stuart y Eugenia Fernández de Castro que ese «amor por los animales» lo heredaron de la duquesa -«cuando hablábamos por teléfono con nuestra abuela, lo primero que le preguntábamos era por sus animales»- y de su propia madre, quien «tenía la casa hecha un zoológico».
Convivieron durante su infancia con siete gatos y cuatro tortugas, además de perros y conejos. «Tenía sus inconvenientes. Todo estaba lleno de pelos, una de las tortugas se escapaba y mordía al perro... Era una cosa delirante», relata Jacobo a ABC en Espacio Valverde, su galería del madrileño barrio de Malasaña que, diez años atrás, montó junto a su mujer, Asela Pérez Becerril .
Precisamente los animales son el punto de partida de «Bri anda dibujando» (Paripé Books), un libro que recoge las mejores ilustraciones de Brianda desde 2004 y que cuenta con un texto escrito por el propio Jacobo. «Cuando a los 21 me instalé en Nueva York, descubrí lo que era vivir sin pelos en la ropa. Y pensaba: ‘‘¡Claro! ¡Así va la gente de limpita!’’. Siempre he tenido obsesión por los animales . De hecho, no tenía muñecas, solo peluches de bichos», explica la ilustradora.
Fichada por Gucci
Brianda es absolutamente polifacética. Estudió en el Instituto Europeo del Diseño, siguió formándose en Nueva York, es DJ en sus ratos libres y fundó en 2013 su propia firma de ropa, Planet Palmer. Cuando llevaba dos colecciones se dio cuenta de que quería dedicarse de lleno a la ilustración. «Me costó mucho tomar la decisión, pero creo que al final fue la acertada». No iba mal encaminada. De hecho, Gucci la acaba de elegir , junto a otros jóvenes artistas, para crear los diseños de su última colección «DIY» («Do it yourself»). Aunque ha hecho sus pinitos como modelo, reconoce que ser maniquí no le va: «No me lo llegué a plantear, porque me parece durísimo. Psicológicamente tienes que estar muy preparada y yo soy muy sensible». Su hermano lo agradece: «Andaría muy preocupado si hubieses sido modelo».
A Jacobo y Brianda siempre les ha parecido «extraño» que les etiqueten como los nietos «bohemios» de la duquesa de Alba. «Somos gente bastante responsable», expone Jacobo. Él saca una galería adelante y puede presumir de vivir de ello. Brianda, de sus dibujos: «Es lo que nos han inculcado, trabajar es el único camino », asegura. «Sí, siempre nos han enseñado que tenemos que ser nosotros los que tenemos que sacarnos las castañas del fuego». Desde niños también les han enseñado a huir de la crónica rosa. «Ahí, la única función que puedes ejercer es la de despertar los bajos instintos de la gente. Eres como una especie de corderillo para una catarsis colectiva », apostilla Jacobo.
Salir del bucle
Durante su charla con ABC, Asela, la mujer de Jacobo Fitz-James, mantiene una reunión con la artista Pepa Prieto , cuyas obras expondrán en el estand que la galería montará en ARCOmadrid. Para Jacobo, el arte supone «bajar al mundo». «Estudié Filosofía y estaba muy metido en abstracciones y en bucles, me encontraba en un callejón sin salida dentro del pensamiento contemporáneo», cuenta. Y añade: « En el arte la resolución de problemas reales , montar algo inexistente, conseguir que funcione, vivir de ello... De alguna manera me hizo aterrizar. Para mí el arte, en lugar de ser una evasión, me ha acercado al mundo».
¿Y de donde les vienen sus influencias artísticas? «En nuestra familia materna tenemos escritores, arquitectos, cantantes de zarzuela...», señala Jacobo. Brianda recuerda que su abuelo «dibujaba fenomenal y de cabeza, que es muy complicado». Por parte de padre, han bebido de los libros y las obras de la Casa de Alba, aunque fuera de una forma inconsciente: «El haber visto cosas buenas tiene un efecto benigno. Se te queda grabado de alguna manera, pero de pequeños no nos enterábamos », sentencian.
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