El virus ataca a las farmacias de Madrid: 6 muertos, 250 ingresados y 300 negocios hundidos
Los locales siguen desabastecidos de mascarillas, que solo pueden conseguir a precios desorbitados, y desprotegidos ante la ola de atracos
En primera línea y a pleno rendimiento, las farmacias madrileñas plantan cara al coronavirus . Y el patógeno también les pasa factura: seis farmacéuticos han fallecido , entre 200 y 250 profesionales están ingresados y más de 300 negocios, en pleno centro de la capital, sin oxígeno tras la desaparición del bullicio turístico.
El borboteo del agua en la fuente y el trinar de los pájaros se escuchan como nunca antes en la Puerta del Sol . Los semáforos, que pitan para peatones invisibles, y el motor de algún que otro taxi o autobús se añade de cuando en cuando a este rumor. Más allá de un par de patrullas de policías vigilantes y varias personas que cruzan la calle de forma apresurada, no hay movimiento en el kilómetro cero de la capital. En la misma plaza, una farmacia atiende a través de una ventanilla. Sobre el cristal, un cartel informa de que tienen mascarillas. Pero de poco sirve.
«Las ventas van mal, no viene nadie» , dice una de las dependientas, tras una mascarilla y desde el interior del local. «La gente compra cerca de sus casas y aquí no vive nadie», añade. El estado de alarma decretado por el Covid-19 ha paralizado la ciudad y, con ello, el negocio de todas las boticas del centro de Madrid. Algunas se han visto obligadas a cerrar, como una farmacia ubicada en la calle del Arenal, a pocos metros de la fuente. Y aquellas que continúan dispensando lo hacen a duras penas, tras haber reducido sus horarios y plantillas .
«Dependíamos del turismo y de los comercios. Antes atendíamos a unas 300 personas todos los días, ahora a unas treinta, gente que viene de paso al trabajo », aseguran en otro local cercano, en la calle de la Montera, donde han dispuesto todo un perímetro de seguridad para evitar contagios. El 80 por ciento de su escasa clientela, según dicen, entra a por los productos estrella: mascarillas, guantes y gel hidroalcóholico.
Cascada de ERTE
El poco trasiego ha forzado al propietario de esta farmacia a presentar un ERTE (Expediente de Regulación Temporal de Empleo) para mantener solo a cuatro empleados. Ha ocurrido lo mismo en otro local de Arenal; donde antes eran seis, ahora trabajan dos personas. «Solo vienen los cuatro abuelillos que viven en la zona», comenta Daniel, técnico de farmacia, junto a su compañero.
No muy lejos, en el número 13 de la Calle Mayor, la única farmacia 24 horas de la zona mantiene sus puertas abiertas y la plantilla, de seis personas, intacta. Ante el mostrador, un vecino, que ha dejado el teletrabajo para salir a por mascarillas, pregunta por un modelo reutilizable. «Solo tenemos mascarillas quirúrgicas y FFP2, pero no rígidas», contesta uno de los dependientes. «Recibimos a muchos clientes de otras farmacias que han cerrado» , cuenta en otro mostrador Alberto, que trabaja como auxiliar desde hace dos años y es testigo de una situación sin precedentes. «Las ventas han descendido, sobre todo, en parafarmacia», revela. Tras preguntar en el interior, prefiere no compartir la cifra exacta. No obstante, no parece ser una minucia.
«Hay más de 300 farmacias en el centro de la capital que están hundidas», corrobora, en conversación telefónica con ABC, el presidente del Colegio de Farmacéuticos de Madrid (COFM) , Luis González . «Nadie va a esas farmacias, vivían del turismo. Tienen que seguir pagando impuestos, el local y a sus empleados», explica. «Lo están empezando a pasar un poco mal», zanja. Pese a las dificultades de estos locales, el resto de farmacias de la Comunidad de Madrid -en total, suman 2.882- mantienen el nivel de ventas e, incluso, lo han aumentado.
«La gente sigue comprando sus medicamentos, aunque en vez de venir varias veces, lo hacen en un solo día», asegura el propietario de una farmacia en el distrito de Carabanchel, escudado tras una mampara, que prefiere mantener el anonimato. «Hemos tenido un incremento en las ventas en receta» , afirma, por teléfono, Mercedes, que regenta un local en Fuenlabrada.
Ya se produjo al inicio de la crisis, cuando colapsó la atención primaria en los centros de salud. «La farmacia es el primer punto de contacto para tratamientos leves», dice Mercedes. Ella y sus seis empleados se han volcado en dar un «servicio sociosanitario» , una suerte de consulta para los vecinos del barrio. «Hay gente enferma de Covid-19 que baja a la farmacia, les damos información, les decimos a qué teléfono deben llamar…», detalla.
Sin embargo, deben hacer frente a otro problema, que ha dado la cara en las últimas semanas. En la madrugada del Jueves Santo, unos ladrones utilizaron un gato hidráulico para romper las verjas de su farmacia, desmantelaron la cerradura de las puertas automáticas y robaron el poco efectivo que había en la caja. «Se llevaron unas monedas, no dejamos más», comenta Mercedes, pese al disgusto, aliviada. En total, se han producido 19 atracos en las farmacias de la región .
El miedo a los asaltantes ha hecho que, a partir de las ocho de la tarde, justo después de participar en los aplausos diarios, en la farmacia de Mercedes cierren las puertas y atiendan desde el guardiero. «Me parece muy peligroso, desinfectamos el mostrador todo el rato; el guardiero no, lo esterilizamos antes y después, no cada vez que viene un cliente y lo toca», dice. La exposición al contagio es otro de los quebraderos de cabeza de los farmacéuticos, todavía desabastecidos de material de protección . «Hay 16 farmacias cerradas por las bajas», traslada el presidente del COFM.
«Mercado negro»
Ya no faltan guantes ni geles; mascarillas, sí. «Nuestros proveedores habituales tienen productos, pero Sanidad los ha inmovilizado y nos ha dejado sin », lamenta Mercedes. Para abastecer su farmacia ha tenido que recurrir a «auténticos piratas». Cada mascarilla le cuesta 1,15 euros y las vende por 2,50 euros, tras sumar impuestos. «Me estoy llevando unos céntimos. No puedo ganar menos, tengo que pagar el sueldo de siete personas», arguye.
Al no estar disponibles los canales habituales, «surge un mercado negro», asegura el presidente del COFM. González dispensa en su farmacia de Alcorcón desde 1978 y también ha tenido que pagar estos «precios desorbitados» . Y hace caso omiso a las críticas que ha recibido su gremio: «La mayoría de los ciudadanos sabe que no intentamos lucrarnos». Pero hay cierto malestar entre los farmacéuticos, que responde a las acciones de las autoridades; entre otras cosas, por el reparto de mascarillas esta semana en la red de transportes , en lugar de contar con ellos. «Tanto los colegios profesionales, los proveedores tradicionales y el Gobierno nos han ninguneado », declara Mercedes. La sociedad, remarca, no. «La cara del paciente cuando nos ve llegar con su medicamento no tiene precio. Ese reconocimiento es el que me importa», coincide González.
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