Juego «letal» en el antiguo parque acuático de Aranjuez: «No tenemos miedo»

Cerrado desde 2005, el viejo recinto se ha convertido en una peligrosa diversión para adolescentes, que no dudan en lanzarse sin control por sus toboganes

Un adolescente coge impulso para tirarse por la rampa más vertical FOTOS: GUILLERMO NAVARRO
Aitor Santos Moya

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Asier, Sierra y Ñoño no tienen miedo a lanzarse por los toboganes más altos. Tampoco el resto de su cuadrilla, formada por una decena de quinceañeros que han llegado a Aranjuez en la red de Cercanías. La estación queda lejos, pero no es óbice si la adrenalina de adentrarse en lo desconocido les espera. «Venimos desde Orcasitas aprovechando que no tenemos clase», cuenta el más atrevido del grupo. Para alcanzar el antiguo parque acuático Aquasur, cerrado en 2005 y abandonado a su suerte desde entonces, han tenido que caminar cerca de una hora pegados a la carretera, sortear varias vallas y cruzar los dedos para no ser detectados antes de tiempo. Prueba conseguida. Una vez dentro, la presencia de tres jóvenes que sobrevuelan con drones recreativos la zona les pone en alerta. «¿Estáis grabando?». Con la negativa por respuesta, es hora de iniciar la «fiesta».

Diversión, desenfreno y una cuota angustiosa de temeridad. Al menos, a ojos de quienes les observan con el corazón en un puño. Mientras algunos adolescentes aguardan su turno en lo alto de la torre central para tirarse tobogán abajo, otros saltan de estructura en estructura sin miedo al empinado precipicio que subyace ante ellos. «Yo y otra chica ya habíamos venido una vez», relata Asier, encantado de haber descubierto el enclave para sus amigos. Abierto en 1986, Aquasur fue el primer parque acuático que albergó la región. Sus espectaculares rampas, jacuzzis, campo de minigolf y otras estancias pronto lo convirtieron en un referente del ocio estival con cerca de 60.000 visitantes por temporada. Pero el ocaso, a imagen y semejanza del recientemente clausurado Aquopolis de San Fernando , provocó su abandono progresivo hasta el cierre definitivo de puertas.

Construido a espaldas de un polígono industrial, a medio camino entre el pueblo de Aranjuez y la autovía de Andalucía (A-4), el parque es hoy un esqueleto vandalizado con alto riesgo de peligrosidad. En días festivos no resulta extraño el peregrinaje de jóvenes, desplazados hasta sus instalaciones. Algunos ni siquiera buscan disparar las revoluciones, tan solo compartir unas cervezas en un decorado más propio de Chernóbil que de la localidad más sureña que ostenta la región.

Vista general de los toboganes del antiguo Aquasur

Nada más atravesar el perímetro del recinto -con varias «aperturas» fácilmente sorteables-, los grafitis y destrozos se mezclan con las atracciones golpeadas por el inexorable paso del tiempo. «Estamos aquí para grabar unos vídeos y ya de paso romper un poco lo que queda», señala uno de los individuos que dirigen los drones.

El zumbido de los pequeños vehículos aéreos no tripulados despierta la curiosidad del resto de «usuarios», conscientes de que cualquier elemento extraño puede jugar en su contra. El sol golpea, tanto que el efecto rebote provocado por el plástico de los toboganes hace insoportable permanecer mucho tiempo sobre ellos. Además de los deslizaderos, el espacio mantiene el resto de compartimentos a medio derruir: los vestuarios, machacados por completo; los baños, con los cables de electricidad arrancados tras caer el falso techo; o la piscina para los más pequeños, cubierta por la vegetación y con gran parte del gresite desprendido. Una torreta de madera, desnuda de tablones en varios de sus tramos, completa el mapa «recreativo» de un parque acuático donde el agua dejó de fluir hace casi tres lustros.

Desde el Ayuntamiento de Aranjuez explican que la propiedad del antiguo Aquasur es privada, por lo que deben ser los dueños los que denuncien la situación. «La Policía no puede controlar las 24 horas los accesos. Otra cuestión es que los pillen in fraganti o los agentes sean advertidos de que hay gente dentro y acudan hasta el lugar», apuntan. El parque, perteneciente al empresario que fundó el grupo Rasche -una empresa dedicada al sector del automóvil con bases en Aranjuez, Pinto y Parla-, dejó de explotarse por el auge de otras superficies como el Aquopolis de Villanueva de la Cañada, abierto en 1987 e impulsado como «el más grande de Europa» gracias a una basta extensión de 15 hectáreas.

La vieja piscina para los más pequeños, completamente destrozada

Este parque, junto al Warner Beach -en funcionamiento desde 2014, junto al Parque Warner- son los dos únicos activos en toda la Comunidad de Madrid. El reciente cierre del Aquopolis de San Fernando, que será desmantelado para dejar paso a una gran zona verde abierta a todos los ciudadanos, pone de manifiesto el declive de este tipo de espacios que no han sabido hacer frente a la progresiva bajada de usuarios.

En 1994, el agua dejó de correr por el parque acuático de Leganés, Lagosur, sepultado tras la ampliación del centro comercial Parquesur. Los 75.000 metros cuadrados, ocupados por dos piscinas, con toboganes y ríos artificiales, dejaron paso a nuevas plazas de aparcamiento para satisfacer la creciente demanda de los clientes.

Cartel del parque pintarrajeado

En Aranjuez, sin embargo, la situación es radicalmente opuesta. Alejado de cualquier núcleo poblacional, el viejo Aquasur emerge a un lado de la carretera M-305, en una zona de nulo tránsito turístico. Las mesas del meredendero continúan dispuestas en filas y hasta el cartel con el plano del recinto y las «normas de utilización» se mantiene erguido pese a las engorrosas pintadas que lo decoran. Además del evidente riesgo de caídas, el suelo más próximo a las dos piscinas presenta una serie de agujeros en los que cuesta poco meter la pierna.

Un conjunto de «trampas» que no infunden temor entre los grupos de menores que campan por el parque a sus anchas. «No tenemos miedo», advierten, mientras suben y bajan por los toboganes como si de una carrera contrarreloj se tratara. Su último «chapuzón» deja entrever un problema de difícil solución: «Si no quieren que vengamos, tendrán que tirarlo».

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