Cartas al alcalde

Librerías

Si pides un ejemplar de Charles Baudelaire a una joven encargada de nueva librería, resulta que te pide que le deletrees el autor, Baudelaire, y lo mismo ni así el autor te lo encuentra

Interior de una libería de Madrid Maya Balanya

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Como estamos en las vísperas de después de los Reyes, voy a permitirme hacerle a usted una carta de petición de regalo, alcalde, porque un alcalde tiene algo de Rey Mago fuera de temporada, para el vecino, mayormente si el alcalde es de Madrid, ciudad alegre de tantas magias.

Resulta que he leído que cada día hay aquí menos librerías . Por dar un dato, desde el año 2000, hasta hoy, se han cerrado más de doscientos puntos de venta de libros, mientras que sólo se han abierto cien. Triste juego de cifras, alcalde. En veinte años, tenemos la mitad de librerías . En concreto, se han cerrado ocho librerías en el pasado año, y sólo se han abierto tres. Uno, que es peatón de esquina, pero también peatón de la lectura, ya iba viendo este declive de la librería, porque sólo hay que darse un voltio por la ciudad, y ver que ahí donde había un escaparate de poesía hoy resplandece un escaparate de móviles. Eso, y que si vas, y pides un ejemplar de Charles Baudelaire a una joven chica encargada de nueva librería, resulta que te pide que le deletrees el autor, Baudelaire, y lo mismo ni así el autor te lo encuentra.

Digo todo esto bajo la melancolía, o la tristeza, de paseante que ama las librerías de su ciudad, un enclave en extinción, según vemos, como los cines de anteayer , o los cafés de terciopelo. Según sé, por los propios libreros, los cierres del negocio se consuman por falta de pago , que es como decir por venta escasa y alquileres imposibles. Hay que ayudar a los libreros y a las libreras, alcalde, porque una ciudad con librerías es mejor ciudad. Y porque acudir a una librería es viajar a uno mismo.

Yo sé que estas cosas usted las comprende, con lo que también suponemos que las comparte. Pero resulta que, además del momento de crisis para el sector, en general, el Ayuntamiento dejó de comprar libros, algo que no ha dejado de hacer la Comunidad, hasta donde yo sé, hasta donde saben quienes me cuentan. Vamos perdiendo el alma de la ciudad, entre alquileres de turismo, patinetes de manada, acampadas de wifi y safaris de alto ecologismo. Pero, entretanto, a los libros, ni caso. Ni caso a los libreros.

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