Los vecinos de Chueca huyen del Orgullo: «Hago la maleta porque no se puede vivir»
Vuelve la fiesta que atrae a 2 millones de visitantes, mientras que los residentes escapan del bullicio
Chanel será la pregonera del Orgullo de Madrid 2022

Las hileras de contenedores y los cubículos con retretes ya están instalados. Chueca ultimaba este jueves los preparativos para el Orgullo : guirnaldas de arcoíris colgaban entre los balcones, varias personas colocaban carteles, adornaban los escaparates de los locales de ambiente y cargaban ... barriles de cerveza de un lado para otro. Mientras el barrio bullía para desatar este viernes la fiesta que durará más de una semana, tres hombres desembarcaban con sus tres maletas en la estación de Metro de Chueca. «Sí, venimos por el Orgullo», confirmaba, con una enorme sonrisa, Diego, costarricense de 28 años. Muchos vienen a una cita que, según los organizadores, atrae a más de 2 millones de visitantes. Y muchos vecinos se van.
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El evento más multitudinario y desinhibido de Madrid vuelve dos años después como siempre. Con escenarios y carrozas, sin aforos ni restricciones Covid. Y los que todavía residen en su epicentro, donde la gentrificación y la turistificación hace tiempo que ganan terreno, escapan de las molestias del bullicio. Sara, una joven de 31 años, vive desde hace ocho años en uno de los bloques castizos de la calle de Augusto Figueroa, a espaldas de la plaza de Chueca. Este jueves salió al mediodía para pasear a su perra Lúa. «La verdad, espero no estar, para los que viven aquí es complicado. En ocho años me he comido muchos y en todos me voy, también por la perra, no la puedo sacar porque está lleno de gente y de cristales », contaba. Las dos se marcharán a su pueblo, en Segovia.
Exoneración del ruido
El ruido es un quebradero de cabeza vecinal. La exalcaldesa Manuela Carmena permitió durante su mandato barra libre de decibelios: se podía superar sin límites los niveles sonoros máximos que marcan desde 2008 las Zonas de Protección Acústica Especial (ZPAE) del centro. José Luis Martínez-Almeida ha descartado esa opción, pero también ampliará el umbral acústico. El presidente de la asociación vecinal Cava-La Latina, Saturnino Vera, no puede evitar una carcajada sarcástica: «¡Eso es increíble! Los límites ya se están superando y va el ayuntamiento y levanta los niveles».
Vera también acostumbra a abandonar la ciudad durante estas fechas. Y por la festividad de La Paloma, a mediados de agosto, cuatro días para los que ya ha comprado billetes de tren. Este año, sin embargo, no podrá huir del Orgullo porque su mujer trabaja. «Las cosas se pueden hacer bastante mejor, una empresa privada se come un barrio y convierte todas las calles en un 'bebódromo'. Lo que consigue es un éxodo masivo de vecinos , la gente se va a casa de familiares y amigos», lamenta.

La contaminación acústica es una de las batallas que libran los vecinos desde hace años y en las últimas semanas un grupo de afectados estudia con abogados cómo denunciar al consistorio. «Estamos teniendo reuniones semanales, porque el problema no mejora nada», informa Vera, «la ordenanza del ruido se está incumpliendo reiteradamente». Hasta entonces, la solución de algunos es darse a la fuga.
«Me pillas haciendo la maleta porque huyo, porque no se puede vivir», confiesa por teléfono un portavoz de la asociación vecinal de Chueca que prefiere mantener el anonimato. Este jueves empaquetaba para marcharse a casa de una amiga, un viaje que planea cada enero como forma de sortear el Orgullo . «Este año va a ser horrible, no ha empezado y ya hay más de 100 baños públicos, algunos ya están vandalizados, a medio metro de los portales», critica. Su casa está muy cerca de la plaza de Pedro Zerolo, que acoge el pregón del Orgullo y un macrobotellón perpetuo. Su definición: «Es el desmadre del alcoholismo y la drogadicción».
El impacto «real»
En 2019, la magnitud del Orgullo madrileño supuso 162,5 millones de euros para la economía de la ciudad, y otros 150 millones el año anterior, según datos municipales. No obstante, desde la asociación de Chueca dudan de esas cifras. En 2012 solicitaron un análisis del consumo durante la semana del evento, a través de los pagos con Mastercard, y el dato cambia: «El impacto real no llegaba a los 20 millones de euros», afirma el portavoz. Aunque el dinero riegue las viviendas turísticas —con una ocupación del 90%, según datos de Aloja Madrid— y los clubes de fiesta, los pequeños comercios apenas se benefician de las calles masificadas .
Por la plaza de Chueca cruzaba este jueves Isabel, «madrileña de toda la vida», vecina de Carabanchel de 69 años, que «prácticamente todos los días» se interna en el centro con el bolso al hombro. «Pero en dos o tres días ya no vengo, estará imposible », zanjaba. Minutos antes, en una esquina de la plaza, la dependienta de una tienda de moda confirmaba los efectos de ese 'modus operandi': «Seguiremos abiertos, pero en realidad [el Orgullo] nos afecta para mal porque nuestro público no viene».
Pepa García, de 57 años, abrió su zapatería en la calle de Augusto Figueroa en 1984. «Hay ánimo en la calle pero no en las tiendas, no nos supone mucho beneficio», asevera 24 horas antes de que arranque la celebración. García festejaba el Orgullo de antes, «mucho mejor que el de ahora». « Antes era una fiesta de barrio , muchos cerrábamos la tienda y nos íbamos de bares. No tenía nada que ver, hablabas con la gente... Todos los años íbamos al pregón en la plaza de Chueca y ahora en Pedro Zerolo no se puede entrar», recuerda. Esta semana bajará la persiana a las ocho y media de la tarde e irá directa a su casa, como siempre.
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