Lapisabién

Sobre el recuerdo de Quique

Hablo de un Madrid no tan lejano, pero en el que todos éramos noctámbulos a cien metros a la redonda de casa, y de la leche de pantera pasábamos a la política, y de ahí a la eternidad

El actor Quique San Francisco, en una fotografía tomada en 2003 ABC
Jesús Nieto Jurado

Jesús Nieto Jurado

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Paseos melancólicos por Madrid. Un trueno de luces que no llegan a ciertas calles, a las calles que suben de Princesa arriba y donde los estudiantes se vengan de aquel confinamiento . Yo camino sin tiempo por esas calles, tan iguales y tan distintas, y en las que uno fue feliz con rubia y con amigos. Tiempos del Delorean, que parecen de la Movida y son, sin embargo, de ayer mismo.

He paseado también estas calles, en los días de más frío, con mi madre y mi Tito Miguel, y sabíamos que estábamos en el territorio de Quique San Francisco . Sabíamos que por esas latitudes Quique ponía siempre una sonrisa a lo que fuera. Y lo que fuera era una sonrisa, una ironía o un requiebro a lo que pasase. El cruce con Quique era casual, pero le daba la vida a una terraza, y eso era mucho. Hablo de un Madrid no tan lejano, pero en el que todos éramos noctámbulos a cien metros a la redonda de casa, y de la leche de pantera pasábamos a la política, y de ahí a la eternidad. Éramos, nosotros, los de entonces.

Yo he vuelto a recordar aquel Madrid de Quique San Francisco, su teléfono y su voz tan particular y un alma que parecía estar a vuelta de todo, pero no era así . Conocí a Quique en sus estertores, pero antes ya habíamos hablado largo y tendido una tarde oscura, negra como boca de lobo, en la que bajábamos del Norte; él de un bolo, yo de otro. Pienso en aquella otra tarde en que me reconcilié con un amigo por cosas del corazón, y en la mesa de al lado andaba Quique con su revuelo de actuaciones, amigos, gente que le saludaba y a la que el actor, puro Madrid, no sabía poner nombre.

Ahora desde su entorno me cuentan que le van, aparte del merecido teatro que lleva su nombre, a destaparle una placa, una placa más íntima allá donde pasó sus mejores madrugadas . Se trata, en suma, de ir haciendo recordatorios del Madrid más íntimo, más canalla. El mismo que vuelve a latir frente a tanto orco secesionista.

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