«Es lógico que no haya uvas en la Puerta del Sol, aunque habría que vigilar otros días»

Los vecinos del Kilómetro Cero valoran con cautela la suspensión de los festejos, en una época marcada por las reuniones sociales y las aglomeraciones

Dos jóvenes toman uvas, ayer, en la Puerta del Sol JOSÉ RAMÓN LADRA

Aitor S. Moya y Marta R. Domingo

Ernesto y Óscar viven a los pies de la Puerta del Sol. Su balcón se abre a la calle del Arenal, en el mismo bloque donde un reguero de personas guarda paciente la cola para acceder a La Mallorquina. Dentro del edificio, el traqueteo de las escaleras de madera contrasta con el sosiego que se respira en el del piso. «Las ventanas son dobles», dice uno de ellos. ¿El alquiler? «No es tan caro, siempre y cuando seas solvente y no organices ningún follón». El problema, en realidad, reside ahí fuera. Al caer el sol, los elevados decibelios de la música callejera se entremezclan con el constante deambular de viandantes, ávidos de una época navideña que este año ha llegado a cuentagotas. La pandemia arrasa allá por donde va y las uvas, hasta ahora tradición inexorable en el Kilómetro Cero, no iban a ser menos. «Es lógico que no haya uvas en Sol , pero habría que vigilar el resto de días», advierten los dos residentes, una especie en peligro de extinción.

El júbilo y el confeti habitual tras las campanadas dejarán paso este año al silencio. No habrá abrazos ni brindis masivos en la Puerta del Sol. El 2020 se irá como casi llegó: con mascarillas y celebrando la vida y la salud con los más próximos en la intimidad de cada hogar . La prohibición de festejar la Nochevieja en las calles de la Comunidad de Madrid para evitar que el virus continúe haciendo estragos hasta que la vacuna sea una realidad, cambiará de forma radical la última noche del año que todos queremos dejar atrás.

Control en los pisos

Como era de esperar, el anuncio, no ha pillado por sorpresa. «La mayoría de personas que viene son turistas y este año no viajará mucha gente», predice una vendedora. Lo cierto es que el fin de fiesta tampoco perjudicará en demasía a la treintena de comercios ubicados alrededor de los 12.000 m2 de la Puerta del Sol . «Ese día, la mayoría cierra pronto, a excepción de los locales de copas y las discotecas, que tampoco pueden abrir por la epidemia», relata el presidente de la asociación de vecinos Cava-La Latina, Saturnino Vera , quien, más allá de la actividad comercial, centra el foco en la responsabilidad individual de los ciudadanos.

Suspendido el jolgorio, otra de las controversias que preocupa a los moradores de la zona son las posibles fiestas en el interior de viviendas. « En las calles no habrá follón porque está la Policía, pero el problema son los pisos destinados a estos eventos ilegales, que son clandestinos » apunta Leticia García, portavoz de la coordinadora vecinal de Madrid Centro. Cuestionada por el control, expone un caso directo que sufrió el pasado fin de semana: «Pasadas las 5.30 de la mañana me desperté por el ruido que estaban haciendo dentro de un piso turístico. Llamé a la Policía, pero algunos se fueron a las 6, justo cuando acaba el toque de queda».

La particularidad de blindar el corazón de la capital puede provocar un efecto en cadena: la dispersión de la juerga a barrios adyacentes. En ese sentido, el Ejecutivo regional no permitirá actos de campanadas en ninguna plaza o vía pública, lo que incluye el tradicional festejo de la Puerta del Sol. El año pasado fueron 20.000 afortunados los que entraron a este enclave para recibir el 2020 bajo el gran reloj de la Real Casa de Correos.

30.500 kilos de basura

El escenario solitario que se plantea para fin de año evitará que el Servicio de Limpieza Urgente del Ayuntamiento (Selur) tenga que recoger unos 30.500 kilogramos de desperdicios que la celebración amontonó en la céntrica plaza. Cada asistente dejó de media 1,5 kilogramos de desechos. Fueron 10.000 kilos más que en el año anterior, ya que las uvas se comieron por partida doble al celebrar también el año nuevo con la hora canaria.

El dispositivo de limpieza comenzó a las 1.30 horas y finalizó a las 2.50. En total, participaron en él 102 operarios y 36 medios mecánicos, igual que en el año nuevo de 2018. La fiesta se desarrolló sin incidentes, tan solo hubo que atender algunas caídas, quemaduras o intoxicaciones etílicas.

Aunque se rebajó el aforo un 20 por ciento con respecto a 2018, los controles fueron igual de exhaustivos , dentro del el nivel 4 de alerta antiterrorista en el que todavía se encuentra el país.Por ello, los agentes municipales y nacionales tuvieron que controlar que cada persona que accediese al espacio no lo hiciera con petardos, vidrios u objetos contundentes.Los envases de vidrio fueron sustituidos por otros de plástico.

El Consistorio tuvo que diseñar un dispositivo especial de seguridad y movilidad tanto para las uvas del 31 de diciembre como para las «preuvas». Se establecieron cuatro filtros de acceso a la Puerta de Sol con la instalación de vallas en la Carrera de San Jerónimo-calle Victoria (Policía Nacional); calle Alcalá-callejón Caja de Ahorros (Policía Nacional); calle Mayor-travesía Arenal (Policía Municipal) y calle Arenal-travesía Arenal (Policía Municipal). Una imagen opuesta a la que se verá el próximo 31, más cercana a los meses en los que España permaneció confinada.

Ajenos al vuelco, son muchos los paseantes que estos días se dejan caer por la Puerta del Sol. Algunos, como Arianna y Miguel, tienen claro que la suspensión de las campanadas no alterará los planes de una sociedad, más preocupada en organizar el reparto de comensales ante el tope de 10 personas impuesto por las autoridades. «Nos quedaremos en casa, como todos los años», señalan. Así, con esta extendida premisa, lo que sí cambiará será la imagen de la plaza abarrotada que cada año ven millones de personas a través de la pequeña pantalla.

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