TRIBUNA
Madrid: A pie, sobre ruedas
«La capital de España, del sur de la Europa atlántica y representante, en ella, de Iberoamérica, merece la inversión urbanística por la que clama»
La accesibilidad fluida y su estancia cómoda y operativa son condiciones esenciales de un centro cuya rica historia le convirtió en corazón palpitante de la capital . La desidia administrativa ha hecho que aquella actividad intensa y dinámica, vital a lo largo de un siglo, huya hacia el arrabal, hoy deshilachada colección de esperpentos pretenciosos que no tejen ciudad.
Caso único entre las urbes europeas. París, Londres, Múnich, Viena, Milán… miman, acarician aquella víscera cordial que fue, es y será su orgullo histórico sentimental representativo.
Urge reparar tal daño; animar a las que fueron grandes vías a respirar con la fluidez que las vuelva de nuevo creativas, famosas y frecuentadas por los mejores. La inteligente recreación de Serrano se ha quedado con gran parte del público que antes paseaba la Gran Vía; a ésta, gloriosa hasta el 80, ahumada y colapsada hoy en sus intermitencias, sólo le han sido fieles los desencantados y algunos, pocos, que nos sentimos redentores.
Madrid centro merece, como capital de España, del sur de la Europa atlántica y representante, en ella, de Iberoamérica, la inversión urbanística por la que clama.
El crecimiento de nuestra ciudad, anatómicamente asimétrico, macromegálico por la dispersión provocada (el gran aeropuerto y los neocentros de negocio tanto político como privado, orientados con terquedad hacia el noreste) , destruye progresivamente su armonía orgánica.
Madrid se extiende sobre una amplia planicie que, protegida en sus límites noroccidentales por un gran mar verde vegetal -El Pardo, Viñuelas, Monte del Pilar, La Escorzonera, La Casa de Campo, Boadilla, La Venta La Rubia…- debe civilizar sus paisajes surestes con mesurado equilibrio formal. ¿Va a reubicar su añorada ciudad lúdica, de nuevo propuesta en la sobrecargada orientación alcarreña? La frustrada operación Sheldon-Alcorcón hubiera comenzado a equilibrar la deformación urbanística de nuestra capital.
Madrid como Segovia, Toledo, Avila y… nace alrededor de su Alcázar, alzado y asomado desde lo alto al modesto valle fluvial.
Su casco urbano se desarrolla a su espalda; se aleja hacia las distintas orientaciones, a pesar de lo cual mantiene su respeto histórico en torno al actual Palacio Real .
Conserva así un centro prestigioso junto a su origen, cercano al campo: tanto en la Casa Campo como camino a Móstoles vuelan hoy las perdices. Claro que también incordian las cotorras.
Pero volvamos a su madurez. Resulta lógico que una «ciudad motor» acostumbrada a presidir un país en continuado crecimiento se extienda en superficie, bordeando sus contornos con edificaciones de altura decreciente pegadas al suelo e intercomunicadas en principio con elementalidad. Núcleos esporádicos de alta densidad y espectacular altura, satélites de los que se asentaron en su origen en la almendra original, argumentan alternativamente y con evidente anarquía el dinámico perímetro.
El centro, entristecido y ninguneado, exige, con lógica, la multiplicación de su suelo servidor atento tanto al antiguo promotor como a su ciudadanía y gestión, con el número de niveles preciso:
1. Que al aire libre, a cielo abierto, comunique y amenice las andancias entre portales, se ornamente y ajardine acompañando a las terrazas deseadas en clima moderado; permita, eso sí, la circulación rodada de servicios públicos (taxis, buses) y habilite un carril ciclista, sin restar al ennoblecimiento del salón urbano.
2. Un primer sótano complemento a comercios e inmuebles, así como de acceso rodado a los subportales bancarios y residenciales.
3. Una vía de importancia -metro y servicios- que conecta a la Gran Vía con el restante complejo urbano, además de proveerla de las imprescindibles plazas de aparcamiento. Así, Madrid se equipararía a las áreas semejantes de la culta Europa: los distritos 1, 2, 3 y 4 de París (Louvre, Les Halles, Centre Pompidou y Notre Dame, área central), afines en población y superficie a las de nuestra capital (Puerta del Sol, Palacio Real-Ópera, Santo Domingo, Conde Duque, Gran Vía, Chueca, Las Cortes, Huertas): cuentan con 101.396 habitantes parisinos, 98.191 madrileños ; 8.193 plazas de aparcamiento, contra 1.800.
Hay quienes rechazan la provisión de aparcamientos centrales por su atracción malsana a los pretendientes como administradores del centro. ¿Es que quieren restringir su uso y disfrute a los parásitos?
Madrid tiene hoy un sistema intercomunicador (M-30, M-40, M-45, M-50) circunvalatorio que permite su penetración rodada hacia cualquiera de sus destinos interiores sin agobiar a su cruz axial ( Gran Vía-Alcalá; Castellana-Recoletos ; Cibeles-Pº del Prado-Neptuno-Pº del Prado); esta estructura en cuadrantes medulares la entraña metropolitana; nucleada en torno a Cibeles, es abusada como atajo diametral entre barrios perimetrales, desoyendo la convocatoria de los circuitos periféricos.
Gran Vía y Alcalá canalizan el flujo automovilístico actual oeste-este; Castellana, Prado, Atocha lo orientan de norte a sur. Resuelta la dotación de aparcamientos en los niveles subterráneos bajo Gran Vía , procede rehundir el paseo del Prado, a cielo abierto, en su eje central, dejando las vías laterales al servicio de sus usos académicos y residenciales.
El paseo del Prado reúne la mayor concentración de museos culturales en vecinazgo único y espectacular: Museo de La Marina, plaza de la Lealtad, El Casón, El Prado, El Botánico, al este; el Banco de España, el singular Museo de la Caixa, el Thyssen y el Reina Sofía, al oeste. Tan atractiva serie de colecciones universales, servida por pasillos rodados proporcionados, distancia hoy a los peatones de ambos corredores que quedarían comunicados en tan noble espacio por puentes ligeros, rítmicos y gráciles, superadores de la gran zanja central.
Esta propuesta ha sido estudiada desde un planteamiento técnico en distintas versiones.
Está claro que el remozamiento de nuestra metrópoli máxima haría de ella el centro de gravedad meridional de nuestro continente.
Pero, ¿cuál sería su precio? Una plaza de aparcamiento central viene a costar en venta 60.000 euros . Las 3.000 posibles, en la solución subsolar más ambiciosa, se haría cargo aproximado de la financiación del proyecto total. Y el parón del período transformador ralentizaría la actividad vital durante dos años.
Sólo merecería tan admirable esfuerzo la pasión y el orgullo de un país: España, vocacionada a liderar una ciudad nueva, joven y creadora de un futuro esperanzador.
Miguel de Oriol e Ybarra es arquitecto.
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