Los peregrinos del carro «tuneado»

Un matrimonio de Arceniega (Álava) se hace famoso en el Camino con su peculiar medio de transporte

La burra marina, con el microcoche reciclado en carro EFE
Pablo Pazos Seoane

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Ni la distancia ni una reciente operación de rodilla iban a ser un impedimento para que Ginés López (64 años) y Antonia Alonso, Toñi (66), vecinos de Arceniega (Álava), renunciaran a recorrer el Camino de Santiago. Ginés ya lo completó en 2015. En aquella ocasión su esposa, pendiente de pasar por el quirófano, no pudo acompañarle. «Pero tenía la ilusión», cuenta él por teléfono a ABC, ya de regreso, tras pisar la plaza del Obradoiro y recoger sus credenciales el pasado 22 de mayo. El 2 de abril iniciaron ruta en Roncesvalles (Navarra). Hasta el 10-15 de julio, estiman, no volverán a casa.

«Vamos sin prisa», cuenta relajadamente Ginés. « Como estamos jubilados, que no dependemos de ir a fichar ni nada... ». La de la operación de rodilla es Toñi: «El día 8 hace un año. Operada de prótesis. Bastante reciente me decían, para caminar, pero la verdad es que no me ha dado muchas molestias. Lo que me cuesta son las cuestas abajo, es lo que más sufre la rodilla. Lo demás he pateado muchísimo».

Ginés, con la experiencia del año anterior, cuando llegó a Santiago de Compostela con su burra Marina, y cumplió un sueño de tres décadas, se preparó para que Toñi pudiera afrontar un reto que, entre ida y vuelta, ronda los 1.800 kilómetros de distancia. Un amigo le regaló un «microcar» -vehículo que se conduce sin carnet- accidentado y lo convirtió en un carro. « Es muy guapo. ¡Hasta la televisión alemana está haciendo unos reportajes! », se sorprende ella.

Por más que en el camino haya de todo, Ginés y Toñi, con su peculiar transporte, rojo además, llaman la atención. Mientras el primero nos atiende por teléfono se arremolinan los curiosos. « Habrá ahora unas 10 o 15 personas sacándole fotos a la burra », cuenta feliz. «Me dicen: “Esta foto vale un dinero y le voy a pagar”. Pero soy incapaz de coger nada. Les digo que a partir de cien, cobro», bromea risueño. Con la misma campechanía presume de estar aprendiendo inglés. Ya sabe que «donkey» es burro.

La barrera idiomática, precisamente, les deparó alguna anécdota, como la de un hombre que les tendió un billete de 50 euros. «Le decía que no tenía cambio, que la que lleva el dinero es mi señora. Y dijo que no era para cambio, que le diéramos comida a la burra. Así, sin más», se fascina él. Y rememora: « Hay gente que sale al camino con un saco de avena o un saco de pan duro . Se lo agradezco un montón pero lo tiene que llevar la burra, es sobrecargarla. No es que se lo desprecie, la que lo sufre es ella. Prefiero comprar 8 o 10 kilos», detalla.

«Hay mucha gente que te ayuda», corrobora Toñi. «Ayer entré a una tienda. Había una furgoneta, estaban descargando para las monjas. Va la mujer y nos da plátanos, paraguayos y tabletas de chocolate. La gente es un encanto». «Si le digo que me he encontrado algo malo, le miento» retoma Ginés, «y no me gusta mentir en esta vida. Todo el mundo solidario. Están aburridos de ver peregrinos, pero le pides un dedo y te dan el brazo entero . Yo no veo nada más que cosas malas cuando veo el telediario. Aquí vienen los peregrinos, la gente nativa, los hospitaleros, pides cualquier favor y te dan todo. Cada minuto, una sorpresa».

Caminando, a todas partes

«Una experiencia muy bonita». Es la frase que más repiten Ginés y Toñi. «Se la recomiendo a todo el mundo, particularmente a los chavales de mi edad que se jubilan. Que no se queden en casa, que se mantengan en forma, que caminando se ve mucho mundo, se llega a todos los sitios. No hace falta correr. Disfrutar de la vida, que nos da una oportunidad nada más, y hay que aprovecharla sanamente», reflexiona él. « Salí de Roncesvalles y, cuando me di cuenta, estaba en la plaza del Obradoiro . ¡Y no me he enterado! Hablas con uno, con otro, una gente encantadora, que te da unos ánimos tremendos. También con las nuevas tecnologías del Facebook. Parece que estás en una nube».

A cambio, un esfuerzo nada desdeñable. «Son kilómetros», reconoce Toñi. «Al final se va a poner en tres meses y medio largos. Es andar y andar todos los días». Ginés, optimismo y vitalidad en cada frase, argumenta: « Si el camino fuera una alfombra, vámonos a Hollywood, que allí tenemos la alfombra roja y pasamos sin mancharnos. Pero todo tiene su recompensa. Llegas al sitio, te duchas, te arreglas y dices: “¡Qué relax!”».

Este lunes tenían previsto pasar por Astorga. Por delante, mes y medio para seguir disfrutando de la ruta jacobea y de la vida.

Compañeros de viaje

La burra Marina

Hace 9 años Ginés fue a comprar un poni a su nieta... y volvió con una «borriquilla», Marina. «Empecé dándole biberón, tenía 2 meses. Es uno más de la familia. Se le tiene el mismo cariño». En ruta «va a barra libre, marca ella el ritmo. Si hay cuesta arriba, se para, se oxigena». Nunca más de 14 kilómetros diarios. Y jamás se queda atada a la puerta d eun albergue: «La burra tiene que estar cómoda para estar yo también».

Microcoche reciclado

A Ginés solo le interesaba el eje pero un amigo le regaló su «microcar», accidentado. «Me gusta hacer chapucillas. Con una radial corté la parte mala, la del motor, y le puse unos listones y unos varales». En total, 86 kilos. «A la burra le supone lo mismo que a un caminante cuatro kilos en la mochila», asegura.

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