Kilómetros de vías para trenes en miniatura
El Pabellón de Convenciones de la Casa de Campo acoge este fin de seman a cerca de setenta expositores movidos por su afición al maquetismo y a los ferrocarriles a escala
El tren , siempre el tren. Romántico en las máquinas, en las vagonetas más sucias de carbón y hulla, en los vagones nocturnos, y en los paisajes: siempre los paisajes. El miniaturista que recrea vías probables e improbables se siente un Dios, y por eso este fin de semana, en el Pabellón de Convenciones de la Casa de Campo , se celebra Expomodeltren , donde los aficionados al ferrocarril de miniatura de toda España exponen «sus módulos»: que es el trozo de vía y alrededores que cabe en el espacio de una mesa camilla siempre que ese módulo empalme —milimétricamente— con el de otro aficionado, pongamos de Albacete o Barcelona, para que no haya un descarrilamiento y las vías lleven al visitante de la estación de Baden-Baden a las afueras industriales de Getafe, y de ahí al Puente de los Franceses —con su Manzanares con su agua y todo— o a una estación ferroviaria en mitad del páramo. Allá, a la vista de todos, donde una pareja inerte verá pasar un tren al que nunca subirá que sepamos.
Como explica amable, y pacientemente, Alberto Alumá , coordinador del evento, «aquí somos todos aficionados. Y esta no es una afición cara, desde cincuenta euros tienes una vagoneta. Puedes salir al campo y coger arena, aglutinarla con cola blanca y ya tienes el campo que quieras recrear. Y ahora que se acercan las Navidades , puedes irte a los mercadillos y comprar corcho para emular montañas. Porque es que el belenismo y el maquetismo ferroviario son primos hermanos». Entre tal oferta para dar rienda suelta a esta pasión, está el virtuoso que ha recreado el Prepirineo de Huesca y aquel que se está iniciando y en su maqueta/módulo sólo ha podido reflejar un campo machadiano con la vegetación de la Meseta y cuatro ovejas a escala: cada cual según sus posibilidades.
Esta conectividad de los ‘trenistas’ de España, con más de veinticinco años de encuentros y normas comunes , queda fijada en un reglamento que estipuló en su día la revista ‘Maquetren’, tal y como recuerda Alumá mientras explica que el aficionado a estos ferrocarriles a escala vive constreñido por el tamaño disponible en casa y la asunción de que este ‘hobby’ nunca se convierte en afición, sino en placer. E insiste, al «alcance de todos los públicos y todas las edades». Y tiene razón, que, salvo complejidades eléctricas y electrónicas, todo niño ha soñado alguna vez con un tren, y es una querencia, que según los tres mil asistentes que se prevén, sigue muy viva.
Las nuevas tecnologías
El visitante que acuda, pues, este fin de semana a la Casa de Campo se encontrará con el equivalente a «más de treinta kilómetros de vías» y amables aficionados que le explicarán, por ejemplo, que existen tres escalas de tamaño más comunes: la H0 (1:87), la N (1:160) o la G (1:22,5). Con arreglo a esta matemática y a la perspectiva, aparece la estación de Orduña, fielmente recreada por Juan Lobato con sus pintadas abertzales («la juventud vasca, ya ves, siempre protestando») o un solo campo de cereal de eso que llaman la España Vacía.
La magia del paisaje desde el ferrocarril, aparte de la recreación y la habilidad de cada cual con el miniaturismo , importa poco: siempre que el tren camine, que se pase de un campo de amapolas al extrarradio de una gran ciudad con solo caminar unos centímetros. Alumá da una clave de lo preciso de esta afición, y es que su padre, ingeniero ferroviario, le regalaba maquetas que después no le dejaba utilizar. Y es que los cambios de vía y la ubicación del tren, que lleva un lector, quedan reflejados en un programa informático «similar al utilizado» por Renfe y salvando las distancias. Es aquello de lo micro y lo macro.
Hay cierta magia en que en el mismo espacio circulen un Talgo, «de los que llevan la máquina solo delante», con una locomotora que ha vivido entre las minas asturianas. El aficionado, además del tren, tiene sus querencias: el gaditano recrea las Salinas de San Fernando y el más cosmopolita algún paraje europeo , demasiado verde y nevado para ser España. Y más allá, desde arriba, una perfección de trenes, de revisores congelados en su tamaño breve. Catenarias a la vera de una farola en la que un maquetista ha colocado a una señora que lee, con un perrito, como en un cuento de Elena Fortún.
Expomodeltren demuestra que el maquetismo es una ciencia doméstica , compleja, y que realiza al que la practica y la defiende frente al profano.
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