El Madrid de los Austrias: un «after» de las compras
El barrio navega hacia hacerse un zoco variado que pudiera abrir a todas horas, domingos incluidos
Como el consumo avanza que es una barbaridad, el barrio de los Austrias navega hacia hacerse un zoco variado que pudiera abrir a todas horas, domingos incluidos. Ya viene prosperando. Suena por ahí, además, que van a poner un hotel boutique en la mismísima Plaza Mayor . El barrio, en fin, está ya a tres ratos de lograrse como un «after» de las compras.
Este Madrid de los Austrias obliga al vecindario a no cambiar el color de las persianas, pero ahora se entrega al desmadre de abrir mucho escaparate descomunal, montando un show permanente para turistas y paseantes de la visa propia, o la del marido. Madrid es así, pero mala cosa que sea así. Ya pasó por la Gran Vía , que fue calle de cines, y ahora lo es de calzoncillos de marca. Madrid no duerme, pero Madrid no cierra, a partir de mañana, o de pasado mañana. Madrid es moro, como escribió Umbral , bajo consejo de Gómez de la Serna , pero ahora será chino, o bien de los de las boutiques internacionales del pijerío.
Aún nos iban quedando algunos cafés con entraña de terciopelo y algunas sombrererías de sombra, y hasta algunas pensiones para «viajeros y estables». Aún nos iban quedando estas delicias, en fin, que son un paseo de saludable decadentismo entre pórticos de soneto y churrerías de chulapo, desde la Plaza de la Villa hacia arriba, o hacia abajo. Pero ahora nos van a montar encima de todo esto un Rastro inverso, donde no se venderán catalejos de poeta o arpas de vampiro sino bragas galácticas y bolsos Armani de cumpleaños. Ya no se nos va a aparecer Quevedo en la calle Cordón , sino un gerente de.
En este Madrid de los Austrias nació Larra, y aquí mismo se administró el tiro de suicida con chaleco. Aquí alterno Cansinos Assens con toda la golfemia de su época. Valle Inclán dio mapa a Luces de Bohemia con estas calles torturadas. Aquí tuvimos de alumno a un doncel prometedor que se llama Miguel de Cervantes . La memoria de todos va a alternar con un futuro, ya casi presente, de japoneses que sólo leen las instrucciones del iphone, y de yanquis tronadas que se compran un cartel de toros, para el cabecero de la cama.
Este Madrid encierra, aún, tascas de legionarios y grutas de tahona, pero ahora se vende a los restaurantes vegetarianos, y a los centros comerciales, donde el gentío acampa en finde con el familión completo, como quien acude a un Bernabéu de las rebajas. Lo único, que cuando regrese el verano habrá mayor alboroto de vikingas extranjeras de romería de escaparates. Algo es algo.
Noticias relacionadas