Crisis del coronavirus

El único mercado de España que no puede fallar

Mercamadrid garantiza el abastecimiento durante la crisis del coronavirus tras hacer acopio de alimentos en los últimos cuatro días: ha recibido un 16 por ciento más de mercancía que en las mismas jornadas del año pasado

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Coronavirus en España | Los camiones, el sábado de madrugada, comienzan su viaje cargados de alimentos desde Mercamadrid MAYA BALANYÀ

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Cuatro de la madrugada. Sábado. Madrid no duerme tranquila. Nadie conoce todavía las medidas de aislamiento que horas después iba a tomar el Gobierno para luchar contra el coronavirus. En la M-40, mientras tanto, comienza una liturgia. Centenares de camiones y miles de furgonetas desfilan hacia Mercamadrid , el centro de distribución de alimentos más grande de Europa, para cumplir con su tarea de siempre. Ahora, eso sí, con más presión. Sobre la espalda de esta institución y sus más de 9.000 trabajadores, agrupados en 800 empresas, pesa una gran responsabilidad . Tienen que evitar el desabastecimiento mientras dure la pandemia.

Es evidente que la situación en los supermercados es complicada. Faltan ciertos alimentos, los camiones de reparto no llegan a la hora y todo el mundo quiere llevarse productos de primera necesidad a casa por lo que pudiera pasar. El aislamiento ya es real y el mercado más grande de España, que abastece a la Comunidad de Madrid y también medio país, ha tomado medidas para que la situación no sea peor. Desde el miércoles, Mercamadrid ha hecho acopio de alimentos para garantizar el abastecimiento de los mercados a los que nutre. La entidad, en estos cuatro días, ha aumentado en un 16 por ciento la mercancía recibida en comparación con las mismas jornadas del año pasado. De 36,5 toneladas se ha pasado a 43,3. Este incremento, como explican los conocedores del sector, ha reforzado los almacenes del único mercado que no puede permitirse un tropiezo.

«Mercamadrid no va a fallar », aseguran fuentes oficiales de la institución, que en el escenario de crisis actual adquiere el rango de infraestructura crítica, al nivel de una central nuclear o un aeropuerto, por su decisiva función social. « Los trabajadores se crecen ante situaciones difíciles, son una maquinaria muy bien engrasada y se vienen arriba, sienten su misión de servicio público», resaltan las mismas fuentes.

En orden

Cinco de la mañana. La entrada a Mercamadrid es un peaje. Hay siete puertas de entrada y dos de salida. Los camiones cargados de alimentos se organizan con la tranquilidad de quien lo hace todos los días en las dos primeras bocas de acceso. Las furgonetas hacen lo propio, también sin bocinazos ni estridencias , en las demás. No hay nervios. Sólo huele a gasolina y lo único que se escucha es cuando el desembragar de estos gigantes de cinco ejes. Poco a poco, las retenciones a las puertas del recinto se disuelven. Lo que a las cinco de la madrugada parecía un colapso, diez minutos después estaba resuelto y la mercancía, ayer 10,8 toneladas, ya está dentro de este gran mercado.

Y entonces comienza el baile . Mientras siguen entrando víveres, otros trailers y furgonetas comienzan a salir, a buen ritmo y ya cargados. En diez minutos es imposible contar cuántos vehículos parten con destino a supermercados y galerías alimentarias. Unos van a Ciudad Real, otros vienen de Cuenca, una furgoneta pone rumbo a una tienda del distrito madrileño de Ciudad Lineal, otro conductor da el aviso de que retoma su viaje a través de la emisora de su camioneta, otro se vuelve a Galicia... Sin apenas pestañear son las seis y media de la mañana y del mercado han salido toneladas de comida que, visto lo visto, durarán bien poco en las estanterías de los supermercados.

Nervios y responsabilidad

La excepcional situación, pese a la normalidad aparente con la que opera Mercamadrid, también preocupa a los empresarios que allí trabajan. No saben bien a qué atenerse. «Es un reto grande», comenta Óscar Fernández Molina, gerente de Ahumados Fernández Molina, quien confiesa que, ante la subida de la demanda, esta semana ha «apretado» a su proveedor para que continúe surtiéndole de género, bacalao salado en su caso. «Nos dice que va a hacer todo lo que pueda», insiste el gerente.

«Hay también un poco de sensación de pánico», añade Isabel Salom, gerente de Nectarfruit Import Export, otra de las empresas de Mercamadrid, que teme por que las ventas, ahora que la hostelería o los colegios han cerrado, se resientan. «Es una incógnita: o nos irá muy bien o muy mal, toca cruzar los dedos ». Por si acaso, Salom indica que en su compañía van a intentar compensar posibles pérdidas tirando de ingenio: «Como la gente no puede salir de casa, estamos poniendo en marcha sistemas de reparto a domicilio».

Pese a la preocupación, ambos son conscientes de la importancia de su trabajo, ahora más todavía. «Ahí vamos a estar, tirar la toalla va a ser lo último», manifiesta Salom, en la misma línea que lo hace Fernández Molina, quien recuerda el ejemplo que le dio su padre en otro episodio adverso, una huelga de transportistas en 1997. «Mi padre cogió la furgoneta y se fue hasta Vigo para traer producto a Madrid. Fue todo un éxito», rememora el comerciante.

Estos días, Mercamadrid tiene ante sí un reto enorme: que no falte comida, o en su defecto, si es imposible, que falte la menor cantidad y el menor tiempo posible en las estanterías de las galerías de alimentación de Madrid y de media España. En unas horas, cuando la ciudad esté otra vez dormida, los faros de los camiones volverán a encenderse y la liturgia empezará de nuevo en la M-40. Vienen semanas duras, pero el mayor mercado de Europa juega en nuestro equipo .

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