Los manteros se trasladan a Atocha y toman la Puerta del Sol por las noches

Su expulsión de Gran Vía, ordenada por Carmena, les lleva a jugar al escondite con la Policía. «El Ayuntamiento debe combatirlos», critican los comerciantes

Grupos de manteros, esta semana, de noche en Sol GUILLERMO NAVARRO

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«Lo veíamos venir. Su presencia chirriaba con la ampliación de aceras de la flamante Gran Vía , la apuesta electoral de la alcaldesa, Manuela Carmena. Ahora, no quiere que se les vea en las imágenes que graban turistas autóctonos y foráneos. Por ello, todo lo que no ha hecho en más de tres años lo hace en veinte días: no dejar vender a ningún mantero ». Eso dice, molesto, Luis Pacheco, presidente de la Confederación del Comercio Especializado de la Comunidad de Madrid (Cocem). Alude al «top manta» que copaba la Gran Vía desde la Red de San Luis a Callao, ofreciendo una estampa tercermundista, además de ser una actividad ilegal que acarrea pérdidas económicas de entre el 30% y 40% a los establecimientos de esa calle y del entorno de la Plaza Mayor, los dos ejes principales de la venta ambulante no autorizada del distrito de Centro, que reunía a 350 subsaharianos, asegura.

A atajar el «top manta» se dedican los 139 agentes que acaban de salir de la academia, que sirven de refuerzo a la plantilla existente. Sin embargo, esa «exclusividad» tiene fecha de caducidad: hasta el día de Reyes, cuando acaba la campaña de Navidad, según las instrucciones verbales que se han dado al Cuerpo. El resultado es su traslado a otras zonas. Una de ellas es la estación de Atocha , lugar al que se han mudado de día parte de los africanos –según algunas fuentes, la mitad– que realizaban su «jornada laboral» en la avenida centenaria, recién remodelada.

«Tenemos que comer»

«Antes se ponían frente al Ministerio de Agricultura, rodeando la estación, en la glorieta del Emperador Carlos V. Ahora, todo está abarrotado. Hay días que se instalan en el intercambiador y la parada del AVE y llegan hasta el paseo de las Delicias ; a esos hay que añadir los que están junto al Museo Reina Sofía . Puede haber entre 40 y 100 », explican varios transeúntes.

El pasado martes, a las 11.30 horas, había ya 25. Uno de ellos era Abdou, natural de  Senegal. Es de los que  emigraron de manera forzosa. «Tenemos que comer y buscarnos la vida. No hacemos mal a nadie», dice, mientras coloca sus gafas de sol, que vende a 15 euros, aunque el regateo es la norma de la casa. « Procuramos ir a sitios céntricos y concurridos donde haya menos policías , aunque en esta época no es fácil», indica su compatriota Moussa, que oferta zapatillas deportivas a 25 euros. La novedad son los palos de selfi –muy codiciados por los turistas– y los bolígrafos que imitan una conocida marca y cuestan 15 euros cada uno.

Media hora después, los manteros cambian de acera y se colocan junto al bar El Brillante, ojo avizor. Un coche patrulla aparcado justo donde se concentraban antes es la causa. Algunos no se fían y cargan con los bolsos, camisetas y demás artículos sin saber qué rumbo tomar. Mientras eso sucede de día, cuando acaba el turno de tarde de la Policía Municipal en la zona más codiciada, la del centro (por el trasiego de todo tipo de personas), los manteros se van moviendo en círculos hasta colocar sus tenderetes con su mercancía en la Puerta del Sol y Preciados, territorios vedados hasta ese momento. Son poco más de las diez de la noche y los subsaharianos que estaban en las inmediaciones de la Plaza Mayor inundan el Kilómetro 0 . Hay 25, otros 15 en la calle de Preciados y cuatro en la plaza del Callao. Aprovechan la ausencia de vigilancia para vender sus productos. Los turistas se paran y preguntan por los bolsos (25 euros) y camisetas de deportistas de Barcelona o del Real Madrid (20). Compran poco.

Una hora después, ya no queda ninguno. Un coche policial junto a la calle del Carmen lo impide. En la de la Sal y en la de las Postas hay una veintena al filo de la medianoche. «Forman parte del paisaje. Nos hemos acostumbrado a esquivarles, al igual que a los sin techo. Antes estaban los fines de semana, ahora todos los días y, últimamente, hasta muy tarde», precisa José Antonio Aparicio, presidente del Gremio de Hosteleros de la Plaza Mayor.

Tendrán que hacer horas extra o aprovechar al máximo el trasiego de gente propio de estas fechas. A su juicio, ha habido un antes y un después de los gravísimos incidentes de Lavapiés derivados de la muerte por un infarto del mantero senegalés Mmame Mbaye, en mayo pasado, hecho por el que se criminalizó a los agentes. No es el único que opina así. «Si antes el Ayuntamiento era permisivo, ahora lo es más, lo que ha hecho que haya más vendedores» , recalca. Así, en octubre pasado descendieron las sanciones por venta ambulante no autorizada un 31,57% en relación al mismo periodo de 2017 (988 denuncias frente a 676). Entonces fueron 5.847 las multas impuestas, frente a las 3.742 de entre enero y junio, ambos inclusive, de este año.

Comercio ilegal

El responsable del Gremio de Hosteleros de la Plaza Mayor critica al área de Seguridad, que lidera Javier Barbero, « por dar carta de naturaleza a un comercio ilegal , mientras que desde el propio Ayuntamiento se han hecho campañas para promover un consumo responsable que se retiraron porque ofendían a los manteros». Para Aparicio, la Policía «se limita a pastorear y no les requisa la mercancía» . En el mismo sentido se manifestó José Manuel Fernández, coordinador de la mesa de comercio Madrid Foro Empresarial: «El Ayuntamiento quiere evitar estampidas en calles de una sola dirección, pero trasladan el problema a otras zonas».

Tanto él como sus compañeros, entre ellos Paloma de Marco, portavoz de la Asociación de Comerciantes de Preciados, Carmen, Arenal y Adyacentes (Apreca), recalcan que «lo ocurrido en Gran Vía demuestra que cuando el Ayuntamiento quiere algo y pone medios lo consigue. Si se quiere combatir a los manteros, se puede. Pero no solo en Navidad, todo el año».

Para que esa lucha sea eficaz hay que ir a la raíz y eliminar a las mafias . «No estamos en contra del mantero, sino de la organización criminal y de la ilegalidad», dicen desde Cocem.

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