Nuestra Señora de Belén: Arraigo de fe y esperanza en Moratalaz
Representa un Portal de Belén, en el que una estrella se convierte en un arco iris de paz. Un arco que ilumina y da cobertura al camino de la vida, que es lucha, sufrimiento, dolor, pecado, redención, al fin y al cabo
Escoltado por altivas torres de viviendas, el templo de Nuestra Señora de Belén , calle Corregidor Rodrigo Rodríguez, 12, ofrece una singular arquitectura que llama la atención por su carácter simbólico. Representa un Portal de Belén, en el que una estrella se convierte en un arco iris de paz. Un arco que ilumina y da cobertura al camino de la vida, que es lucha, sufrimiento, dolor, pecado, redención, al fin y al cabo. En el contexto de la teología y de la liturgia inmediatamente postconciliar, la lucha por la justicia, en el barrio de Moratalaz, está presente en la simbología de la esta iglesia, en particular en las vidrieras, obra de César y José María Casanova.
Allí están representados los pecados sociales, que son también estructura de pecados personales, drogas, violencia contra la mujer, prostitución, explotación infantil, degradación del trabajo, la gramática de las injusticias. Y la redención que trae el bautismo en la historia del amor de un Dios amor capaz de liberar, de sanar, de curar las heridas de la humanidad. Todo esto ocurre en la Iglesia, representada por un techo de madera nórdica que simboliza la barca, también de Pedro, la barca en medio de las tormentas, cuyo timonel es el Señor de la historia.
Una parroquia, Nuestra Señora de Belén, en el denominado Polígono A de Moratalaz , fruto del desarrollismo histórico español de los años cincuenta del siglo pasado. Erigida en 1965, estuvo durante 30 años en un barracón. El 7 de noviembre de 1995, quizá cuando ya se había perdido la perspectiva de la construcción de un templo, se bendijo la primera piedra de una iglesia que se inauguró, por el cardenal Rouco Varela , en 1997. No hace mucho se cumplieron los veinticinco años de un templo que alberga la historia de una familia. Hay que destacar la placa que, en un lateral de la preciosa y recogida capilla, se lee referida a una entrañable historia que tiene como protagonista a la hija del arquitecto, Pedro de la Paz, fallecida en plena adolescencia. Dice así: «In memoriam María Lourdes de la Paz Sahuquillo. Nació 1972. Murió 1986 ¡VIVE!».
Esta parroquia , que por indicaciones de territorio y geografía urbana no tiene muchos habitantes, es el ejemplo de la comunidad de fe, de vida y de esperanza en la que los fieles han nacido, se han criado, se han hecho adultos como personas y como cristianos. De ahí el clima de familia, el espíritu de familia, el calor y el sabor de familia que impregna todas las actividades de una parroquia con un fuerte vínculo emocional, que lleva a un fuerte compromiso. La parroquia ha conseguido lo que aquel venerable arzobispo de Madrid, monseñor Casimiro Morcillo, quería para la Iglesia diocesana, que acogiera a las personas que llegaban de los más remotos puntos de la geografía española como en su casa y que no sintieran el desarraigo de la gran ciudad, ni se desvincularan del suelo nutricio de su pasado, de su historia, de sus tradiciones.
El párroco de Nuestra Señora de Belén es el joven sacerdote Marcos Torres Fernández, un exponente más de la calidad humana e intelectual del clero de Madrid. Está acompañado por el sacerdote estudiante en la Universidad Eclesiástica san Dámaso, Therenson Hasabamagara, natural de Burundi. Ambos trabajan para dinamizar a una comunidad que tiene un profundo espíritu misionero, que se expresa con los hermanamientos con parroquias tanto en Burundi como en El Alto, Bolivia. Se podría decir que la clave de la parroquia es lo que no se ve, los milagros del día a día, los milagros de reconciliación con Dios, de generosidad, de fidelidad al Evangelio sin glosa. De ahí nace la caridad, la Cáritas, que en los momentos más duros de la pandemia se convirtió en el centro de referencia del barrio. Ahora atiende a medio centenar de familias en un entorno en el que ha crecido mucho la inmigración, principalmente de origen venezolano. Un entorno en que las viviendas son ocupadas por varias familias en condiciones no siempre dignas. Las personas procedentes de la inmigración padecen, entre otros factores, un desarraigo por la alta movilidad de su forma de vida.
También hay que destacar el grupo de jóvenes universitarios y su camino de formación en la fe. Y las celebraciones de convivencia de adultos en los tiempos fuertes de una liturgia, que es vida como celebración de gracia y de misterio.
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