La ferretería más antigua de Madrid abocada al cierre
Su propietria, Mª Jesús García, no puede hacer frente al pago de la cantidad exigida por la Comunidad para que el negocio pase a estar a su nombre
Mª Jesús García soñaba con ser médico psiquiatra pero la vida le deparó un futuro bien diferente. A los 15 años, siendo una niña tímida, la colocaron detrás del mostrador de la ferretería fundada por su abuelo Esteban en 1888 en la calle Atocha, 57 . Por aquellos tiempos ella no sabía ni lo que era una escarpia. Mª Jesús tenía una diferencia de 20 años con sus hermanas y cuando murió su tío Ramiro, que no tenía hijos, todas heredaron el negocio. «Pero mis hermanas ya tenían sus carreras y sus trabajos por lo que me tuve que ir yo a la ferretería como encargada aunque estaba al nombre de ellas, dejando mis estudios», recuerda. Ella apenas había pisado antes la tienda, aunque quería mucho a su tío, y ahora, con 78 años, «esto es mi vida». El mostrador de madera de casi 130 años «me ha enseñado mucho, sobre todo a tratar al público, y este es un barrio con gente muy buena».
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No llegó a conocer a su abuelo Esteban García de Ochandatay , de Logroño, un hombre con capital y mucha visión. «Pensó en poner un negocio al que acudirían personas de fuera ya que estaba próximo de Atocha», destaca Mª Jesús. «Y empezó a importar productos de Alemania e Inglaterra , cosas que nadie tenía», añade. El espacio, un antiguo convento con dos trastiendas y tres cuevas, sigue almacenando parte de esas reliquias que tienen mucha procura por parte de decoradores del rastro, «porque esto no se encuentra en ningún sitio». Tiradores de puerta, rendijas, cerraduras y otros objetos con modelos ya inexistentes.
Su padre no pasó por la ferretería, tenía otra profesión. Sin haber aprendido el oficio, cuando aterrizó en el local donde trabajaban varios empleados mayores que ella, se escondía tras la columna sin saber qué hacer. «Yo me fui acoplando a la tienda y ella a mí», afirma. «Lo pasé mal al principio pero me ha dado muchas alegrías». Durante años tuvo varios empleados y ahora ella es la única que regenta el local. Eso sí, nunca está sola . Ya sean clientes o amigos, Mª Jesús tiene siempre compañía, es muy popular en el barrio. «La tienda ha funcionado siempre bien y yo he intentado ayudar a los que por aquí han pasado», subraya. Puede que su vocación de médico psiquiatra la haya hecho estar más predispuesta para entender a las personas y mucha gente de la zona pasa por allí casi a diario «porque se siente bien».
Esta ferretería conserva los muebles y armarios originales , algunos muy altos, que siguen guardando mercancía y está todo muy organizado en la cabeza de su dueña, tanto los objetos como los precios. «Conservo una cabeza muy buena, y recuerdo perfectamente los precios» , presume Mª Jesús. Al entrar en la tienda se pueden observar una variedad amplia de objetos aunque ahora lo que más se vende son cacerolas, jamoneros, paelleras, candados, tijeras y cuchillos. Tiene clientela de todo tipo, los de paso, los de toda la vida y aquellos que acuden buscando algo que no encuentran en ningún otro lugar. «Una tienda es mucho más que una tienda, la gente conocida acaba siendo tu amiga», reflexiona la dueña. Y para ella todo lo que allí se guarda, incluso pequeños clavos que valen 10 céntimos, «tienen un significado muy especial para mí».
En la trastienda se amontonan todo tipo de objetos, personales y de la tienda, muchos sin uso pero otros una verdadera joya, aunque necesitan ser limpiados y restaurados. «Yo he ido dejando todo aquí, ahora estamos recuperando cosas y las sacamos a la venta».
Obligada a vender
Divertida, simpática, alegre y dulce, Mª Jesús García guarda muchas historias en su memoria. Siempre mantiene una sonrisa, excepto cuando hablamos del futuro, que no puede evitar que se le escape una lágrima. El asunto es muy reciente y le preocupa mucho, ya que « me va a costar la vida porque al segundo día de perder la tienda yo me muero », se desahoga. Y es que por muchas vueltas que dé, « me obligan a vender la tienda ».
Todo se remonta a la herencia que su tío Ramiro dejó. Como ella era menor de edad, la tienda se quedó al nombre de sus hermanas que nunca llegaron a poner a Mª Jesús en la escritura. Cuando murió su hermana Ángela hace siete años y quedarse sola, «yo pagué mis impuestos correspondientes por la herencia», relata a ABC. Pero tiempo después recibió una carta de la Comunidad de Madrid en la que «me exigen grandes cantidades de dinero para que la tienda se quede a mi nombre». Un montante que con intereses asciende casi a los 600.000 euros. «Ya aboné el primer plazo, vendiendo una casa que tenía, pero no tengo dinero para enfrentar el resto de los gastos, voy a tener que vender la tienda», se lamenta. Ha intentado hablar con el Ayuntamiento pero el asunto lo lleva la Comunidad. Sus amigos, entre ellos muchos comerciantes de la zona, están muy preocupados.
« Estamos pensando recoger firmas, Mª Jesús», dice una comerciante vecina que la visita para ver cómo está. «En este barrio se te quiere mucho, la gente está indignada», añade. «Siento que me quieren y lo agradezco en el alma», dice la dueña con la voz entrecortada. Sabe incluso qué están planteando hacer una sentada. Ella había pensado un futuro muy diferente para la que es su casa. «Como no tengo hijos, pensé en ceder el espacio para que fuese algo benéfico, un café-cine donde pudiese venir la gente del barrio. Nunca pensé en ganar dinero con la venta pero es distinto cederla a que te la arrebaten, te obliguen a venderla y pagar lo que te dicen que debes», explica Mª Jesús. O mucho cambian las cosas o esta emblemática ferretería tiene los días contados.