Un «supermercado gratuito» a domicilio para 800 familias

La Fundación Pan y Peces continúa su labor gracias a la Comunidad de Madrid

Reparto de alimentos de la Fundación Pan y Peces por miembros de Bomberos Unidos Sin Fronteras ABC

Cris de Quiroga

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Antes del estallido de la pandemia, centenares de familias acudían a un pequeño local en el distrito de Chamberí , donde recibían sustento para todo un mes. No obstante, tras el decreto del estado de alarma, la Fundación Pan y Peces no podía continuar con su labor de la misma forma. La solución era sencilla, en principio: acometer la distribución de comida a domicilio . Pero esta organización cristiana estaba en aprietos: el más joven de sus voluntarios tiene 58 años y suponía un riesgo para ellos continuar con su labor solidaria. Sin embargo, gracias a la colaboración de la Comunidad de Madrid y al esfuerzo de varios particulares, la asociación ya ha entregado, puerta por puerta, en varios cientos de domicilios. Y esta semana continuarán con el reparto, que ayudará, en total, a 800 familias de la región.

La reinvención de la Fundación Pan y Peces se llevó a cabo en apenas una semana, bajo la batuta de su directora general, Rocío Redondo, mano derecha del fundador, el padre jesuita Javier Repullés . «Ya no podíamos citar a las familias para que vinieran. Nuestros voluntarios tienen 60 años, no están para salir», explica Redondo, en conversación telefónica con ABC. El pasado lunes hizo una llamada a la Consejería de Políticas Sociales de la Comunidad. Media hora después, recibió la respuesta, como si se tratase de una bendición:«Te he encontrado a 66 voluntarios que pueden repartir en sus coches». Redondo también contactó con la oenegé Bomberos Unidos Sin Fronteras y varios transportistas que se ofrecieron a colaborar. Eso sí, debían encontrar el material de protección por su cuenta. Fueron varios particulares los que, de forma desinteresada, enviaron a la fundación mascarillas y guantes. «He llorado varias veces por teléfono. La gente es muy buena», agradece Redondo.

1Bajas de los socios

Esta cadena de solidaridad ha permitido que, incluso en tiempos de coronavirus, las 800 familias que alimenta esta organización reciban su cesta de la compra mensual. Seis litros de leche, café, magdalenas, legumbres, arroz, pasta, verduras y frutas, aceite, sardinas, salchichas de cerdo y de pavo –para las familias musulmanas–... Un variado género al que se añaden productos para bebés, así como de higiene y limpieza.

Ya cubiertas las provisiones para abril, Redondo tiene la vista puesta en el próximo mes, que prevé será también a domicilio, aunque se antoja más complicado. Los productos los obtienen de Cruz Roja y el Banco de Alimentos, pero también a través de las aportaciones de sus socios, alrededor de 200. «Los socios se están dando de baja, todos los días recibimos un correo electrónico», lamenta Redondo. «Javier está preocupado», dice sobre el padre de 83 años. El propio Repullés aparece en un vídeo, tras su larga y plateada barba, pidiendo ayuda económica:«No hemos conseguido el dinero suficiente».

El jesuita, que «ha dedicado toda su vida a los más necesitados», en palabras de Redondo, creó la fundación en 2011. Desde entonces, dado que las colas de espera le parecían algo «indigno», citan a las familias para que recojan su comida. Eso sí, antes de recibir la ayuda y un carné, deben entregar una serie de documentos –informe social, padrón, certificado de escolaridad de los hijos– y realizar una entrevista. «Hay muchísima gente que nos llama para recibir comida, pero ahora no pueden venir a fichar», dice Redondo. Quizá en junio.

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